Ciclo B. XXVI Domingo del Tiempo Ordinario
Antonio Elduayen, C.M.
Queridos amigos
El evangelio de hoy (Mc 9, 38-43.45.47-48) nos habla de un exorcista anónimo, del
vaso de agua que se da a un cristiano, y del escándalo a los más pequeños. Tres
temas importantes, pero sin aparente conexión entre sí. Aparente, porque los
conecta nada menos que el nombre de Jesús. En el nombre de Jesús se puede
recibir a un niño (Mc 9, 37) y entonces se recibe al Señor y a su Padre Dios. ¡Qué
tremenda representación la de los niños y la de quienes se hacen como niños! Se
les puede dar un vaso de agua (Mc 9, 41), lo que nunca quedará sin recompensa.
En otro orden de cosas, en el nombre de Jesús se puede expulsar demonios (Mc 8,
38). Resumiendo, S. Pablo nos dirá que hay que hacerlo todo en el nombre del
Señor Jesús (Col 3,17), nombre que está sobre todo nombre (Fil 2, 9).
Se trate de expulsar demonios (en lucha contra el espíritu del mal) o se trate de
anunciar el evangelio, a nadie se le puede impedir que lo haga y que lo haga en el
nombre de Jesús, aunque no pertenezca al Grupo de Jesús. Al menos es lo que Él
sentenció ante una pregunta de Juan. Los apóstoles habían descubierto a un
individuo que usando el nombre de Jesús expulsaba malos espíritus… ¿Era un
anónimo seguidor de Jesús? ¿Era un aprovechado? Lo cierto es que no era del
Grupo de los apóstoles, y éstos, liderados por Juan, habían puesto el grito en el
cielo. Curiosamente Jesús no se lo prohibió y pidió a los apóstoles que no se lo
prohibieran, pues el que no está contra nosotros está con nosotros. Hech 19, 13-16
nos habla de ciertos exorcistas judíos que invocaban el nombre de Jesús como una
especie de palabra mágica. Aprovechados, sin duda, como los hay hoy, pero hay
que discernir muy bien antes de prohibir, pues la mies es abundante y los
trabajadores son pocos (Lc 10,2)
No sólo hay que aceptar a quien sincera y correctamente exorciza y/o anuncia el
evangelio, en el nombre de Jesús. Hay que alabar y recompensar también a quien
te da un simple vaso de agua porque eres cristiano (discípulo de Cristo). Lo dice
Jesús, quien recibe como hecho a Él lo que se hace a uno sus pequeños (Mt 10, 40-
42). Esta identificación de Cristo con los suyos, animaba (y anima) mucho la
caridad, pues, en definitiva, lo que se da a un pobre por amor a Jesucristo, es a
Jesús a quien se da. Las buenas obras hechas “por Dios” Él las recompensa como
hechas a Él.
Como consecuencia y en contrapartida, cuanto de malo se haga contra uno de
estos pequeños que creen en mí, sobre todo cuantos los escandalicen y les
induzcan a perder su fe, serán castigados severamente. El dicho de Jesús es muy
fuerte: le sería mejor que le colgasen al cuello una piedra de molino y lo arrojasen
al mar. Dada la condición humana y su estilo de vida, tiene que haber escándalos, y
de toda clase. Pero hay de aquel que los cometa (Mt 18,7). Tanto, dice el Señor en
un modo hiperbólico de hablar, que le sería mejor cortarse la mano o el pie y
sacarse el ojo, que le inducen al mal…
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)