DOMINGO XXVI. TIEMPO ORDINARIO. CICLO B.
Mc. 9, 38-43. 45. 47-48
Juan le dijo:
“Maestro, hemos a uno que expulsaba demonios en tu nombre y no viene
con nosotros y tratamos de impedírselo porque no venía con nosotros”.
Pero Jesús dijo:
“No se lo impidáis, pues no hay nadie que obre un milagro invocando mi
nombre y que luego sea capaz de hablar mal de mí. Pues el que no está
contra nosotros, está por nosotros. Todo aquel que os dé de beber un vaso
de agua por el hecho de que sois de Cristo, os aseguro que no perderá su
recompensa. Y al que escandalice a uno de estos pequeños que creen,
mejor le es que le pongan al cuello una de estas piedras de molino que
mueven los asnos y que le echen al mar. Y si tu mano derecha te es ocasión
de pecado, córtatela. Más vale que entres manco en la Vida que, con las dos
manos, ir a la gehenna, al fuego que no se apaga. Y si tu pie te es ocasión
de pecado, córtatelo. Más vale que entres cojo en la Vida que, con los dos
pies, ser arrojado a la gehenna. Y si tu ojo te es ocasión de pecado,
sácatelo. Más vale que entres con un solo ojo en el Reino de Dios que, con
los dos ojos, ser arrojado a la gehenna, donde su gusano no muere y el
fuego no se apaga.”
CUENTO: EL MAESTRO ZEN Y EL CRISTIANO
Una vez visitó un cristiano a un maestro Zen y le dijo:
- Permíteme que te lea algunas frases del Sermón de la Montaña.
- Lo escucharé con sumo gusto, replicó el maestro
El cristiano leyó unas cuantas frases y se le quedó mirando. El maestro
sonrió y dijo:
- Quienquiera que fuese el que dijo esas palabras, ciertamente fue un
hombre iluminado.
Esto agradó al cristiano, que siguió leyendo. El maestro le interrumpió y le
dijo:
- Al hombre que pronunció esas palabras podría realmente llamársele
Salvador de la humanidad.
El cristiano estaba entusiasmado y siguió leyendo hasta el final. Entonces
dijo el maestro:
- Ese sermón fue pronunciado por un hombre que irradiaba divinidad.
La alegría del cristiano no tenía límites. Se marchó decidido a regresar otra
vez y convencer al maestro Zen de que debería hacerse cristiano. Pero
mientras iba de camino de vuelta escuchó que Jesús le decía:
- Te felicito. Has conseguido que un maestro Zen confiese mi divinidad. En
cambio a ti el orgullo de lo conseguido te ha hecho apartarte del camino de
la humildad del Evangelio. ¿Por qué no imitas su humildad y dejas que
simplemente sea un buen maestro Zen en vez de un mal cristiano como
tú?.
ENSEÑANZA PARA LA VIDA:
De muchas cosas nos habla el Evangelio de hoy. Y con bastante radicalidad.
Pero hoy quiero fijarme en lo que Jesús dice sobre aquellos que sin creer en
Él como Dios, lo admiran o lo siguen en la práctica. Podríamos decir que son
los cristianos “anónimos”, o sea, los que no se confiesan cristianos de
nombre pero actúan como verdaderos cristianos, poniendo en práctica el
Evangelio de la paz, de la justicia y del amor.
¡Qué hermosa lección la de Jesús en estos tiempos que vivimos, tan
necesaria para afrontar un futuro humano mejor!. Y una exigente llamada a
los que nos llamamos cristianos a acoger y valorar todo lo de bueno y de
evangélico que hay en tantas personas y en tantas cosas que se hacen de
bien en nuestro mundo. Una invitación a tender la mano a toda persona de
buena voluntad, a poner todas nuestras fuerzas junto a los que, desde otras
motivaciones religiosas o no, quieren como nosotros un mundo más
humano y más justo.
Jesús rechaza los fanatismos religiosos o la exclusividad de la verdad para
imponerla por la fuerza. ¡Qué bien lo expresó Benedicto XVI en su discurso
en la Universidad alemana de Ratisbona, a pesar de la reacción
desmesurada de los radicales islámicos!. En nombre de Dios nunca la
guerra, ninguna guerra, ni la yihad islámica ni las cruzadas cristianas ni las
supuestas guerras justas. La fe no se impone, la fe se propone. Es la hora
de unir todas las fuerzas religiosas y humanas para caminar juntos en la
construcción de un mundo de hermanos, como quiso Cristo.
No quiere decir esto que el cristiano deba renunciar a evangelizar o a
testimoniar su fe. Claro que debe hacerlo. Pero sin imponer nada a nadie,
convenciendo con el testimonio de la vida y no venciendo con ningún tipo
de imposición. Bastantes terribles lecciones nos ha dejado la historia de
nuestra Iglesia en el pasado, de las cuales el Papa Juan Pablo II pidió
solemne y públicamente perdón.
Nos lo dice hoy Jesús en el Evangelio: no impidáis que se hable de mí o que
se actúe en mi nombre. Nadie tiene la exclusividad del Evangelio. Lo
esencial de la fe cristiana es precisamente el amor, aunque ese amor se
viva sin la conciencia de que proviene de Dios.
El cuento del maestro Zen y el cristiano es una buena lección para todos.
Mejor que siga siendo un buen maestro Zen a que sea un engreído
cristiano. También lo decía Gandhi, que admiraba profundamente a Cristo y
que leía cada día las Bienaventuranzas. Pero viendo el mal ejemplo de
muchos cristianos, prefirió ser un buen hindú admirador de Cristo y
cumplidor de su Evangelio, que un mal cristiano.
Vivimos tiempos de tensiones. Se vuelven a revivir episodios de
enfrentamientos de religiones. La humanidad sigue sin tener una paz global
basada en la justicia. Se atisbaban, sin embargo, también esperanzas de
cambio. Habrá que esperar, rezar, confiar y seguir en la brecha. A
nosotros, los cristianos de nombre y de corazón, nos toca trabajar codo a
codo con todos quienes en el mundo creen y luchan por la utopía de Jesús:
por una humanidad donde todos seamos y nos sintamos iguales en
divinidad, hermanos unos de otros, solidarios unos con otros. No importa
quién dé el vaso de agua; importa que se dé. Porque, como dice Jesús,
ningún vaso de agua, ningún pequeño gesto de solidaridad con el prójimo,
venga de donde venga, quedará sin recompensa.
Pues eso, empecemos nosotros por salir de esta Eucaristía dispuestos a
brindar nuestro sencillo y pequeño vaso de agua, nuestro humilde detalle de
amor y de amabilidad solidaria con quien nos necesite esta semana, sea de
la religión, de la raza, de la procedencia o de la clase social que sea.
¡QUE TENGAS UNA TOLERANTE Y SOLIDARIA SEMANA!.