EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Lunes de la vigésima cuarta semana del tiempo ordinario
Carta I de San Pablo a los Corintios 11,17-26.33.
Y ya que les hago esta advertencia, no puedo felicitarlos por sus reuniones, que en
lugar de beneficiarlos, los perjudican.
Ante todo, porque he oído decir que cuando celebran sus asambleas, hay divisiones
entre ustedes, y en parte lo creo.
Sin embargo, es preciso que se formen partidos entre ustedes, para se pongan de
manifiesto los que tienen verdadera virtud.
Cuando se reúnen, lo que menos hacen es comer la Cena del Señor,
porque apenas se sientan a la mesa, cada uno se apresura a comer su propia
comida, y mientras uno pasa hambre, el otro se pone ebrio.
¿Acaso no tienen sus casas para comer y beber? ¿O tan poco aprecio tienen a la
Iglesia de Dios, que quieren hacer pasar vergüenza a los que no tienen nada? ¿Qué
les diré? ¿Los voy a alabar? En esto, no puedo alabarlos.
Lo que yo recibí del Señor, y a mi vez les he transmitido, es lo siguiente: El Señor
Jesús, la noche en que fue entregado, tomó el pan,
dio gracias, lo partió y dijo: "Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan
esto en memoria mía".
De la misma manera, después de cenar, tomó la copa, diciendo: "Esta copa es la
Nueva Alianza que se sella con mi Sangre. Siempre que la beban, háganlo en
memora mía".
Y así, siempre que coman este pan y beban esta copa, proclamarán la muerte del
Señor hasta que él vuelva.
Así, hermanos, cuando se reúnan para participar de la Cena, espérense unos a
otros.
Salmo 40(39),7-8a.8b-9.10.17.
Tú no quisiste víctima ni oblación;
pero me diste un oído atento;
no pediste holocaustos ni sacrificios,
entonces dije: "Aquí estoy.
En el libro de la Ley está escrito
lo que tengo que hacer:
yo amo, Dios mío, tu voluntad,
y tu ley está en mi corazón".
Proclamé gozosamente tu justicia
en la gran asamblea;
no, no mantuve cerrados mis labios,
tú lo sabes, Señor.
Que se alegren y se regocijen en ti
todos los que te buscan
y digan siempre los que desean tu victoria;
"¡Qué grande es el Señor!"
Evangelio según San Lucas 7,1-10.
“No soy digno de que vengas a mi casa.” (Lc 7,6) Comentario del Evangelio por:
San Francisco de Asís (1182-1226) fundador de los frailes menores Primera Regla
17
Cuando Jesús terminó de decir todas estas cosas al pueblo, entró en Cafarnaún.
Había allí un centurión que tenía un sirviente enfermo, a punto de morir, al que
estimaba mucho.
Como había oído hablar de Jesús, envió a unos ancianos judíos para rogarle que
viniera a curar a su servidor.
Cuando estuvieron cerca de Jesús, le suplicaron con insistencia, diciéndole: "El
merece que le hagas este favor,
porque ama a nuestra nación y nos ha construido la sinagoga".
Jesús fue con ellos, y cuando ya estaba cerca de la casa, el centurión le mandó
decir por unos amigos: "Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres
en mi casa;
por eso no me consideré digno de ir a verte personalmente. Basta que digas una
palabra y mi sirviente se sanará.
Porque yo -que no soy más que un oficial subalterno, pero tengo soldados a mis
órdenes- cuando digo a uno: 'Ve', él va; y a otro: 'Ven', él viene; y cuando digo a
mi sirviente: '¡Tienes que hacer esto!', él lo hace".
Al oír estas palabras, Jesús se admiró de él y, volviéndose a la multitud que lo
seguía, dijo: "Yo les aseguro que ni siquiera en Israel he encontrado tanta fe".
Cuando los enviados regresaron a la casa, encontraron al sirviente completamente
sano.
Comentario del Evangelio por :
San Francisco de Asís (1182-1226) fundador de los frailes menores
Primera Regla 17
“No soy digno de que vengas a mi casa.” (Lc 7,6)
Por el amor de Dios, suplico a todos los hermanos, --los que predican, los que
oran, los que trabajan con sus manos, clérigos y laicos--, de crecer en la humildad
en todo, de no gloriarse vanamente, de encontrar su gozo o enorgullecerse
interiormente por las buenas palabras y las buenas acciones que Dios dice o cumple
a veces en ellos o a través de ellos. Según la palabra del Señor: “No os alegréis que
los espíritus se os sometan.” (Lc 10,20) Estemos plenamente convencidos: no
tenemos nada más que nuestras faltas y pecados. Alegrémonos más bien en las
pruebas cuando hemos de soportar, en el cuerpo o en el alma, toda clase de
tribulaciones en este mundo por amor de la vida eterna.
Hermanos, guardémonos de todo orgullo y de toda vana gloria.
Guardémonos de la sabiduría de este mundo y de la prudencia egoísta. El que es
esclavo de sus tendencias egoístas pone mucho interés en preparar discursos, pero
pone poco interés en pasar a las obras. En lugar de buscar la religión y la santidad
interior del espíritu, desea una religión y una santidad exteriores bien visibles a los
ojos de los hombres. De ellos dice el Señor: “Os lo digo en verdad, ya han recibido
su paga.” (cf Mt 6,2) En cambio, aquel que es dócil al espíritu del Señor quiere
humillarse por ser egoísta, vil y bajo en esta carne. Se ejercita en la humildad y en
la paciencia, en la pura simplicidad y en la paz verdadera del espíritu. Desea
siempre y por encima de todo el temor filial de Dios, la sabiduría de Dios y el amor
de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
"servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”