Ciclo B. XXVII Domingo del Tiempo Ordinario
Antonio Elduayen, C.M.
Queridos amigos
El matrimonio en el Plan de Dios es lo que nos presenta Marcos en su evangelio (Mc
10, 2-12). Y nos lo presenta como ratificado por Jesucristo, que conoce muy bien el
Plan de su Padre Dios. En este Plan se nos dice: que Dios creó al hombre y la
mujer; que los creó para que se unan y vivan unidos; que esta unión los hace una
sola carne (uno solo) y que, por lo tanto, esa unión es indisoluble y hace adúltera
cualquier otra relación sexual de un(a) casado(a) con quien no es su pareja.
El texto de Marcos dice muchas cosas más, pero las susodichas son las más
importantes y de alcances y consecuencias muy importantes y muy actuales. Estas
cuatro, por ejemplo: NO al divorcio, que rompe la unión querida por Dios. NO a la
unión entre divorciados cuya relación es adulterio. No a la unión entre
homosexuales y lesbianas, cuya relación es contra natura. NO al aborto, que mata
en el seno materno a los nios que Dios regala… Pero más allá de estos y otros NO,
el Plan de Dios sobre el matrimonio es, ante todo y por sobre todo, tremendamente
positivo. Tanto que, por decirlo a nuestro modo, “Dios se las jugó por el
matrimonio”.
Dios que es uno y trino -tres Personas y una sola naturaleza: unidad en la
diversidad- , quiso ser reflejado como tal en cuanto hizo. Es por ello que quiso crear
infinidad de cosas, todas diversas, pero en un solo universo, bajo una sola ley física
(que los científicos siguen buscando). Y quiso crear al hombre y la mujer, dos
personas distintas, pero una sola carne cuando se unen. En la unión del hombre y
de la mujer -dos en uno- , Dios dejó la imagen de su propio Ser: tres en uno. Y en
el amor del hombre y de la mujer, dejó la imagen de su propio amor, fiel, feliz y
fecundo. De esta manera, confió al matrimonio la gran misión de ser su imagen
viva en la tierra… Decididamente “Dios se las jug por el matrimonio”.
En el Plan divino, el matrimonio es su creación por excelencia. Pide que el
matrimonio lo refleje: que la unión del hombre y la mujer sea para siempre, como
lo es en Dios la unión del Padre-Hijo-Espíritu Santo. Pide también que los-dos-en-
“una-sola-carne” vivan su comunión afectivosexual y complementaria como
personas, iguales en cuanto tales, pero diferentes entre ellas, y con un destino
común. Una comunión que se consolida y prolonga amorosamente en los hijos.
“Carne y huesos” de sus padres, los hijos son la prueba viva de que, en efecto, los
papás son una sola carne, concretada en ellos. Son también el nudo que enlaza
definitivamente su amor.
El matrimonio cristiano podrá estar aún lejos de lo que Dios “quiere”, pero ahí está,
con toda su belleza y grandeza. Y requiriendo una seria, prolongada y sincera
preparación de quienes han de ser esposos y padres cristianos.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)