Nuestra Señora de los Dolores (15 de Septiembre)
Padre Julio Gonzalez Carretti
Lecturas:
a.- Heb. 5, 7-9: Aprendió a obedecer, es autor de salvación eterna.
En la primera lectura, encontramos la figura de Jesucristo, Sumo y Eterno
Sacerdote, ejerciendo su ministerio sacerdotal en la liturgia del Cielo. Una
vez que el autor sagrado, ha establecido las condiciones de todo pontífice
(cfr. Heb. 5,1-6), destacando entre otras (vv. 7-10), la participación de
Cristo en los sufrimientos humanos, y las súplicas que en su vida elevó al
Padre a favor de los hombres, fue escuchado, obedeciendo se convirtió en
causa de salvación eterna para los que le obedecen (v.9). El autor sagrado
destaca la condición humana del sacerdote. Si representa a los hombres
ante Dios, debe ser uno de ellos, para compadecerse de sus miserias,
porque antes las compartió (Hb. 2,17-18; 4,15). Esa condición humana, su
carne, queda bien demostrada en su vida terrena, por su debilidad, sobre
todo, por su pasión y muerte (cfr. Rm.7,5). Como sacerdote, el Inocente,
no podía ofrecer sacrificios por sí mismo, por sus propios pecados, como los
otros sacerdotes (cfr. Heb. 5, 3); pero sí podía ofrecer oraciones, y su
pasión, que padece con espíritu de obediencia al Padre (v.7). Porque esa
obediencia, le costó como hombre, experiencia que le lleva finalmente a
subir a la Cruz, y le convierte en el perfecto Mediador, para obrar a favor
nuestro, hasta convertirse en autor de salvación, por ello, es proclamado
como Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec (vv. 8-10; cfr. Heb.
2,10). La diferencia entre en tre el sacerdocio de Aarón y el de Cristo reside
en que el primero sólo es solidario con el pueblo en su pecado, aunque esté
separado de la comunidad, mientras que Jesucristo es solidario con su
pueblo desde su condición de laico, pero sin pecado: es el Inocente por
excelencia (cfr. Hb.4,15). Cuando el autor sagrado, habla de súplicas y
oraciones que Cristo elevó al Padre a favor de los hombres, se refiere a su
oración en el huerto de Getsemaní (cfr. Mt. 26, 37-44; Mc. 14, 33-39; Lc.
22, 41-44). Efectivamente los evangelios, hablan de sudor y sangre, no de
lágrimas, pero tampoco las excluyen. Las oraciones, iban dirigidas a quien
podía salvarle de la muerte, el Padre, para que lo librara de la pasión (cfr.
Mt. 26, 39); esa oración fue escuchada, pero no le libro de ese tipo de
muerte. ¿Cómo se entiende lo de “escuchado”? No le libró de la pasión,
pero sí del temor a ella, por ello era confortado por el ángel (cfr. Lc. 22,43).
La oración de Jesús, en su totalidad, a pesar del temor, era de plena
conformidad con la voluntad del Padre. ¿En qué consistía esa voluntad? En
la salvación del mundo, por medio de su pasión, muerte y resurrección; no
le libró de la muerte física, pero sí lo arrancó de su poder (cfr. Hch. 2,
24.27), transformando esa muerte en exaltación de gloria y fuente de vida
eterna para la humanidad (cfr. Hb. 2, 9-10; 5,9; Jn.12, 27; 13,31; 17,5;
Flp. 2,9-11). Entendido así, Cristo entonces sí fue escuchado en razón de su
piedad, respeto y devoción al querer del Padre. Este mismo sentido se
deben entender las expresiones, “aprendió obedeciendo a padecer” (v.8) y
fue “perfeccionado” (v. 9). Es la obediencia, hasta el final, por la cual, Dios
lo exaltó a la gloria de la Resurrección y Ascensión a la derecha del Padre
en los Cielos (cfr. Flp. 2,8-9).
b.- Jn. 19, 25-27: La Virgen María al pie de la Cruz.
El evangelio, nos presenta esta escena, que es propia de Juan Apóstol.
Destaca el evangelista, el hecho de “estar junto a la cruz” el grupo de
mujeres: María, la Madre Dolorosa, María, la Magdalena y otras, que lo
acompañaron durante su vida, ahora lo ven morir en la cruz (cfr. Mt. 27,56;
Mc. 15,40). La soldadesca, custodia los cuerpos y el lugar, para evitar
revueltas, como eso podía durar su tiempo, estaban sentados (cfr. Mt. 27,
36); mientras “mirando de lejos” estaba este grupo de mujeres (cfr. Mc
15,40). Pasado el tiempo y previendo que se avecinaba la hora del deceso,
el centurión les habría permitido acercarse a la cruz, a los condenados (cfr.
Mc. 15, 44-45). Minutos antes de expirar, Jesús, y ver ahí a su Madre y al
discípulo amado, dijo a su Madre: “Mujer ahí tienes a tu hijo”. Luego dijo al
discípulo: Ahí tienes a tu madre. Y desde Aquila hora el discípulo la recibió
en su casa” (vv. 26-27). El Crucificado ha entregado todo por la salvación
del mundo, y antes de entregar lo único que le quedaba, la vida, dona
también a su Madre. La convierte en Madre espiritual de todos los hombres,
todos los cristianos quedan en las manos de María Santísima Dolorosa, y en
la persona de Juan, Jesús proclama la afiliación espiritual de todos lo
hombres respecto de María, su Madre. Estas palabras de Cristo, su sentido
mariológico, se encuadran en un contexto de pasión, muerte y resurrección,
cargado de tipologías mesiánicas, eclesiales y sacramentales; simbolismos y
cumplimientos de antiguas profecías. Cristo muere como rey y cordero
pascual (cfr. Jun. 19,2-6; 19,14); su túnica de una sola pieza (cfr. Jn. 19,
23. 24; 21, 11; Lc. 5, 1-11; 1 Re 11,12ss), la efusión de su Espíritu antes
de expirar (cfr. Jn.19,30), la profecía de Caifás sobre la redención de todos
(cfr. Jn. 11, 49-52); la sangre y el agua, origen del bautismo y la eucaristía
(cfr. Jn. 19, 34).
Hay una característica en este evangelista que esta empapado de la idea la
revelación en cuanto al mensaje como en la narración de la escena, y que
puede llegar una persona particular, como al grupo (cfr. Jn. 1, 42.47; 2,2;
4, 9; 9,40-41). Ni al discípulo Juan, ni a María, su Madre, Jesús llama por su
nombre, sino por Discípulo y Mujer. ¿Qué sentido tiene que la llame así?
Tenemos como trasfondo pasajes del AT, concretamente del Génesis (cfr.
Gn. 3,1-5. 20) en que la Mujer representa a la Hija de Sión. Relacionados
con María, será la Nueva Eva, como Cristo es el nuevo Adán, a decir de
Pablo (cfr. Gn. 4,1; Rom. 5,14;1 Cor. 15, 45-49), enemistada su
descendencia con la de la serpiente (cfr. Gn. 3,5), victoriosa en su Hijo,
porque es denominada Madre espiritual de todos los nuevos vivientes (Gn.
3,20). Ella es la Hija de Sión, Madre que da a luz un pueblo nuevo (cfr. Is.
66,7-8; Miq. 4,9-10). Los términos Mujer Sión y Mujer Eva, dan como
resultado en Juan que: María, es la Madre espiritual del Génesis, que con
dolor corredentor al pie de la Cruz, da a luz al pueblo nuevo de los
redimidos, que acoge este don del Padre y del Hijo, como Hija de Sión.
Cuando el Hijo, pronunció estas palabras desde lo alto de la Cruz, la fe de
María había alcanzado su madurez, por lo tanto, comprendió perfectamente
lo que en ellas se proclamaba, pero será con la luz de la Resurrección y
Pentecostés en que alcanzan su plenitud, su significado, porque nace la
Iglesia con la fuerza del Espíritu Santo. Juan acogió a María en su hogar,
Madre viuda, pero también, se entiende que Cristo le confió toda la Iglesia,
todos los redimidos, por eso es acogida en la comunidad eclesial, en el
hogar del apóstol Juan. Madre dolorosa, ruega por todas las madres
cristianas que sufren por los hijos, que mueren en forma violenta, se
alejaron de Dios, están enfermos, etc., y por todos nosotros. Amén