XXV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
Padre Julio Gonzalez Carretti
DOMINGO
Lecturas bíblicas:
a.- Sab. 2, 12.17-20: Lo condenaremos a muerte ignominiosa
La primera lectura es un reflejo del sufrimiento del justo piadoso, que sufre en la
diáspora, de parte de los judíos que habían apostatado de su fe y de la maldad de
los hombres paganos. Es quizás, uno de los pasajes más realistas del libro de la
Sabiduría, donde se narra la actitud del impío frente a la existencia humana (Sab.
2, 1-5), la vida del tiempo presente (Sab. 2, 6-9) y frente a los justos (Sab. 2,10-
20). Mientras la Sabiduría es optimista frente a la vida que Dios dono a la creación,
no creó la muerte, y quiere que todo viva en su presencia; el impío sufre con el
misterio de la muerte, no tiene respuestas a ella (cfr. Sab.1, 13-15; 2,1). Si bien,
se encuentran expresiones semejantes en Job y en el autor de Eclesiastés, éstos
eran creyentes, en cambio, el impío asume una actitud gnóstica. Mensaje para los
judíos que viven en un ambiente hostil, la Alejandría del s. I, a. C., puesto que su
estilo de vida contrastaba con la corrupción reinante, lo que provocaba la reacción
de sus adversarios, sobre todo con el tema de la ley de Moisés que ellos no
cumplían, no eran fieles a las enseñanzas recibidas de sus padres (v.12). Los justos
israelitas, eran hombres de fe, lo que contrasta con el testimonio de los impíos, su
falta de fe y faltas graves; ellos poseían el conocimiento de Dios, por sus
costumbres los impíos eran considerados bastardos, impuros, y por ello, los justos
se apartaban de ellos (cfr. Rm.2,17-20). De esta forma el autor sagrado, convierte
la figura del justo en modelo de todos los hombres que son fieles a Dios, y que
sufren por causa de su fe de parte de sus adversarios (vv. 17-20). Hay un cierto
paralelismo con el Siervo sufriente de Isaías. Pero no todo es persecución, sino que
hay una luz de esperanza. “Pues si el justo es hijo de Dios, él le rescatará y le
librará de las manos de sus enemigos. Sometámosle al ultraje y al tormento para
conocer su temple y probar su entereza. Condenémosle a una muerte afrentosa,
pues, según él, Dios le protegerá.» (vv. 18-20). Si es hijo de Dios, Él lo rescatará,
pasaje profético según afirmación de algunos Padres, que describe la Pasión de
Cristo, porque también, Jesús sufrirá una muerte afrentosa, por ser el Hijo de Dios,
el Justo por excelencia (cfr. Mt.27,43; Hb.12,3), pero rescatado del poder de la
muerte, para resucitar por el poder del Padre.
b.- Sant. 3, 16-4,1-3: Los que procuran la paz están sembrando la paz; y su
fruto es la justicia.
La segunda lectura, nos remite al tema de la verdadera y falsa sabiduría. La
primera, es un estilo de vida; la segunda, es terrena, natural y demoníaca, porque
produce frutos amargos, como la envidia y la ambición (Sant. 3,15), en cambio, la
verdadera sabiduría viene de lo alto, perfecciona un estilo de vida, llevando al
hombre a la vida que Dios. La verdadera sabiduría se manifiesta en una serie de
virtudes muy concretas, como la pureza de costumbres, la paz, la misericordia, la
justicia, precisamente fruto de la paz. El apóstol está hablando de dos estilos de
vida, dos formas de enfrentar la realidad, de pensar y actuar; mientras, la
verdadera sabiduría lleva a la vida, la falsa sabiduría, genera conflictos humanos,
que hace que el hombre viva insatisfecho (cfr. Sant. 4,1). La invitación del apóstol,
es a trabajar por la paz, ser servidores de ella, para producir la justicia, y toda
clase de virtudes evangélicas, que contraste con la ambición, envidia y toda clase
de maldad (v.16; 4,1-2s), para que la sabiduría de Dios, redunde en bien de la
familia humana y eclesial.
c.- Mc. 9, 30-37: El Hijo del Hombre va a ser entregado. El que quiera ser el
primero, que sea el servidor de todos.
El evangelio nos presenta dos secciones: el segundo anuncio de la Pasión que hace
Jesús a sus discípulos (vv.30-32), y la discusión de los apóstoles sobre, ¿quién es
el mayor entre ellos? (vv. 33-37). El evangelista, nos presenta a Jesús, dirigiendo
sus pasos a su destino de cruz y muerte en Jerusalén; lo que Dios ha dispuesto
para su Hijo. Los discípulos, también entran este camino, si siguen a Jesús, que
camina delante de ellos (cfr. Mc.10, 32). Pasa por Galilea, lugar de sus grandes
obras, sin detenerse, procurando no ser reconocido, es el abandono definitivo de
estos parajes, es la irrupción de la salvación, es la hora del Hijo (v.30). El anuncio
de la pasión, es una realidad que comienza a verificarse, y Jesús se pone en camino
con decisión. Es el Hijo, “que será entregado en manos de los hombres” (v.32),
misterio que humanamente es incomprensible, por su dureza. Si antes se había
dicho que sería rechazado por las autoridades religiosas de Jerusalén, ahora el
anuncio es más radical: el Hijo será entregado a los hombres, es decir, no sólo se
puede referir a la traición de los hombres, sino a la violencia de ellos… lo más duro
es que Dios lo permite y lo quiere. Es la muerte expiatoria de Cristo, que Dios
dispuso, “entregado por nuestros pecados y resucitó para nuestra justificación”
(Rm. 4, 25). En el trasfondo, encontramos el querer de Dios, es la entrega del Hijo
por parte del Padre; Jesús se dispone personalmente a la muerte (cfr. Rm. 8,32;
Gál. 2, 20; Ef.5, 2; Is. 53, 6). Ser entregado, manifiesta la impotencia del Hijo del
Hombre, la maldad humana sobre ÉL, es el Siervo que carga sobre sus espaldas la
iniquidad humana. Los hombres lo matarán, pero el Padre lo resucitará a los tres
días (v.31; 1Cor.11, 23). Los discípulos no comprenden nada, no se atreven a
preguntar nada, víctimas del miedo y del terror. La palabra de Jesús es intangible,
inevitable, donde se manifiesta y descubre el designio de Dios, la maldad humana,
pero triunfa el poder del Padre. La segunda sección se abre en Cafarnaún, en casa
de Pedro y Andrés (v.1). Mientras iban de camino, mientras Jesús se sumerge en el
misterio de su pasión y muerte, los discípulos discutían quien era el mayor;
manifiesta qué lejos estaban los discípulos de Jesús, tan poco habían comprendido
de su seguimiento. Se da un contraste, entre el primer anuncio de la pasión que
cuenta con el rechazo de Pedro, en este segundo, permanecen en silencio. El
Maestro les hace una pregunta (v.33), siguen en silencio, se sienta, porque ahora,
les va a enseñar algo importante (cfr. Mc. 4,1s; 6,7; 13,3), como futuros
representantes del pueblo de Dios (cfr. Mc. 3, 13s). La enseñanza, es que quien
aspire al primer puesto en la comunidad eclesial, ha de ser precisamente el último,
servidor de todos. Quién quiera ser grande, anota el evangelista, más tarde, deberá
será servidor, esclavo de todos (cfr. Mc.10, 43). Esta exigencia ataca lo medular del
orgullo y afán de poder que hay en el corazón del hombre. Se trata que domine el
espíritu de Dios, instaurar su Reino, un nuevo orden, que a través de su amor
misericordioso, manifestado en Cristo Jesús, sirve al hombre con su persona,
evangelio y obras en bien del prójimo. La Iglesia, no es un gobierno paralelo al
Estado, sino que sirve a la sociedad desde Jesucristo, entregada al servicio,
muestre su carácter escatológico, ajeno a los criterios de gobierno del mundo.
Jesús siempre identificado con el que sufre y tiene necesidad, toma a un niño, y
quien se identifique con los pequeños y necesitados, recibe al propio Jesús para
servirle en ellos; de modo indirecto se presenta a Sí mismo, su ejemplo, postura,
sentimientos, a considerar de parte del discípulo. Toda una invitación a vivir la fe en
el Mesías, confesarle, seguirle y servirle en los pequeños, para ser grande en el
Reino de los Cielos.
Santa Teresa de Jesús, nos narra como fue delante de Jesús atado a la columna,
donde se encontró el Cristo pobre y doliente del evangelio, lo que provocó su
conversión. “Pues ya andaba mi alma cansada y aunque quería no la dejaban
descansar las ruines costumbres que tenía. Acaecióme que, entrando un día en el
oratorio, vi una imagen que habían traído allí a guardar, que se había buscado para
cierta fiesta que se hacía en casa. Era de Cristo muy llagado y tan devota que, en
mirándola, toda me turbó de verle tal, porque representaba bien lo que pasó por
nosotros. Fue tanto lo que sentí de lo mal que había agradecido aquellas llagas, que
el corazón me parece se me partía, y arrojéme cabe El con grandísimo
derramamiento de lágrimas, suplicándole me fortaleciese ya de una vez para no
ofenderle…Mas esta postrera vez de esta imagen que digo, me parece me
aprovechó más, porque estaba ya muy desconfiada de mí y ponía toda mi confianza
en Dios. Paréceme le dije entonces, que no me había de levantar de allí hasta que
hiciese lo que le suplicaba. Creo cierto me aprovechó, porque fui mejorando mucho
desde entonces.” (Vida 9,1.3)