Comentario al evangelio del Lunes 08 de Octubre del 2012
Queridos amigos
A lo largo de esta semana iremos leyendo los fragmentos principales de la Carta de San Pablo a los
Gálatas. Pablo, hoy, sale al paso de un problema: la situación de desconcierto creada por los que han
predicado "otro" evangelio distinto del de Jesucristo. Este es un problema de siempre. Surge cada vez
que nuestra predicación (o nuestro criterio, o nuestro punto de vista) nace más de nuestra particular
manera de entender a Dios y de vivir la fe o de una mera proyección psicológica, que realmente de las
fuentes comunes de revelación de Dios. A menudo, lo que consideramos evangélico no es más que un
fruto de nuestra necesidad de imponernos a otros, o de ser aceptados, o de nuestras ideas, o de justificar
nuestra mediocridad. Cada vez que enarbolamos frases rotundas como: "Esta clarísimo en el evangelio
que" o "Hay que cortar por lo sano" es como para echarse a temblar solemos estar más frente a nuestra
particular interpretación del Evangelio que del Evangelio mismo. Y es que el Evangelio suele tener un
tono exigente, pero al mismo tiempo es profundamente liberador. Apela a la inteligencia de las
personas ("¿Qué os parece?) y también a su libertad ("Si quieres"). Jesús tiene toda la fuerza del
mundo para "imponer" el evangelio por decreto ley, porque sí, porque yo soy el que mando, y, sin
embargo, procede por la vía de la seducción. Lo comprobamos en el evangelio de hoy. Más que la
parábola del buen samaritano en sí misma podemos fijar nuestra atención en las preguntas que Jesús
hace al Maestro de la Ley: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué lees en ella? ¿Cuál de estos tres te parece
que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos? Y también dos recomendaciones:
"Haz esto y tendrás la vida", "Anda, haz tú lo mismo".
Jesús no cuenta la parábola para humillar al maestro de la ley, sino para conectar con lo mejor de este
hombre, para abrirle un horizonte más amplio, para hacerle ver la buena noticia, con la que "tendrá
vida".
¡De qué manera tan distinta sonaría el evangelio en nosotros si surgiese de este modo y no como un
arma arrojadiza al servicio de nuestros intereses, por nobles que aparezcan, sino como un instrumento
de liberación, una manifestación del amor de Dios que quiere llegar al corazón de cada uno, que quiere
“que todos los hombres de salven y lleguen al conocimiento de la verdad”. Nunca desde la imposición
o el acorralamiento, sino desde la libertad y es descubrimiento personal.
J.A.C