La señal: la misericordia de Dios.
2012-10-12
Evangelio
Del santo Evangelio según san Lucas 11, 15-26
En aquel tiempo, cuando Jesús expulsó a un demonio, algunos dijeron: «Este
expulsa a los demonios con el poder de Satanás, el príncipe de los demonios».
Otros, para ponerlo a prueba, le pedían una señal milagrosa.
Pero Jesús, que conocía sus malas intenciones, les dijo: «Todo reino dividido por
luchas internas va a la ruina y se derrumba casa por casa. Si Satanás también está
dividido contra sí mismo, ¿cómo mantendrá su reino? Ustedes dicen que Yo arrojo a
los demonios con el poder de Satanás. Entonces, ¿con el poder de quién los arrojan
los hijos de ustedes? Por eso, ellos mismos serán sus jueces. Pero si Yo arrojo a los
demonios por el poder de Dios, eso significa que ha llegado a ustedes el Reino de
Dios.
Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están
seguros; pero si otro más fuerte lo asalta y lo vence, entonces le quita las armas en
que confiaba y después dispone de sus bienes. El que no está conmigo, está contra
mí; y el que no recoge conmigo, desparrama.
Cuando el espíritu inmundo sale de un hombre, anda vagando por lugares áridos,
en busca de reposo, y al no hallarlo, dice: “Volveré a mi casa, de donde salí”. Y al
llegar, la encuentra barrida y arreglada. Entonces va por otros siete espíritus peores
que él y vienen a instalarse allí, y así la situación final de aquel hombre resulta peor
que la de antes». Palabra del Señor.
Oración introductoria
Señor, tu Reino sólo puede existir en la unidad. Mi debilidad me lleva, no pocas
veces, a dividirme interiormente, poniéndote en el centro de mi vida pero sin
animarme a quitar todo aquello que me hace alejarme de tu amor. Te pido, en esta
oración, tu luz y la fortaleza para saber vivir en la unidad de la fe y en comunión
con tu voluntad.
Petición
Jesús, concédeme la gracia de vivir con autenticidad mi fe católica.
Meditación
La señal: la misericordia de Dios.
«La tarea principal de la Iglesia es, ciertamente, el anuncio del Reino de Dios, “pero
precisamente este mismo anuncio debe ser un proceso de curación: ‘… para curar
los corazones desgarrados’”, según la misión que Jesús confió a sus discípulos.[…]
Dios no cierra el corazón a ninguno de sus hijos, sino que los espera, los busca, los
alcanza allí donde el rechazo de la comunión les ha encerrado en el aislamiento y
en la división, los llama a reunirse en torno a su mesa, en la alegría de la fiesta del
perdón y la reconciliación. El momento del sufrimiento, en el cual podría surgir la
tentación de abandonarse al desaliento y a la desesperación, puede transformarse
en tiempo de gracia para recapacitar y, como el hijo pródigo de la parábola,
reflexionar sobre la propia vida, reconociendo los errores y fallos, sentir la nostalgia
del abrazo del Padre y recorrer el camino de regreso a casa. Él, con su gran amor
vela siempre y en cualquier circunstancia sobre nuestra existencia y nos espera
para ofrecer, a cada hijo que vuelve a él, el don de la plena reconciliación y de la
alegría» (Benedicto XVI, 11 de febrero de 2012).
Reflexión apostólica
«El Movimiento, de acuerdo con la enseñanza de la Iglesia, recomienda vivamente
a sus miembros la confesión frecuente. Ella acrecienta el conocimiento propio, hace
crecer la humildad cristiana, ayuda a desarraigar las malas costumbres, aumenta la
delicadeza de conciencia, fortalece la voluntad, y conduce al alma hacia un
constante esfuerzo por perfeccionar en sí misma la gracia del Bautismo y hacia una
identificación más íntima con Cristo» (Manual del miembro del Movimiento Regnum
Christi , n. 257).
Propósito
Hacer una visita al Santísimo Sacramento para preparar mi próxima confesión
sacramental.
Diálogo con Cristo
Jesucristo, tu omnipotencia es clara señal de que eres el Hijo de Dios, dador de
todos los bienes. Pero yo no quiero acercarme a Ti para pedir pruebas o los bienes
materiales que ocupan mi atención. Yo sólo te suplico me des la fe necesaria que
me permita alejarme de vivir mi cristianismo rutinariamente. Dame sinceridad de
vida y la gracia de ser siempre fiel a mi conciencia.
«Esa luz que nace del examen de conciencia no es el remedio de nuestras miserias;
pero sí sirve para dispersar la enfermiza niebla de sentimentalismo, que vela el
conocimiento recto y sincero de nosotros mismos»
(Cristo al centro, n. 465 ).