Comentario al evangelio del Lunes 01 de Octubre del 2012
Comenzamos el mes de Octubre con la celebración de Santa Teresa del Niño Jesús, patrona de las
misiones. Parece contradictorio que una santa que vivió su vida encerrada en la clausura de un
convento pueda ser patrona de las misiones, un modo de vida y acción que suponen una vida llena de
actividad externa. Así lo hemos contrapuesto muchas veces en la Iglesia: la vida de contemplación y la
vida de acción, cuando son modelos de vida absolutamente complementarios, no sólo en el seno de la
Iglesia en el que hay vocaciones a un vida consagrada a la oración y otras a la acción, sino en el propio
seno de la vida del cristiano, donde el compromiso por el anuncio del Evangelio ha de balancearse
siempre con una intensa vida de oración como expresión de la cercanía con el Maestro (nadie da lo que
no tiene). Santa Teresa del Niño Jesús dedicó su vida a la oración por la Iglesia y las misiones, y a
través de esa oración esforzada se convirtió en referente de amor y entrega por la misión
evangelizadora de la Iglesia.
El Evangelio en primer lugar nos habla de la sed de poder que muchas veces aparece como motivación
profunda de nuestro compromiso. Nos parece que nuestro méritos, nuestro esfuerzos, tienen que ser
recompensados con el ascenso de la escala social evangélica. Frente a este instinto que funciona en
todo los campos de la vida humana Jesús nos propone hacernos como niños. Los niños para Jesús son
el símbolo de los que no tienen poder. El seguidor de Jesús no ha de ambicionar nunca el poder, al
contrario desde la humildad acoger a los que no tienen poder, y así lo ejemplifica con la acogida
generosa y gratuita de los niños, aquellos que no pueden darnos sino su transparencia. ¿Qué es lo que
mueve realmente nuestro compromiso eclesial? ¿qué pasa si no nos sentimos suficiente recompensados
o reconocidos nuestros desvelos por la misión?
Por último el evangelio de hoy repite una parte del evangelio del Domingo pasado, pero en la versión
de Lucas. Quien no está contra nosotros está con nosotros. Frente a la tentación de considerarnos los
“buenos”, los “fieles” frente a los “otros”, Jesús llama a los discípulos a reconocer que los valores del
evangelio no son “exclusiva” de sus seguidores. Dios sigue trabajando en el corazón de los hombres,
de todos los tiempos y de todas la culturas, y reconocer el bien, la solidaridad, la justicia… en las
acciones de aquellos que no “son de los nuestros”, es proclamar precisamente esta realidad teológica:
Dios es para todos.
J.A.C.