Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Ciclo B, Tiempo Ordinario,
Domingo de la Semana No. 24
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Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: Ofrecí la espalda a los que me apaleaban * Caminaré en
presencia del Señor en el país de la vida. * La fe, si no tiene obras, está muerta *
Tú eres el Mesías. . . El Hijo del hombre tiene que padecer mucho.
Textos para este día:
Isaías 50, 5-9a:
El Señor me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que
me aplastaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante
ultrajes ni salivazos.
El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como
pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado.
Tengo cerca a mi defensor, ¿quién pleiteará contra mí? Comparezcamos juntos.
¿Quién tiene algo contra mí? Que se me acerque.
Mirad, el Señor me ayuda, ¿quién me condenará?
Salmo 114:
Amo al Señor, porque escucha / mi voz suplicante, / porque inclina su oído hacia mí
/ el día que lo invoco. R.
Me envolvían redes de muerte, / me alcanzaron los lazos del abismo, / caí en
tristeza y angustia. / Invoqué el nombre el Señor, / "Señor, salva mi vida." R.
El Señor es benigno y justo, / nuestro Dios es compasivo; / el Señor guarda a los
sencillos: / estando yo sin fuerzas, me salvó R.
Arrancó mi alma de la muerte, / mis ojos de las lágrimas, / mis pies de la caída. /
Caminaré en presencia del Señor / en el país de la vida. R.
Santiago 2, 14-18:
¿De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Es
que esa fe lo podrá salvar? Supongamos que un hermano o una hermana andan sin
ropa y faltos de alimento diario, y que uno de vosotros les dice: "Dios os ampare;
abrigaos y llenaos el estómago", y no le dais lo necesario para el cuerpo; ¿de que
sirve? Esto pasa con la fe: si no tiene obras, por sí sola está muerta. Alguno dirá:
"Tú tienes fe, y yo tengo obras. Enséñame tu fe sin obras, y yo, por las obras, te
probaré mi fe."
Marcos 8, 27-35:
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de
Felipe; por el camino, preguntó a sus discípulos: "¿Quién dice la gente que soy yo?"
Ellos le contestaron: "Unos, Juan Bautista; otros, Elías; y otros, uno de los
profetas." Él les preguntó: "Y vosotros, ¿quién decís que soy?" Pedro le contestó:
"Tú eres el Mesías." Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y empezó a
instruirlos: "El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado
por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres
días." Se lo explicaba con toda claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso
a increparlo. Jesús se volvió y, de cara a los discípulos, increpó a Pedro: "¡Quítate
de mi vista, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!" Después llamó
a la gente y a sus discípulos, y les dijo: "El que quiera venirse conmigo, que se
niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su
vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará."
Homilía
Temas de las lecturas: Ofrecí la espalda a los que me apaleaban * Caminaré en
presencia del Señor en el país de la vida. * La fe, si no tiene obras, está muerta *
Tú eres el Mesías. . . El Hijo del hombre tiene que padecer mucho.
1. El verbo "perdonar"
1.1 Las lecturas de hoy se centran en el tema del perdón. Una realidad que todos
necesitamos pero que no todos nos sentimos capaces de otorgar a los demás. El
verbo "perdonar" fue tratado en nuestra serie de "Verbos para Vivir", que Ud.
puede consultar completa en:
http://fraynelson.com/biblioteca/cursos_de_formacion/index.html
1.2 Seguimos, pues, en este día la enseñanza del verbo perdonar.
1.3 "Hagamos de cuenta que no ha pasado nada". Para muchos, esta es la fórmula
de absolución propia para otorgar el perdón que se nos pide. Pero, ¿dice ella
realmente lo que pretende? ¿Es humanamente posible prescindir de lo que
realmente pasó y nadie puede negar que pasó? ¿Es esa la imagen que debemos
tener del perdón divino?
1.4 Es verdad lo que dice Ezequiel: "Si digo al malvado: vas a morir, y él se aparta
de pecado y practica el derecho y la justicia […] ninguno de los pecados que
cometió se le recordará más" (Ez 33,14.16). Pero, ¿es que todo perdonar supone
olvidar? La pregunta es difícil de responder.
1.5 Si uno dice con el refrán "yo perdono pero no olvido", normalmente eso
significa que uno conserva a la manera de un arma el recuerdo de los defectos o
errores ajenos, para poder enrrostrárselos cuando sea necesario. Un ejemplo típico
es el del jefe que sabe cuándo recordar a su empleado cuántas veces ha llegado
tarde, aunque cada una de esas veces le dijo sonriendo: "No se preocupe, Martínez,
a todos nos pasa…". En este caso no había perdón, o mejor: sólo lo había de labios
para fuera. Pero el dolor y el orgullo herido estaban ahí intactos.
1.6 Por otro lado, si uno dice que "todo perdonar es olvidar", ¿es creíble que una
persona llegue de veras a perdonarse a sí misma? Si estaré perdonado sólo cuando
olvide, ¿cómo perdonarme lo que yo sé bien que sí hice. Por eso parece más
sensato separar netamente los verbos "perdonar" y "olvidar", sabiendo que alguna
relación tienen, pero que no son siempre concomitantes.
2. Lo propio del perdón
2.1 En efecto, lo propio del perdón no es negar el pasado, sino superarlo,
transformarlo, redimensionarlo, reconducirlo, recrearlo. Dios cuando nos perdona
no padece amnesia, sino que da —regala— un desenlace distinto a lo que parecía
perdido.
2.2 Hay un principio básico que hace posible el perdón: los actos humanos
anteriores cobran sentido de los posteriores. Así por ejemplo, mil amabilidades para
luego pedir un favor, no se llaman "mil amabilidades", sino "un favor"; pero lo
contrario también es cierto, porque hay veces en que ningún ensayo de la orquesta
suena tan bien como la presentación final: ésta, en ese sentido, justifica los
intentos e incluso los errores que la han precedido. Se trata solamente de ejemplos,
pero nos ayudan a ver.
2.3 El perdón, pues, no es prescindir de lo que pasó, sino hacer realmente posible
que pasen cosas buenas y nuevas, sobre una base probablemente vieja y mala. No
es simplemente que no se vuelva a repetir el mal, sino que se haga posible un bien
que, si no hubiera habido ese mal, tal vez nunca se hubiera dado. Como se ve, lo
más cercano al perdón es la creación y perdonar es ser ministro de una creación
nueva. Pensemos en la samaritana perdonada y convertida de que nos habla el
capítulo 4 del Evangelio según San Juan. El perdón que ella recibe la hacen testigo
y apóstol de una noticia de gracia que ella no hubiera podido decir si no hubiera
sido perdonada.
3. Pautas para poder perdonar
3.1 De acuerdo con todo ello, es posible ofrecer algunas pautas que nos ayuden a
perdonar.
3.2 Partamos de un discernimiento: ¿qué clase de cosas son las que sana el
tiempo? Hay personas que simplemente "sepultan" sus heridas, con la única
consecuencia de que éstas se enconan e infectan y vuelven a salir a luz en peor
estado. Otras personas, en cambio, piensan una y otra vez sus dolores, como
recocinándolos, o como si quisieran beber y brindar un potaje de amargura. Por eso
la pregunta: ¿qué clase de cosas sana el tiempo?
3.3 Podemos decir que han de darse tres condiciones para que el tiempo ayude a
sanar una herida emocional: (a) Radical conciencia del poder inmenso del amor de
Dios, como paciencia y providencia, como ternura y firmeza, como sabiduría y
misericordia; (b) Inmensa claridad sobre los propios límites y sobre el hecho de que
todos estamos hechos del mismo barro; (c) Profundo deseo de bendición, luz y
sanación para todos los implicados en cada uno de los acontecimientos, de modo
que aparezca y se realice toda y sola la voluntad de Dios.
3.4 Sobre esta base, perdonar significa: (a) Abrir los ojos ante los ojos de Cristo;
secar las lágrimas y contemplar con una misma mirada el dolor y el amor de su
Cruz; (b) Pedir el bien, anhelar la pascua, buscar y amar la luz; (c) Absolver —no
en nuestro nombre sino en el nombre de Cristo—, y de inmediato pedir a Dios que
dé sus bienes al que nos ha ofendido.
3.5 Feliz quien recibe perdón. Cien veces feliz quien aprende a perdonar.
Fr. Nelson Medina, O.P.