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Día litúrgico: Martes XXIV del tiempo ordinario
Texto del Evangelio ( Lc 7,11-17): En aquel tiempo, Jesús se fue a una ciudad
llamada Naím, e iban con Él sus discípulos y una gran muchedumbre. Cuando se
acercaba a la puerta de la ciudad, sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su
madre, que era viuda (). Al verla el Seor, tuvo compasin de ella, y le dijo: «No
llores». Y, acercándose, tocó el féretro. Los que lo llevaban se pararon, y Él dijo:
Joven, a ti te digo: levántate. El muerto se incorpor y se puso a hablar ().
Comentario: REDACCIÓN evangeli.net (elaborado a partir de textos de Benedicto
XVI) (Città del Vaticano, Vaticano)
La grandeza de la humanidad depende de su relación con el que sufre
Hoy se pone de relieve la misericordia de Dios hacia los necesitados. La grandeza
de la humanidad está determinada esencialmente por su relación con el sufrimiento
y con el que sufre. Esto es válido tanto para el individuo como para la sociedad.
Una sociedad que no logra aceptar a los que sufren y no es capaz de contribuir
mediante la "com-pasión" a que el sufrimiento sea compartido es una sociedad
inhumana. Pero la sociedad no puede acoger a los que sufren si los individuos
mismos no son capaces de hacerlo y, en fin, el individuo no puede aceptar el
sufrimiento del otro si no logra encontrar personalmente en el sufrimiento un
sentido, un camino de maduración y de esperanza.
—Jesús, ayúdame a acoger al que sufre haciendo mío su sufrimiento. Entonces este
sufrimiento compartido quedará traspasado por la luz del amor y
experimentaremos la alegría de la consolación: los dos —unidos en el sufrimiento—
te encontraremos a ti, que has sufrido en la Cruz por nosotros.
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