Ciclo B. XXIV Domingo del Tiempo Ordinario
Antonio Elduayen, C.M.
¿ Queridos amigos
¿Quién dicen ustedes que soy yo? Es la gran pregunta que nos sigue haciendo
Jesús. En el contexto del evangelio (Mc 8, 27-35), no le interesa saber en qué
concepto le tenemos, si muy alto o bajo, si Rabí, profeta o rey. Él busca una
respuesta que nos involucre y comprometa con Él. Algo así como cuando Pedro le
respondi “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo” (Mt 16, 16) o cuando, aún
mejor, le dijo “Seor, ¿a quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna.
Nosotros creemos y sabemos que Tú eres el Santo de Dios (Jn 6, 68-69). Y cuando,
aún mucho mejor, en aquella tarde postpascual, le dijo: “Seor, Tú lo sabes todo,
Tú sabes que te amo”·(Jn 21, 17).
Alguien a quien amo y por quien estoy dispuesto a dar la vida, es la respuesta que
Jesús espera de nosotros. Como expresión sincera que brota de un corazón de
discípulo enamorado, pero, también y sobre todo, como expresión de una decisión
de seguirle cueste lo que cueste y hasta las últimas consecuencias. Es sintomático y
patético que en los tres sinópticos la gran pregunta de Jesús vaya seguida de la
revelación del llamado secreto mesiánico: cuando comenzó a decir que el Hijo del
Hombre debía sufrir mucho y ser rechazado…, que sería condenado a muerte, y que
resucitaría al tercer día” (Mt, 16,13; Mc 8,31; Lc 9,18).
En el seguimiento de Jesús podemos sentir y decir y hasta hacer cosas muy bellas,
mientras no choquen con nuestros intereses, llámense salud, dinero, tiempo,
perdn, expectativas… Pero en cuanto chocan, cuando nos exigen tiempo o dinero,
sacrifico y renuncia (a comodidades., por ejemplo), cuando vemos que las cosas no
van a salir como nosotros las esperábamos, entonces el seguimiento de Jesús se
nos hace muy cuesta arriba y flojeamos o abandonamos. Es lo que les pasó al
principio a los apóstoles. Le seguían por el camino e iban tras sus huellas muy
contentos, pero cuando les habló de su muerte, del aparente unhappy end de su
vida, se resistieron y protestaron (Mt 16, 22; Mc 8,32).
En el seguimiento de Jesús nos puede pasar como a los apóstoles hermanos,
Santiago y Juan. Física y externamente iban con Jesús, pero su mente y su corazón
(intereses) estaban a años luz de distancia. Simplemente no sintonizaban con Él. El
trigo tiene que morir para que dé fruto, nos dijo Jesús en una situación similar (Jn
12,24). No hay otro camino. Es la condición necesaria para que el trigo (nosotros)
dé fruto (demos frutos). Y añadió: Quien quiera realizarse y obtener éxito en la
vida, tendrá que trabajar duro y parejo, sacrificarse harto. Al contrario, quien sólo o
sobre todo busque pasarlo bien, desentendiéndose de todo y de todos, ese está
labrando su ruina y pronto será un guiñapo humano (Jn 12, 24-25). Aunque “el
mundo” diga lo contrario. La conclusin de Jesús es lgica y vale para quien aspire
a ser alguien, como hombre y como cristiano: que tome su cruz (lo que cuesta
estar siempre en forma) y que me siga (Mc 8, 34s)
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)