Ciclo B. XXV Domingo del Tiempo Ordinario
Antonio Elduayen, C.M.
Queridos amigos
El seguimiento de Jesús es lo esencial del cristiano y de la religión cristiana. Pues
no se nos ha dado otro nombre por el cual ser salvados (Fil 2,10). Pero ¿en qué
consiste el seguimiento de Jesús? En imitarle y seguir sus huellas, solemos decir.
Pero se le puede imitar slo como quien calca o actúa…, y se puede ir tras sus
huellas, pero con el corazón y la mente soñando en otras cosas, que es lo que en
esta ocasión pasó con algunos apóstoles, según nos cuenta el evangelio (Mc 9, 30-
37). Resulta dramático que cuando Jesús está hablándoles de su pasión y muerte,
ellos se pongan a discutir sobre quién es el más importante. Líbrenos el Señor de
seguirle sólo físicamente, con el corazón puesto en otras cosas. Lo que,
lamentablemente, a veces puede pasarnos
“Seguir al Seor” es involucrarse y comprometerse con Él con todas las fuerza y a
tiempo completo, sea cual sea nuestro estado de vida, soltero, casado, religioso…
Es cooperar con Él en la construcción del Reino de Dios en este mundo: mejorando
la creación y la calidad de vida (Gen 2,15), completando lo que falta a la pasión de
Jesucristo (Col 1,24), instaurando en Cristo todas las cosas (Ef 1, 22; Col 1, 18-
19). Y todo esto, cueste lo que cueste y hasta las últimas consecuencias. O, dicho
con las palabras de Jesús, con nuestra cruz a cuestas: “el que quiera seguirme que
tome su cruz y que me siga” (Mc 8, 34).
Como Jesús, todos venimos a este mundo con una misión que cumplir: la de ser
felices y hacer felices a otros, lo que agrada mucho a Dios. Pero esta misión no se
logra sin sacrificios y renuncias. Es lo que le pasó a Jesús y lo que nos pasa y nos
seguirá pasando a nosotros. Claro que la misión de Jesús fue infinitamente superior
a la nuestra, pero igual tenemos que cumplirla. El cumplimiento de la misión de
Jesús incluía ser traicionado, ser entregado a sus contrarios, morir en la cruz (Mc 9,
31). El lo sabía y lo aceptó voluntariamente. Pudo haber rehuido beber el cáliz de
su pasión y muerte, pero no era su estilo y siguió adelante hasta el final. Es lo que
quiso que comprendiesen y, llegado el caso, hiciesen sus discípulos, y hagamos
nosotros. ¿Cómo meter en sus cabezas duras (y en las nuestras), que vale la pena
darlo todo (hasta la propia vida) por ser alguien aquí y en el Reino de Dios?
“Si alguien quiere ser el primero, que se haga el último y el servidor de todos” (Mc
9, 35), Una paradoja, pero sobre todo un llamado a cambiarlo todo, a invertir los
valores acostumbrados, a crear un orden nuevo con los valores del evangelio. A eso
apunta cuanto hace Jesús y el llamado a seguirle. Y el proponer a un niño como
símbolo de la nueva creación, porque mira el mundo con ojos nuevos, como
criatura nueva, venida de Dios y aún no contaminada. Porque sabe ser feliz sin
nada, sin darse importancia ni esperar que se la den. Y lo más grande de todo,
porque el niño, por voluntad de Jesús. lo representa para todos los efectos (Mc 9,
37). ¿¡Dónde está el niño que fuimos!?
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)