Ciclo B. XXIV Domingo del Tiempo Ordinario
Félix Villafranca, C.M.
¿Quien decís que soy Yo?
Traslademos en el túnel del tiempo esta pregunta incisiva de Jesús a sus discípulos
a nuestro hoy y a nuestra gente. Si nos hiciesen de pronto esta pregunta en la calle
¿que responderíamos nosotros, seguidores de Jesús de toda la vida?
Más de uno se quedaría perplejo, sin palabras. Quizá, con suerte, no serían los
más, porque nos estamos dirigiendo a los seguidores oficiales de Jesús, a los que
hemos nacido y crecido en una familia creyente…
Seguramente habría más de un aventurero que, como Pedro, se lanzase a decir
maravillas del Maestro: “Tu eres Dios y hombre verdadero, el Hijo de Dios y el
hijo de María, el Salvador que dio su vida por nosotros, el que nos va a juzgar, más
allá del tiempo, con entraas de misericordia…”
Seguro que Jesús nos sonreiría bonachonamente en el espejo de nuestra conciencia
por la espontaneidad de nuestra respuesta…Pero Jesús no es ese amigo facilón que
se deja ganar por palabras lisonjeras. Él va más allá de las palabras de etiqueta y
de tambor…
Seguir a Jesús hoy tiene implicaciones tan serias y desconcertantes como las que
relata el evangelista a continuacin: “El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho,
tiene que ser condenado…, ser ejecutado y resucitar a los tres días”
Ante estas palabras, nuestra reaccin, como la de Pedro, no se hace esperar: “No,
eso no, eso nunca…” Entendemos bien, inteligentes que somos, que la proposicin
de Jesús a Pedro supone un desmontaje en toda regla de nuestra concepción
fantasiosa del seguimiento de Jesús: no es que vamos a estar a la derecha y a la
izquierda de Jesús, en ese reino mesiánico fabricado por nuestra imaginación, sino
que vamos a tener que acompañarle hasta el abismo de nuestra propia
inmolacin…
Seguir a Jesús hoy, es sumergirse en el propio anonadamiento, para dar nueva vida
a esta realidad cotidiana que no nos gusta… Es entrar en el santuario de nuestra
conciencia y ver qué presencia viva tiene El, si tiene alguna, en lo íntimo de
nuestro yo…Es entrar en la familia y ver que como son nuestras relaciones
familiares a la luz de su palabra… Es visualizar en la pantalla global de nuestro
planeta las zonas oscuras y agujeros negros que tenemos que esclarecer: crisis
económicas, demagogias, falsedades y mentiras de los hombres y mujeres de pro,
corrupciones que sonrojan, tensiones internacionales permanentes, mensajes
torcidos de paz… y un largo etc.
Seguro que vamos a morir en el intento. La mirada fría y calculadora de los
“realistas y progresistas” de siempre nos va a helar el alma: nos llamarán ilusos,
anticuados, enemigos del progreso, carcas…, y no sé cuantas cosas más.
Pero Jesús amainará el viento y calmará la tempestad: “No tengáis miedo,
hombres de poca fe; aquí estoy yo en medio de vosotros” “El discípulo no tiene
mejores condiciones que el Maestro: Si a mi no me entendieron y me persiguieron,
tampoco os entenderán a vosotros y también os perseguirán…”
A lo largo de la historia ha habido hombres y mujeres que han cruzado los mares
turbulentos del tiempo con los únicos remos de la ilusión y la entrega incondicional,
manteniendo siempre bien tensas las velas de la esperanza…
Y estas velas desplegadas de los seguidores de Jesús hoy y siempre no son ni más
ni menos que las Bienaventuranzas, el código ético-moral y social más progresista
que el legislador más aventurero de los que en el mundo han sido jamás se atrevió
a promulgar.
Esta proclamación abierta de Jesús deja en entredicho la soflama de nuestros
poetas: “Y los sueos son”. Jesús, en cambio, nos dice en sus Bienaventuranza:
“Estos sueos son para que los hagáis realidad…”
Seguir a Jesús hoy es tomarse en serio el proyecto de las Bienaventuranzas, creer
en la esperanza: que más allá de la muerte de nuestro propio anonadamiento está
la certeza de un nuevo horizonte: la vida en plenitud. “…El Hijo del hombre tiene
que morir y resucitar” Y nosotros, sus amigos leales, también.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)