Encuentros con la Palabra
Domingo XXVII del tiempo ordinario – Ciclo B (Marcos 10, 2-16)
Los dos serán como una sola persona
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*
El P. Javier Gafo, S.J., gran bioeticista español muy conocido, fallecido hace algunos
años, cita en uno de sus libros una bella historia india. Un matrimonio muy pobre iba a
celebrar el aniversario de su matrimonio. Él daba vueltas y más vueltas a su cabeza, sin
éxito, pensando cómo conseguir unas pocas rupias para hacer un regalo a la mujer que
tanto amaba y que lo había acompañado durante casi toda su vida. Hasta que le vino una
idea que le produjo escalofrío: podría vender la pipa, con la que todas las tardes se
sentaba a fumar a la puerta de su casa. Con el dinero, podría regalar a su mujer un peine
para que pudiese peinar su bello y largo cabello, que cuidaba con mucho esmero.
Finalmente, con el corazón dolorido y alegre al mismo tiempo, aquel hombre vendió su
pipa y se acercó a su casa, llevando envuelto en un pobre papel el peine que había
comprado. Allí le esperaba su mujer..., que había vendido su hermoso cabello negro para
regalar a su marido el mejor tabaco para su pipa.
El amor cristiano se caracteriza porque supone entrega, don de sí, desprendimiento y aún
sacrificio del uno por el otro. Cuando Ignacio de Loyola habla del amor, al final de sus
famosos Ejercicios Espirituales , dice que hay que advertir en dos cosas: “La primera es
que el amor se debe poner más en las obras que en las palabras” ( EE 230); la segunda
es que “el amor consiste en comunicacin de las dos partes, es a saber, en dar y
comunicar el amante al amado lo que tiene, o de lo que tiene o puede, y así, por el
contrario, el amado al amante; de manera que si el uno tiene ciencia, dar al que no la
tiene, si honores, si riquezas, y así el otro al otro” ( EE 231). ‘Obras son amores y no
buenas razones’, dice la sabiduría popular. Y, por otra parte, la comunicacin entre las
partes, que dan y se dan lo que son y tienen para hacer crecer y enriquecer a la otra
parte. No se puede amar sin entregar lo mejor de nosotros en la relación.
La Carta a los Efesios se refiere a la relación matrimonial comparándola con la relación
que existe entre Cristo y a la Iglesia. Cuando he presenciado matrimonios y hemos hecho
esta lectura, se nota una satisfacción en el rostro de los novios cuando se lee la primera
parte del texto: “Las esposas deben estar sujetas a sus esposos como al Seor” (Efesios
5, 22). Pero cuando se explica la segunda parte, las novias son las que parecen más
satisfechas: “Esposos, amen a sus esposas como Cristo am a la Iglesia y dio su vida por
ella” (Efesios 5, 25), porque de lo que se trata es sencillamente de un amor que está
dispuesto a la entrega hasta la muerte, y muerte en cruz...
Este amor oblativo, sólo será posible si marido y mujer se hacen una sola persona, que es lo
que Jesús propone para la relacin matrimonial: “Por esto el hombre dejará a su padre y a su
madre para unirse a su esposa, y los dos serán como una sola persona. Así que ya no son
dos, sino uno solo. De modo que el hombre no debe separar lo que Dios ha unido”.
Conviene, pues, alimentar constantemente esta decisión de amor mutuo que, combinando el
dolor y la alegría, se hace capaz de una entrega generosa en el día a día de la relación.
Amor que se traduce en obras y amor que está dispuesto a dar y recibir en una permanente
comunicación. Amor que está dispuesto a vender su pipa o su hermoso cabello para
encontrarse con el otro, desde lo mejor de sí mismo.
* Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá
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