EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Fiesta de los Santos Miguel, Gabriel y Rafael, arcángeles
Libro de Daniel 7,9-10.13-14.
Yo estuve mirando hasta que fueron colocados unos tronos y un Anciano se sentó.
Su vestidura era blanca como la nieve y los cabellos de su cabeza como la lana
pura; su trono, llamas de fuego, con ruedas de fuego ardiente.
Un río de fuego brotaba y corría delante de él. Miles de millares lo servían, y
centenares de miles estaban de pie en su presencia. El tribunal se sentó y fueron
abiertos unos libros
Yo estaba mirando, en las visiones nocturnas, y vi que venía sobre las nubes del
cielo como un Hijo de hombre; él avanzó hacia el Anciano y lo hicieron acercar
hasta él.
Y le fue dado el dominio, la gloria y el reino, y lo sirvieron todos los pueblos,
naciones y lenguas. Su dominio es un dominio eterno que no pasará, y su reino no
será destruido.
Salmo 138(137),1-2a.2bc-3.4-5.
Te doy gracias, Señor, de todo corazón,
te cantaré en presencia de los ángeles.
Me postraré ante tu santo Templo,
y daré gracias a tu Nombre
por tu amor y tu fidelidad,
porque tu promesa ha superado tu renombre.
Me respondiste cada vez que te invoqué
y aumentaste la fuerza de mi alma.
Que los reyes de la tierra te bendigan
al oír las palabras de tu boca,
y canten los designios del Señor,
porque la gloria del Señor es grande.
Evangelio según San Juan 1,47-51.
Al ver llegar a Natanael, Jesús dijo: "Este es un verdadero israelita, un hombre sin
doblez".
"¿De dónde me conoces?", le preguntó Natanael. Jesús le respondió: "Yo te vi antes
que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera".
Natanael le respondió: "Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel".
Jesús continuó: "Porque te dije: 'Te vi debajo de la higuera', crees . Verás cosas
más grandes todavía".
Y agregó: "Les aseguro que verán el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y
bajar sobre el Hijo del hombre".
Comentario del Evangelio por:
Beato Juan Pablo II
Audiencia general del 23/07/1986
“Hubo un combate en el cielo : Miguel y sus ángeles combatieron contra el
dragón” (Ap 12,7)
En la perfección de su naturaleza espiritual, los ángeles están llamados desde
el principio, en virtud de su inteligencia, a conocer la verdad y a amar el bien que
conocen en la verdad de modo mucho más pleno y perfecto que cuanto es posible
al hombre. Este amor es el acto de una voluntad libre... que significa posibilidad de
hacer una elección en favor o en contra del Bien que ellos conocen, esto es, Dios
mismo. Hay que repetir aquí lo que ya hemos recordado a su debido tiempo a
propósito del hombre: creando a los seres libres, Dios quiere que en el mundo se
realice aquel amor verdadero que sólo es posible sobre la base de la libertad. Él
quiso, pues, que la creatura, constituida a imagen y semejanza de su Creador,
pudiera, de la forma más plena posible, volverse semejante a Él: Dios, que "es
amor" (1 Jn 4, 16). Creando a los espíritus puros, como seres libres, Dios, en su
Providencia, no podía no prever también la posibilidad del pecado de los ángeles.
Pero precisamente porque la Providencia es eterna sabiduría que ama, Dios supo
sacar de la historia de este pecado... el definitivo bien de todo el cosmos creado.
De hecho, como dice claramente la Revelación, el mundo de los espíritus
puros se divide en buenos y malos... ¿Cómo comprender esta oposición?... Los
Padres de la Iglesia y los teólogos no dudan en hablar de "ceguera", producida por
la supervaloración de la perfección del propio ser, impulsada hasta el punto de velar
la supremacía de Dios que exigía, en cambio, un acto de dócil y obediente
sumisión. Todo esto parece expresado de modo conciso en las palabras "¡No te
serviré!" (Jer 2, 20), que manifiestan el radical e irreversible rechazo de tomar
parte en la edificación del reino de Dios en el mundo creado. "Satanás", el espíritu
rebelde, quiere su propio reino, no el de Dios, y se yergue como el primer
"adversario" del Creador, como opositor de la Providencia, como antagonista de la
amorosa sabiduría de Dios. De la rebelión y del pecado de Satanás, como también
del pecado del hombre, debemos concluir acogiendo la sabia experiencia de la
Escritura, que afirma: "En el orgullo está la perdición" (Tob 4, 14)
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