XXVII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B.
Pautas para la homilia
“Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre”
El fragmento del Evangelio según San Marcos que se proclama este domingo puede
crearnos confusión y hacer que nuestra atención se centre, como ya hemos
indicado anteriormente, tan sólo en las palabras de Jesús referentes al matrimonio
que tantas veces hemos escuchado: “Lo que Dios ha unido, que no lo separe el
hombre”. Sin embargo tenemos que superar está tentacin volviendo a leer y así
comprendiendo mejor su enseñanza. Así veremos como en realidad es mucho más
profunda e interpelante.
1. En primer lugar tenemos que afirmar que su enseñanza sobre este tema no es
un “meteorito” dentro de su mensaje, dentro de su predicacin del Reino de Dios.
Si leemos hasta el final el fragmento propuesto por la liturgia vemos como a
continuación aparecen otros pequeños protagonistas: los niños. ¿Puede ser que
haya conexión entre su enseñaza sobre los esposos y su afirmación sobre los niños?
Verdaderamente la hay. Si de alguien es el Reino de los Cielos es de los pobres, de
los desvalidos, de los que nadie quiere, de los repudiados. Un niño en Israel, debido
a una tasa de natalidad infinitamente superior a la nuestra, no contaba para nada;
y mucho menos una mujer repudiada, acto en el que ella no tenía voz ni voto.
Jesús ante todo defiende al pobre y le concede la mayor dignidad: la de ser
herederos de Dios. Por ello la defensa del matrimonio no se tiene que entender, en
primera y única instancia, como un mandamiento moral, sino como una
consecuencia del mensaje y defensa de los pobres y desvalidos por parte de Cristo.
2. También es importante ver cual es el razonamiento de Dios a la hora de crear a
la mujer en la primera lectura: no es bueno que el hombre esté sólo y además
necesita alguien como él que le ayude. La soledad y la insolidaridad son dos
problemas tan actuales que parece mentira que ya sean detectados como tal desde
la creación. Lo que a veces intentamos ver como una virtud (la independencia total
y la capacidad de hacer todo sin necesidad de nadie) es visto en la Biblia como uno
de las peores maldiciones que podrían haber recaído sobre el primer hombre. Y por
ello Dios crea al hombre y a la mujer, dos seres iguales pero diferentes,
complementarios y que se necesitan el uno al otro para la felicidad. Muchas veces
me pregunto si realmente somos conscientes de que sólo está en nuestra mano el
solucionar estos problemas. Sólo un hombre es capaz de ayudar a otro hombre y
de curar su soledad. La tecnología no es la solución, los falsos dioses del dinero y el
poder tampoco. Mucho menos las ideologías. Las lecturas de este domingo nos lo
dejan muy claro que la solidaridad no es una idea sino algo que nos implica: la
única ayuda y compañía del hombre viene del hombre que le complementa.
3. Entrando dentro del discurso sobre el matrimonio es muy interesante la frase
que se escucha en la primera lectura y que se nos repite en el evangelio: “Por eso
abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer, y serán los
dos una sola carne”. El matrimonio es un lugar sagrado, la pareja es un lugar
íntimo que exige el abandono de la casa de los progenitores y el abandono de uno
mismo. En mi corta experiencia como predicador de bodas está es una de las ideas
que siempre me ha gustado repetir: el matrimonio puede y debe escuchar todos los
consejos de sus padres, hermanos y amigos, pero siempre tiene que tener presente
que su unión es sagrada y que nadie tiene derecho a interferir en ella. Si el
matrimonio está llamado a ser imagen del amor de Jesús a su Iglesia ¿quién osará
inmiscuirse en dicho relación de amor? Jesús hace partir a los esposos de las
mismas condiciones de renuncia, porque todo camino de seguimiento implica esa
renuncia. Es curioso ver que palabras semejantes escuchábamos ya hace ya
algunos domingos cuando el Mesías afirmaba que para seguirle hay que abandonar
padre, madre y hermanos. Caminar es renunciar para obtener un bien mayor. Así el
matrimonio no es sólo un estado de vida sino un camino en el cual, como en
Emaús, se hace presente Jesús.
4. Por último tenemos que afrontar las palabras sobre la indisolubilidad del
matrimonio dichas por el Hijo del hombre. Pero no veamos a Jesús en ellas como
un abogado o juez que discierne entre dos legislaciones (la del Génesis o la de
Moisés) sino como lo que era para sus coetáneos: un Rabí, un maestro de la
Escritura. Jesús a la malicia de los fariseos responde, tal y como ha hecho otras
muchas veces, con su propia medicina. Ellos que son los estudiosos de la Palabra
de Dios y que la utilizan en sus razonamientos son contestados con esa misma
Palabra. El plan originario de Dios era uno y conciso, la voluntad primera de Dios es
la que recuerda Jesús hoy, ese es el deseo fundacional del Padre a la hora de dar al
hombre una compañera; y por cierto va mucho más allá del tema del repudio. La
unión de los esposos es entre seres iguales en dignidad porque los dos son creados
por Dios, entre ellos el cuidado y el amor común no es una virtud sino un fin
natural ya que son una misma carne, los dos renunciarán a lo que han sido, a sus
orígenes para crear una nueva historia juntos, y sobretodo serán bendición de Dios
en medio del pueblo. Es necesario que muchas veces nos preguntamos sobre cuál
es este plan primero de Dios, en nuestro mundo, en nuestra vida, en nuestra
relación con Él, para poder entender nuestro papel en la vida. Tantas veces
hacemos como Moisés poniendo “paos calientes” a nuestra dureza de corazn que
al final pensamos que esa es la voluntad de Dios. Volver al plan primero de Dios es
volver a su deseo de plenitud para el hombre, a su signo constructor de la persona.
Es en cierta manera, utilizando la metáfora del matrimonio tan presente hoy, volver
al primer amor.
Por todo ello no nos puede extrañar que los propios discípulos continuaran
preguntando a Jesús sobre esta cuestión como explica Mateo. Y no nos puede
extrañar que también nosotros nos preguntemos como transmitir este mensaje a
nuestros matrimonios actuales. Como transmitir que el matrimonio cristiano no es
una pesada carga para valientes o insensatos, sino el reflejo y el lenguaje en la
tierra de una del acto más hermoso y cumbre de la creación. Sino somos capaces
de vivir así nuestro Primer Amor (la llamada de Dios) difícilmente seremos capaces
de vivir cualquier tipo de amor.
Pero no podríamos acabar estas palabras sin hacer mención a que hoy se celebra la
Virgen del Rosario, patrona de la Orden de Predicadores. Bajo su amparo nos
gustaría poner todos los matrimonios cristianos, todas las familias cristianas, todos
los esposos cristinas. María fue también una mujer casada, y por ello quizás ella,
mejor que el sacerdote predicador, pueda entender y ayudar a los esposos en su
camino común hacia Dios.
Fr. Alejandro López Ribao O.P.
Convento de Santa Sabina (Roma)