XXV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B.
Pautas para la homilia
Las lecturas de este domingo nos ofrecen a modo de síntesis estos objetivos o
pautas de vida fundamentales a realizar como cristianos:
1º Primacía de Dios: “Dios es mi auxilio: el Seor sostiene mi vida” (Salmo
Responsorial).
2º Ordenar la vida con sabiduría: “La sabiduría que viene de arriba ante todo es
pura y, además, es amante de la paz, comprensiva, dócil, llena de misericordia y
buenas obras, constante, sincera” (1ª lectura).
3º Instauración de un mundo en paz: “Los que procuran la paz están
sembrando la paz”… “Donde hay envidias y rivalidades, hay desorden y toda clase
de males” (2ª lectura).
4º Aceptación gustosa del sacrificio por los demás: “El Hijo del hombre va a
ser entregado” (Evangelio).
5º Actitud de servicio y ayuda desde la humildad: “Quien quiera ser el
primero, que sea el servidor de todos” (Evangelio).
6º Disposición serena ante la muerte: “El Hijo del hombre va a ser entregado
en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días
resucitará” (Evangelio).
7º Apertura de la mente a los planes de Dios: “Pero no entendían aquello, y les
daba miedo preguntarle (Evangelio).
8º Sinceridad con Dios: “¿De qué discutíais por el camino? Ellos no contestaron,
pues por el camino habían discutido quién era el más importante” (Evangelio).
9º Vida sencilla y confiada: “Y, acercando a un nio, lo puso en medio de ellos,
lo abrazó y les dijo: «El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a
mí; y el que me acoge a mí no me acoge a mí, sino al que me ha enviado.»
(Evangelio).
Primera: Primacía de Dios (Sal 53)
El Salmista recoge en este Salmo una convicción muy enraizada en la fe de Israel.
Yahvé era el todo de su vida. La historia de este pueblo se apoya en una fe firme y
constante en que su Dios es el verdadero Dios que lo creó, lo eligió y lo ha
acompañado siempre en los momentos más difíciles de su historia. Sin Yahvé su
vida carece de sentido y de orientación. Es algo que los discípulos de Jesús han de
tener muy presente. Una vida sin Dios está abocada al desastre.
Segunda: Ordenar la vida sabiamente (Sab 2,17)
Los libros del Antiguo Testamento se refieren muchas veces a la diferencia entre los
caminos del justo y de los pecadores. En el fragmento del libro de la Sabiduría que
escuchamos hoy el sabio ensalza una vez más el acierto de los justos en ordenar su
vida de acuerdo con los dictámenes de la Sabiduría. Comportamiento que difiere
abismalmente de los criterios y maquinaciones de los necios. Éstos no solamente
rechazan el obrar sabiamente sino que incluso persiguen a los que obran bien. En
nuestro mundo moderno observamos cómo se repiten estas dos clases de
personas. Muchos son los que viven a lo loco sin percatarse de que su vida está
vacía de sentido. Buscan la felicidad y no la encuentran en ninguna parte. Y lo que
es peor rechazan y persiguen a quienes intentan echarles una mano.
Tercera: Trabajar por un mundo en paz (St 3)
Esta vez es el apóstol Santiago, testigo de las dificultades de las primeras
comunidades cristianas para vivir según las exigencias del amor predicado por
Jesús, quien advierte a sus fieles: “Donde hay envidias y rivalidades, hay desorden
y toda clase de males”. Diariamente asistimos a los conflictos que se producen en el
ámbito familiar y social como efecto de la envidia, de la ambición, del rencor, del
odio y demás rivalidades humanas. Se repite una y otra vez que es necesario luchar
contra la violencia de todo género, y lamentablemente nuestra sociedad se
caracteriza por un sinfín de clases de violencia. Hoy se hace especialmente
necesario recordar el lema que Jesús dio a sus seguidores. “Amaos como yo os he
amado…, como yo y el Padre nos amamos… Mi paz os dejo, mi paz os doy… No
como el mundo la da os la doy Yo”.
Cuarta: Aceptación gustosa del sacrificio por los demás (Evangelio)
En el coloquio íntimo que Jesús tiene con sus discípulos, después de su larga
correría apostólica por los pueblos de Galilea, lo primero que les comunica es que
“el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y,
después de muerto, a los tres días resucitará”. Ante la extraeza de los presentes
por este anuncio, Jesús no se inmuta, ni se corrige. Éste es el objetivo y fin de su
vida, y éste ha de ser también el faro que oriente, ilumine y dirija la vida de sus
discípulos. Y esto lo comunica Jesús a sus más cercanos en un momento en que
ellos discuten sobre quién, entre ellos, era el más importante. Jesús sale al paso de
las falsas ilusiones que podían forjarse sus seguidores. Si Él orientó toda su vida al
Calvario de una Cruz, para reconciliar con el Padre a toda la humanidad, también el
programa de sus discípulos deberá estar dirigido hacia este cometido por duro y
áspero que se presente.
Quinta: Actitud de servicio y ayuda desde la humildad
El víacrucis que Jesús propone a sus seguidores no está marcado por unas
estaciones más o menos espectaculares y devotas. Jesús lo que pretende es que
quienes se decidan a seguirle adopten un plan de vida como el suyo “que pas por
el mundo haciendo en bien”. Por eso, tras el anuncio de su muerte a manos de sus
enemigos, Jesús aade: “Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y
el servidor de todos”. Ayudar con sencillez a los demás, entender la vida como una
ayuda y servicio a los necesitados, éste será en adelante el distintivo único e
imprescindible de quienes pretendan considerarse verdaderos discípulos de Cristo.
Hace unas décadas se public un libro con el sugerente título “Una Iglesia que no
sirve, no sirve para nada”. Creo que bajo este título se recoge una de las
intenciones más genuinas del Maestro sobre el futuro de las comunidades
cristianas: el servicio
Sexta: Disposición serena ante la muerte
Todo programa de vida ha de elaborarse mirando al fin. Después del anuncio
escueto de su Pasin, Jesús insiste sobre el tema: “El Hijo del hombre va a ser
entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los
tres días resucitará”. Jesús se muestra contento ante su destino. Su próxima
muerte no le produce, ni miedo, ni angustia alguna. Eso mismo desea Jesús a sus
discípulos. Según Él la muerte, si se la considera final de nuestra etapa terrena, no
debe espantar a nadie. Tras ella llega la resurrección a una vida eterna con Dios.
Séptima: Apertura de la mente a los planes de Dios
San Marcos señala que los discípulos, cuando escucharon el anuncio de Jesús sobre
su destino final “no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle”. Y aún dice
más. Este miedo a preguntarle provenía del hecho de que durante el camino habían
discutido quién era el más importante. Para el evangelista lo ocurrido es muy
significativo. Mientras uno está embebido en preocupaciones mundanas no puede
entender la voz de Dios. Se le oye, pero no se le entiende. Entre las actitudes
primordiales del cristiano, la apertura de la mente y del corazón a los planes de
Dios es fundamental. Él y su voluntad han de ser el faro al que dirigir la mirada
todos los días. Esa mirada atenta fue una constante en el paso de Jesús sobre la
tierra: “Yo he venido a cumplir la voluntad de mi Padre”.
Octava: Sinceridad con Dios
Otra pauta de vida que apunta el evangelio de hoy es la sinceridad con Dios. Hace
algunos años se publicaron una reflexiones de un obispo anglicano bajo el título
“Sinceros para con Dios”, en el que abordaban cuestiones referentes a las causas
de la crisis actual dentro de la Iglesia. En aquellos momentos, y más aún en el
presente, es importante reflexionar sobre la sinceridad en nuestras actitudes y
comportamientos cristianos. En el párrafo anterior comentábamos esta indicación
del evangelio de hoy. Al preguntar Jesús a sus discípulos “¿De qué discutíais por el
camino?” el evangelista seala escuetamente “ellos no contestaron”. Al menos
fueron sinceros. Ocurre en más de una ocasión que Dios nos sorprende, nos pilla
fuera de juego. No vale mirar hacia otro lado. Dios nos ve y nos conoce. Nada
podemos ocultarle. Lo más honesto en esta situación es reconocer nuestro error,
nuestra falta, nuestro despiste. Sólo unos cristianos sinceros con Dios desde su fe y
su comportamiento diario pueden manifestar ante el mundo la autenticidad de su
ser cristiano.
Novena: Vida sencilla y confiada en el Padre
El relato evangélico concluye con esta afirmacin: “Y, acercando Jesús a un nio, lo
puso en medio de ellos, lo abrazó y dijo: El que acoge a un niño como éste en mi
nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí no me acoge a mí, sino al que me
ha enviado”. Jesús cierra esta catequesis familiar y privada con sus discípulos
recordando uno de sus gestos y enseñanzas más características recogidas en los
evangelios: su predilección y cercanía con los sencillos, los humildes, los que nada
pueden, los sin voz, los pobres, los desheredados. También sus seguidores deberán
imitar y reproducir en sus vidas esta característica de su persona y de su evangelio.
Fr. Roberto Ortuño O.P.
Torrent-Vedat (Valencia)