Ciclo B. XXV Domingo del Tiempo Ordinario
Pedro Guillén Goñi, C.M.
En el evangelio de este domingo, el Señor predice a sus discípulos, por segunda
vez, las consecuencias de la predicación y la instauración del Reino: su pasión,
muerte y resurrección. Lo hace con esta insistencia para fijar su posición ante la
incertidumbre de sus discípulos y el error de comprensión que tienen ya que siguen
pensando en el Mesías prometido desde una perspectiva de euforia, poder y
privilegio. Les da miedo seguir preguntando porque sienten la resistencia instintiva
de conocer la verdad en toda su crudeza y no ser capaces de aceptar lo que el
Señor les indica.
Con esa mentalidad mesiánica por parte de los discípulos, no es de extrañar que
mientras el Señor les hablaba del servicio a los demás hasta “perder la vida”, del
amor como donación, de la humildad y de la sencillez, ellos se preocupaban de
acaparar los primeros puestos y sentirse superiores ante los demás.
Sin embargo el Señor, aprovechando su confusión y su error, les inculca una nueva
jerarquía de valores. El último y servidor de todos es el primero porque entiende la
vida “no para servirse sino para servir” y entre los diferentes modelos que definen
el Reino de Dios está el de un niño porque es sensible, transparente, frágil,
desamparado y desposeído de todo afán de poder.
Entender la vida al estilo del Señor es nuevamente una opción personal.
Mentalizarse en el valor del servicio como eje central de nuestra actuación personal
y reconocer que todos, de alguna manera por pequeña que sea, tenemos parcelas
de poder que influyen ante los demás. ¿Qué actitud adoptamos en esas
situaciones? ¿Somos tolerantes y con capacidad de escucha? ¿Nos aprovechamos
de nuestra situación para beneficio personal? ¿Aceptamos con disponibilidad y
acogida a quien manda?.
En el instinto humano y hasta en el corazón prevalece más la ambición de poder
que la de servicio. Forjar una mente y una voluntad que controle esas apetencias,
cuando no son purificadas, deberá ser un ejercicio permanente en nuestra vida
personal. Mandar con generosidad, apertura y humildad, sin menoscabo de la
autoridad, y obedecer con espíritu de colaboración en beneficio del bien común será
una tarea fundamental para crecer en neutras relaciones interpersonales desde el
ejemplo que el Señor nos ofrece en el evangelio de hoy.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)