EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Miércoles de la vigésima séptima semana del tiempo ordinario
Carta de San Pablo a los Gálatas 2,1-2.7-14.
Al cabo de catorce años, subí nuevamente a Jerusalén con Bernabé, llevando
conmigo a Tito.
Lo hice en virtud de una revelación divina, y les expuse el Evangelio que predico
entre los paganos, en particular a los dirigentes para asegurarme que no corría o
no había corrido en vano.
Al contrario, aceptaron que me había sido confiado el anuncio del Evangelio a los
paganos, así como fue confiado a Pedro el anuncio a los judíos.
Porque el que constituyó a Pedro Apóstol de los judíos, me hizo también a mí
Apóstol de los paganos.
Por eso, Santiago, Cefas y Juan -considerados como columnas de la Iglesia-
reconociendo el don que me había sido acordado, nos estrecharon la mano a mí y a
Bernabé, en señal de comunión, para que nosotros nos encargáramos de los
paganos y ellos de los judíos.
Solamente nos recomendaron que nos acordáramos de los pobres, lo que siempre
he tratado de hacer.
Pero cuando Cefas llegó a Antioquía, yo le hice frente porque su conducta era
reprensible.
En efecto, antes que llegaran algunos enviados de Santiago, él comía con los
paganos, pero cuando estos llegaron, se alejó de ellos y permanecía apartado, por
temor a los partidarios de la circuncisión.
Los demás judíos lo imitaron, y hasta el mismo Bernabé se dejó arrastrar por su
simulación.
Cuando yo vi que no procedían rectamente, según la verdad del Evangelio, dije a
Cefas delante de todos: "Si tú, que eres judío, vives como los paganos y no como
los judíos, ¿por qué obligas a los paganos a que vivan como los judíos?".
Salmo 117(116),1.2.
¡Alaben al Señor, todas las naciones,
glorifíquenlo, todos los pueblos!
Porque es inquebrantable su amor por nosotros,
y su fidelidad permanece para siempre.
¡Aleluya!
Evangelio según San Lucas 11,1-4.
Un día, Jesús estaba orando en cierto lugar, y cuando terminó, uno de sus
discípulos le dijo: "Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus
discípulos".
El les dijo entonces: "Cuando oren, digan: Padre, santificado sea tu Nombre, que
venga tu Reino;
danos cada día nuestro pan cotidiano;
perdona nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a aquellos que
nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación".
Comentario del Evangelio por:
San Cipriano (hacia 200-258), obispo de Cartago y mártir
La oración del Señor, 9-11; PL 4, 520ss
Hijos en el Hijo
¡Cuán grandes y abundantes riquezas se encierran en la oración del Señor!
Están recogidas en pocas palabras, pero tienen una densidad espiritual inmensa,
hasta tal punto que no falta nada en este compendio de la doctrina celestial sobre
la oracin. Nos dice: “Orad así: Padre Nuestro que estás en el cielo!” (Mt 6,9)
El hombre nuevo, nacido de nuevo por la gracia y vuelto a su Dios, dice para
comenzar: “Padre”, porque ha sido hecho hijo. “Vino a los suyos, pero los suyos no
la recibieron: A cuantos la recibieron, a todos aquellos que creen en su nombre, les
dio poder para ser hijos de Dios.” (Jn 1,11-12) El que ha creído en su nombre y que
ha llegado a ser hijo de Dios debe iniciar su oración dando gracias y proclamando
que es hijo de Dios... No basta, hermanos muy queridos, con tener conciencia que
invocamos al Padre que está en el cielo. Aadimos: “Padre Nuestro”, es decir, Padre
de aquellos que creen, de aquellos que han sido santificados por él y han nacido de
nuevo por la gracia: éstos han empezado a ser hijos de Dios...
¡Cuán grande es la misericordia del Señor, cuán grandes su favor y su bondad
al enseñarnos orar así en presencia de Dios y llamarlo Padre. Y como Cristo es Hijo
de Dios, así nosotros también somos llamados hijos. Nadie de entre nosotros se
hubiera atrevido nunca a emplear esta palabra en la oración. Era necesario que el
Señor nos animase a ello.
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”