III Domingo de Adviento, Ciclo A

San Mateo 11,2-11: ¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?

Autor: Sr. Cardenal Julio Terrazas Sandoval, CSsR

Arquidiócesis de Santa Cruz, Bolivia 

 

Muy amados y queridos hermanos y hermanas: Tercer domingo de preparación a la Navidad, todo este tiempo de adviento nos ha ido enseñando que la Navidad hay que prepararla; hemos meditado el primer domingo sobre cómo tenemos que salir al encuentro del Señor que viene. El domingo pasado hemos sido invitados a la conversión, a cambiar de rumbo, de vida, en el espíritu de Dios, ese espíritu de sabiduría y de entendimiento que nos invitaba a renovar totalmente nuestra mente y nuestro espíritu.

La Alegría debe ser la característica de nuestro itinerario de espera de la navidad

Hoy se nos invita de manera especial a una espera llena de alegría y esperanza, una espera del Señor en la que realmente él tenga la oportunidad de darnos esa alegría que todos necesitamos, para combatir un mundo tan lleno de tristeza o una vida, la vida nuestra, tan llena de fatigas, tan llena de sentimientos de dolor. Estamos invitados a la alegría, al gozo, al júbilo, ¿Será que podemos añadir algo más todavía a nuestra sociedad que también habla de la Navidad?, que también anuncia que se acerca los días de Navidad, de mucha música?, hay muchos regalos que se preparan, hay muchas cosas materiales que van provocando mayores diversiones, en lugar de concentrarnos más en aquello que es auténtico y verdadero; la alegría de que el Señor está cerca, de que el Señor va llegar a buscar a cada uno de nosotros, viene a salvarnos, viene a terminar con esa enemistad con Dios y con el hermano, viene a inaugurar una época y un tiempo en el que realmente todos, absolutamente todos, podamos levantar la cabeza, con libertad y justicia, para poder seguir proclamando las glorias del Señor.
Algo de esa alegría o mucha de esa alegría lo ha vivido nuestro pueblo en la fiesta de Cotoca, en esa gran peregrinación de todos los días, pero especialmente la víspera de la fiesta, la alegría del sencillo, del humilde, de aquél que busca en Dios su gozo y su júbilo, de aquél que acude a Dios por medio de María, de aquél que ha comprendido que Dios no es un objeto para esconderlo o sacarlo de vez en cuando, no es una idea a la que podemos combatir con razonamientos muy lucidos, pero sin nada de experiencia, de fe, de amor, de caridad. Hemos vivido esa fiesta, nos hemos alegrado con la Virgen María porque ella aceptó ser la Madre de este Señor que estamos esperando ahora en Navidad, que renueve una vez más su nacimiento para que nazca entre nosotros de nuevo y con mayor vigor el amor de hermanos, la justicia para todos y la libertad inalcanzables con solo palabras, pero si con hechos que van liberando la mente, el corazón y el cuerpo de cada persona.

Alégrense, regocíjense en el Señor que ya llega

Hoy se nos invita a vivir esa alegría, la alegría de la esperanza; viene el Señor, regocíjense, alégrense, nos dice Isaías, ya viene el Señor, ya está por llegar, no tengan miedo, hay que empezar a reforzar las rodillas vacilantes, hay que fortalecer los brazos de los débiles, hay que decirle a los desalentados, - y son palabras del Señor - y hay que tomarla con toda seriedad: sean fuertes, no teman, ahí está su Dios, el mundo lleno de tristezas, y con porvenires a veces no muy claros, la tentación del desaliento puede ingresar en nuestras comunidades, pero el desaliento no se vence con mayor ruido, no son los cohetes los que dan la alegría, ni son los juguetes que se pueden regalar con mucho cariño. La auténtica, la verdadera alegría es porque el Señor está, y tenemos que llenarnos de esa valentía, de esa osadía propia del que cree; creemos en un Dios que es despreciado por muchos, desconocido por muchos o un Dios al que muchos utilizan sólo en algunas circunstancias; creemos en el Dios de la vida y por eso apostamos a la vida y nos interesa que la vida siga reinando aquí y en todo lugar.

Porque hay que alegrarse? Isaías pinta el cuadro de la llegada del Mesías. Se abrirán los ojos de los ciegos, se destaparán los oídos de los sordos, entonces el tullido saltará, la lengua de los que tienen miedo también se soltará para hablar de este Dios que llega, volverán los rescatados, se va rehacer otra vez la unidad del pueblo de Dios, la alegría siempre va imperar en adelante, de nuestra alegría profunda, no la de las distracciones, no la de las alienaciones en las que a veces nos dejamos envolver. El gozo y la alegría nos van acompañar, la tristeza y los gemidos se van alejar, ese es el cuadro que pinta Isaías, ya educando a su pueblo, educando la fe de su pueblo, esto es importante que también nosotros lo captemos, Dios sigue educando la fe de sus creyentes, a pesar de los pesares, habrán lugares donde no se pueda hablar en público de Dios, pero en el corazón, en la mente, en el espíritu, nadie puede cerrarnos a hablar de ese Dios que nos trae la libertad, ese Dios es el que llega en Navidad en forma de un niño, de algo sencillo, de algo humilde, no es alguien que viene con carrozas o con amenazas; es alguien que va buscar un pesebre, para poder desde allí recordarnos a todos que las buenas y auténticas noticias no son las que se propagan por todos lados como promesas que van sojuzgando, sino que las promesas del Señor son aquellas que salvan, que dan verdadera alegría a todos, pero especialmente a quienes sufren, a quienes son pobres.

Juan el Bautista, está preso. Y él como todo creyente desea saber también cuándo es el momento en que llega el Señor, él ha escuchado muchas cosas de Cristo, él ha escuchado que ha hecho maravillas por aquí, por allá, le hablan muy bien que tiene un mensaje que eleva el espíritu que jamás aplasta a nadie, y le manda a preguntar a dos de sus discípulos, dice el texto: “Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro” qué pregunta más hermosa, es la pregunta que también nosotros tenemos que hacernos, si queremos progresar en una fe mucho más firme, no una fe solamente pintarrajeada por fuera, una fe profunda, si realmente sabemos quién es el que ha venido a salvarnos jamás nos vamos a arrodillar ante quienes ofrecen salvaciones pasajeras.

¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?

Mirando el ambiente navideño del que tanto se habla, con tantas luces, con tantas cosas en abundancia, en nuestros mercados, en nuestras tiendas, en todas partes, de todos estas ilusiones nosotros tenemos que preguntarnos ¿eres tú realmente el que viene o debemos esperar a otro? Cuál fue la respuesta del Señor a estos discípulos, no se pasó ni un minuto explicándoles teorías , no perdió su tiempo anunciando a gritos quién era él. “vayan y cuenten a Juan lo que ustedes oyen y ven”, esa es la manera de responder desde la fe, lo que ven que se hace en defensa de la vida o la integridad de la vida, para que terminen las cegueras, las tartamudeces, para que terminen los signos de muerte, para que terminen los signos de sufrimientos, pero no para caer en unos nuevos sufrimientos y nuevas muertes, sino para salvar integralmente lo que es la persona que ha venido a buscar el Señor.

Las Buenas Noticias son:

Los ciegos ven, los leprosos son purificados, los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncian buenas noticias, autenticas, no noticias pasajeras, no de alegrías que solamente duran unos minutos. Unos días o una semana, se anuncia una auténtica proyección de un Dios que nos quiere a todos de pie, que nos quiere a todos con dignidad, que nos quieren a todos libres de las ataduras del pecado y libres también para hablar de este Dios en todo momento y en todo lugar.

Y mientras los enviados volvían para contarle todo esto a Juan, lo que han visto y oído, que no es nada más que el cumplimiento de lo que Isaías decía, que los sordos iban a escuchar, que los ciegos iban a ver, que los cojos iban andar, que los muertos iban a resucitar y que iba a llegar de una vez por todas aquella gran noticia capaz de atravesar los siglos y los tiempos, para tocarnos a cada uno de nosotros en espacios y lugares donde nos corresponde vivir.

Cuando se van los discípulos, el Maestro, de la vida y la verdad, el Maestro que aprovecha todo momento para hablar de su plan y de su Dios Padre que lo ha enviado, ¿qué fueron ustedes a ver en el desierto, qué les interesó buscar en Juan? ¿Acaso un hombre rico, con vestimentas de lujo? En verdad le digo, dice el Señor, que esa clase de gente vive en los palacios de los reyes ¿Qué fueron a ver, a buscar un profeta? Por supuesto que es profeta, pero mucho más todavía porque de él está escrito, será enviado a preparar los caminos del Señor. Es la alabanza más grande que Jesús va hacer de un hermano nuestro, de un ser humano, de alguien que se jugó por lo que creyó, de alguien que supo decir la verdad sin tapujos, de alguien que mereció la cárcel de la persecución, es él que no se parece a una caña batida por el viento, el hombre de fe profunda, de fe recia, de compromiso verdadero, no es el que anda adaptándose a las mentalidades pasajeras, sino anunciándose con ardor y con nuevos bríos que a Dios le interesa para nuestra salvación.

¿Qué fueron a ver? Les aseguro que no ha nacido ningún hombre más grande que El, es la alabanza última del Señor, les aseguro a ustedes que no ha nacido ningún hombre más grande que El, pero hay algo todavía mucho mayor que el Señor quieren que conozcan, el más pequeño del reino de Dios, es mucho más grande que El, el más humilde, el más sencillo.

La fiesta de Virgen de Guadalupe

Una fe hecha humildad, una fe proclamada con sencillez, una fe amparada, no de las artes mágicas de nuestros tiempos, sino amparada en el ejemplo de una mujer sencilla, la Virgen María, esa es la promesa que tenemos, no estamos llamados a grandes proezas, estamos llamados a ingresar en el reino de Dios y hacerlo a ejemplo de María nuestra Madre, ese es el llamado hoy para nuestra Patria y para toda Bolivia, para toda América Latina, hoy día que celebramos la fiesta de Virgen de Guadalupe, Patrona de América Latina, tenemos que volver a sacudirlos cimientos de nuestra fe, para que no sea una fe tambaleante, sino una fe sólida, para que no sea una fe que se desalienta por cualquier cosa, sino una fe profundamente fuerte, para que sea capaz de resistir todas las tentativas del mal.

Este desafío que lo meditamos a pocos días de la Navidad, nos lleva también a escuchar lo que el Apóstol Santiago decía a las primeras Iglesias: “Miren cómo el Señor viene, tengan paciencia” Tengan paciencia, el agricultor para recoger el fruto de su trabajo espera con paciencia la lluvia, el sol, el buen tiempo, así también ustedes tengan paciencia, no piensen que la salvación ya llegó definitivamente, que la segunda venida del Señor ya se realizó definitivamente, hay que saber discernir todo aquello que es externo en estas fiestas y que si lo vivimos de corazón, también es una expresión de alegría saber distinguir aquella alegría y gozo que nace en el espíritu, que nace en el corazón y que es capaz de contagiar para terminar con todos los dolores y sufrimientos de nuestro mundo y de nuestra sociedad. Amén!