Fiesta. San Mateo, Apostol y Evangelista (21 de Septiembre)
Lecturas bíblicas
a.- Ef. 4,1-7.11-13: Ha constituido a unos, apóstoles; a otros,
evangelistas.
El apóstol Pablo hace una exhortación moral a la comunidad, donde revela
una estructura eclesial que habla del ser en la Iglesia y del ser de la Iglesia,
es decir dones y vocaciones proporcionadas por el Espíritu Santo. La
exhortación es a vivir la propia vocación, a la que han sido llamados de
manera digna, conforme al querer del que los convoca. La vocación no es
sólo llamada divina, sino un sentido muy concreto de inserción en la
comunidad eclesial, asamblea de los convocados. La mayor preocupación
del apóstol es vivir esta vocación cuidando lo esencial: la unidad del
Espíritu. Unidad que viene de lo alto, don de la Trinidad, con el cultivo
esforzado de las virtudes cristianas de la humildad, paciencia,
mansedumbre. Esta unidad se manifiesta luego en la Iglesia, Cuerpo de
Cristo, realidad anterior a cada comunidad, por el bautismo cada hombre
queda injertado en este cuerpo eclesial, formando parte de él. Este cuerpo
adquiere armonía no por la colectividad o la unión de sus miembros son por
la acción del único Espíritu que la convoca, anima, vivifica, unifica a todo el
cuerpo. Luego Pablo añade: “Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo,
un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, por todos y en todos.
A cada uno de nosotros le ha sido concedido el favor divino a la medida de
los dones de Cristo.” (vv. 5-7). Si los evangelistas y Pablo, insisten en el
título de “Jesús, el Señor”, es para advertir a todos los miembros de la
Iglesia, que en ella hay uno sólo, Señor al que obedecer, y nunca los
dirigentes podrán sustituirle, que por su resurrección se ha quedado en la
comunidad eclesial, por medio de su Espíritu, su Evangelio, la Eucaristía y la
oración. Sólo ÉL da razón del existir de la Iglesia, por ello convoca a
ingresar a ella para ser de la comunidad de los llamados, redimidos y
santificados. La gracia ha sido dada a cada según la medida de Cristo, todos
los ministerios eclesiales responden a una llamada divina, dones que Cristo
proporciona a su Iglesia. Todos estos ministerios tienen una finalidad más
allá del esfuerzo del hombre, puesto que apuntan a la permanente
construcción del Cuerpo de Cristo en el amor, otros vendrán y continuarán
la tarea, lo importante es que cada uno viva la vocación recibida en las
coordenadas de su tiempo y espacio.
b.- Mt. 9, 9- 13: Sígueme. El se levantó, y lo siguió.
Este evangelio consta de dos partes: la vocación de Mateo (v. 9), y la
comida de Jesús con los pecadores (vv.10-13). Luego de relatar la vocación
de los cuatro primeros apóstoles (cfr. Mt. 4,18-22), habla de la vocación de
Mateo, o Leví (cfr. Mc. 2,14; Lc.5,27-28). Está presente en las listas de los
Doce elegidos por Jesús (cfr. Mt. 10, 3; Mc. 3, 18; Lc. 6, 15; Hch. 1, 13). En
hebreo, su nombre significa “don de Dios”. El primer Evangelio, que lleva su
nombre, nos lo presenta en la lista de los Doce con una calificación muy
precisa: “el publicano” (Mt. 10, 3). De los Evangelios emerge un nuevo
detalle biográfico: en el pasaje que precede a la narración de la llamada, se
refiere un milagro realizado por Jesús en Cafarnaúm (cfr. Mt. 9,1-8; Mc. 2,
1-12), mencionando la cercanía del Mar de Galilea, es decir, el Lago de
Tiberíades (cfr. Mc. 2,13-14). Se puede deducir que Mateo, ejercía de
recaudador en Cafarnaúm, situada precisamente «junto al mar» (Mt. 4, 13),
donde Jesús era huésped fijo en la casa de Pedro. Es un recaudador de
impuestos, clase social despreciada por los judíos, considerados impuros
porque hacían transacciones monetarias, lucraban con su negocio. Mateo,
de hecho, no sólo manejaba dinero considerado impuro, por provenir de
gente ajena al pueblo de Dios, sino que además, colaboraba con una
autoridad extranjera, como era Roma, odiosamente ávida, cuyos tributos
podían ser determinados arbitrariamente. Por estos motivos, en más de una
ocasión, los Evangelios mencionan conjuntamente a los “publicanos y
pecadores” (Mt. 9, 10; Lc. 15, 1), a los “publicanos y prostitutas” (Mt. 21,
31). Además, ven en los publicanos, un ejemplo de avaricia (cfr. Mt. 5, 46),
y mencionan a uno de ellos, Zaqueo, como “jefe de publicanos, y rico” (Lc.
19, 2), mientras la opinión popular les asociaba a “hombres rapaces,
injustos, adúlteros” (Lc. 18, 11). Ante estas referencias, hay un dato que
salta a la vista: Jesús no excluye a nadie de su amistad. Sin embargo, Jesús
llama a un hombre de esa clase, lo que denota la predilección de Dios por
los despreciados de la sociedad. Es galileo como los demás, un pecador se
agrega al número de sus discípulos. Mateo, oye el llamado, lo deja todo y
sigue inmediatamente a Jesús; sabe que es su hora, responde a las
condiciones establecidas por Jesús para seguirle (cfr. Mt. 8, 19-22). Su
entrega es sn reservas, algo semejante ocurrirá con otro recaudador,
Zaqueo, le entienden a Jesús (cfr. Lc.19,1-10). Deja su antiguo proceder
para convertirse en parte de la empresa de la salvación que Jesús lleva
adelante. En un segundo momento encontramos a Jesús y sus discípulos en
casa de Mateo, los obsequia con un banquete; pero no sólo ellos sino otros
mucho publicanos y pecadores, o sea, sospechosos de no cumplir con la Ley
de Moisés, por sus
malas costumbres, o profesión. Jesús, no se avergüenza de estar en medio
de ellos, ni teme quedar impuro, según la Ley. Los fariseos entran en
escena, condenando el hecho, escandalizados de lo que ven: no puede ser
voluntad de Dios, no está de acuerdo con la Ley. La doctrina de este nuevo
rabino, no puede permitirse tal escándalo. Intervine sin más Jesús: “No
necesitan médico los que están fuertes sino los que están mal. Id, pues, a
aprender qué significa aquello de: Misericordia quiero, que no sacrificio.
Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores. (vv. 12-13;
Mc.2,17). Con elle deja establecido Jesús que vino por los enfermos, los
necesitados de salud, de salvación. Jesús está ahí, como médico divino, ha
venido para visitarlos, recibirles, sanarlos. Y son estos, considerados los
pecadores, los depreciados, lo que más necesitan de su mano para sacarlos
de la postración social y moral en que viven. Esta es la vocación de Jesús,
su misión. La cita de Oseas (6,6), viene a justificar la palabra de Jesús, ya
que no es que haga una intervención en las disposiciones de Dios, sino su
palabra y obras están fundadas en Dios. Por medio del profeta, Dios más
que sacrificios, misericordia compasiva, solicitud por los pobres y
necesitados, nacido todo de la bondad y el amor. Jesús no ha venido…, ha
sido enviado, no procede por iniciativa propia, es la expresión más clara de
su vocación. Ha venido de Dios, está presente, h recibido la misión de parte
de Dios y su poder. Jesús se refiere a los que son justos de verdad, no los
que se creen tales; la justicia es verdadera, pero insuficiente, si los justos
se separan de los pecadores y los abandonan a su destino (cfr. Lc.18, 9-
14). El verdadero justo obra según el querer de Dios, misericordia y no
sacrificios es lo que quiere Dios, por lo mismo, Dios en Jesús quiere seguir
redimiendo, sanando por medio de su misericordia. Estamos salvados por
pura misericordia, Dios quiere seguir salvando con nuestra misericordia. La
lección que nos deja Mateo, es escuchar a Jesús, levantarnos y seguirle son
sabia decisión.