Algo nos falta…
Ni la abundancia ni la escasez son parámetros que definan la dimensión exacta de
nuestro corazón. Siempre queda faltando algo. O la ambición o la resignación última
encuentran un déficit en nuestros cálculos. Siempre habrá un imprevisto que diga que
algo ha faltado, que no ha sido tomado en cuenta, que requiere ajustes, o que podemos,
sencillamente, suplir o mejorar.
Después de una mirada al interior de este discípulo “fallido” del evangelio, Jesús le
advierte: “Algo te falta”. Y era un joven rico, cumplidor de la ley, disciplinado, exitoso.
No basta tener. El tener puede convertirse en un estorbo, un obstáculo, un impedimento.
Puede ser un peso que cansa, una preocupación que esclaviza. Nos quita libertad,
agilidad, destreza. Acorta la dimensión del alma. Cercena el corazón.
La primera lectura nos presenta la fuente viva de la Sabiduría en donde estamos
llamados a saciar nuestro espíritu en la embriaguez infinita del amor de Dios. Mientras
más nos acercamos a Ella, sentimos que falta algo: Superar nuestro ritual repetitivo,
sanar nuestra sed posesiva, vencer el miedo a la novedad, romper las cadenas que nos
atan a pasados inéditos. Todo esto como condición de nuestra auténtica liberación.
En el pasado fue la Ley, ahora es la Palabra, pareciera indicarnos la carta a los Hebreos.
También Ella nos dice lo que nos está faltando: Pasar de la vaciedad a la plenitud de
vida; dejar la inoperancia y lograr la eficacia del Espíritu; romper la inercia por medio
de esta “espada” que penetra hasta las hendiduras más finas del alma. La Palabra invade
nuestro ser y lo transforma en el molde definitivo del corazón de Cristo, Palabra
definitiva del Padre.
Cochabamba 14.10.12
jesús e. osorno g mxy
jesus.osornog@gmail.com