“Padre nuestro", la oración que nos enseño Jesús
Lc 11, 1-4
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
1. LA ORACIÓN DE JESÚS, EL PADRE NUESTRO
En la Iglesia de los orígenes, y durante mucho tiempo, la oración de Jesús fue el camino para
aprender a orar, y también la mejor síntesis de la causa por la cual Jesús vivió y dio la vida.
Llamar a Dios como Padre, rogar que llegue ya su Reino, pedir por el pan y el perdón y
comprometerse a realizar su proyecto fue, y debiera ser, la señal de los cristianos.
Los evangelios nos presentan la oración del padrenuestro en dos versiones, según Mateo y
según Lucas.
“Padre nuestro que estás en los cielos santificado sea tu Nombre; venga tu Reino; hágase tu
Voluntad así en la tierra como en el cielo. Nuestro pan cotidiano dánosle hoy; y perdónanos
nuestras deudas así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores; y no nos dejes
caer en la tentación, más líbranos del mal”. (Mateo 6, 9-13)
Padre, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino, danos cada día nuestro pan
cotidiano; perdona nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a aquéllos que
nos ofenden; y no nos dejes caer en la tentación». (Lucas Lc 11, 1-4)
2. HABÍA QUE ENSEÑARLES A ORAR.
Ambos evangelistas sitúan el Padrenuestro en un contexto de enseñanzas sobre la oración,
pero sus destinatarios son diferentes. Conocemos que Mateo escribió para una comunidad
cristiana de origen judío. Son personas que han aprendido a orar, dentro de la tradición
judía, pero deben estar atentos para que su oración no se desvirtúe. De ahí el contexto de
duro ataque a la forma de orar de los fariseos. No olvidemos también que por la época que
Mateo escribe existe ya una franca separación entre los cristianos y los judíos. Lucas escribe
para una comunidad de cristianos helenistas o de origen griego. Son paganos, provenientes
de un mundo donde la oración se hallaba en crisis y declinación. Había que enseñarles a
orar.
Es importante observar que en ambas comunidades de los orígenes cristianos, el
Padrenuestro formaba parte esencial de la enseñanza de la oración. Este lugar privilegiado
también lo encontramos en la Didajé (Catequesis de enseñanza cristiana destinada a los
catecúmenos, del siglo I d.C.), en donde, tras enseñar la doctrina de los dos caminos y el
bautismo, seguía una instrucción sobre el ayuno y el padrenuestro.
3. JESÚS REZA Y ENSEÑA EL PADRENUESTRO PORQUE PRIMERO LO VIVE Y LO
PRACTICA.
En el evangelio de Mateo , encontramos el Padrenuestro en el capítulo 6, formando parte
del Sermón de la Montaña (capítulos 5 al 7), y más específicamente, dentro de una serie de
enseñanzas sobre la oración. En el capítulo 6, Mateo reúne varias enseñanzas de Jesús sobre
los tres pilares de la piedad de los judíos: la limosna, la oración y el ayuno. En las palabras
dedicadas a la oración se encuentra el Padrenuestro. Jesús comienza exhortando a no
aparentar en la oración. Convoca a orar en secreto, lejos de la vista de los demás, pero cerca
de los ojos de Dios. Los fariseos acostumbraban a orar en público para que la gente los viera
y reconociera su fervor. Jesús critica esta disposición a exhibir la oración (Mt. 6, 5-6). Es una
práctica vacía de sentido. También enseña a no excederse en palabras. Lo importante es
confiarse en las manos de Dios (Mt. 6, 7-8). A continuación enseña el Padrenuestro, como
modelo de oración (Mt. 6, 9-13), y termina alentando a vivir el perdón sincero a los demás.
"El perdón -la disposición propia para perdonar y la súplica de perdón cuando es uno mismo
quien ha cometido una ofensa- es la condición previa por excelencia para la oración por
parte de los discípulos de Jesús." (Teología del Nuevo Testamento, J. Jeremías, pág. 227, Ed.
Sígueme).
En el evangelio de Lucas, el Padrenuestro también se encuentra enmarcado en una
catequesis sobre la oración. Las enseñanzas se agrupan en tres temas: el Padrenuestro (Lc.
11, 1-4), la confianza y seguridad de que Dios escucha siempre (Lc. 11, 5-8) y la eficacia de la
oración al Padre (Lc. 11, 9-13).
En Lucas, los discípulos reconocen en la práctica de Jesús una nueva forma de orar, que les
impresiona y quieren imitar. Un día, al finalizar su oración, uno de ellos le pide que les
enseñe a orar. La comparación con Juan el Bautista y sus discípulos es importante. Era
común que cada maestro transmitiese a su grupo de seguidores una oración que los uniera,
una especie de credo que los identificase. Los discípulos le reclaman al Señor que él también
les enseñe una oración que los reúna, que los congregue como comunidad que intenta vivir
como él. El Padrenuestro es una síntesis del mensaje de Jesús, un resumen de sus
motivaciones más profundas. Es importante descubrir que Jesús, cuando quiere transmitir
lo medular de su predicación y su vida, no utiliza un discurso doctrinal, sino una breve
oración que reúne lo más importante del sentido de su vida. Jesús reza y enseña el
Padrenuestro porque primero lo vive y lo practica.
4. ALGUNAS DIFERENCIAS EN EL TEXTO DE LA ORACIÓN
Los evangelistas recogen algunas diferencias en el texto de la oración. Lucas incluye cinco
peticiones, y Mateo, en una versión más larga, siete. La pregunta de rigor ¿Cuál de las dos
versiones es más antigua o cual refleja mejor el pensamiento de Jesús, es compleja de
contestar? Teniendo en cuenta la extensión de ambos textos, la versión de Lucas, que es
más breve, se halla contenida totalmente en el texto de Mateo. Esto hace pensar que el
texto de Lucas es el más primitivo. Sin embargo al considerar los elementos comunes de
ambos textos es el texto de Mateo el que parece ser más antiguo.
Por otra parte, Mateo es más extenso, incluye peticiones colocadas en lugares
determinados (al final de la invocación inicial, al final de las peticiones en singular y al final
de las peticiones en plural) que ayudan a obtener un estilo literario de más cuidado.
También Mateo incluye la expresión aramea "deuda", al referirse a los pecados en la
petición de perdón; mientras que Lucas utiliza un término más adaptado a sus
interlocutores.
El uso de los tiempos verbales también fortalece al texto de Mateo. La estructura más
primitiva del Padrenuestro sería, entonces una invocación, dos peticiones (o deseos) en
singular, en paralelo, dos peticiones en plural, en paralelo y el pedido final.
5. ABBA, PADRE BUENO.
La invocación de la divinidad como Padre se puede rastrear en varias culturas y civilizaciones
del Antiguo Oriente, y en el mismo pueblo judío. Sin constituir la forma más común de
referirse a Dios podemos encontrar varios ejemplos en el Antiguo Testamento. Sin embargo
las palabras de Jesús encierran una novedad radical, que desconcierta a sus
contemporáneos. Para hablar con Dios Jesús utiliza el término arameo Abba, que usaban los
niños pequeños para llamar a su Padre. Con esta forma de comunicarse Jesús revela un
rostro desconocido de Dios. El Dios lejano, que está en los cielos, se hace cercano y
compañero, en la figura del Padre bondadoso que espera, acompaña, protege y busca el
bienestar de sus hijo (Lc. 15, 11 ss)
Jesús recurre al lenguaje común del pueblo, para hablar de Dios. El hebreo estaba reservado
para el culto y el arameo lo hablaba el pueblo. De esta manera nos enseña que no lo
encontramos al margen de la vida, sino en medio de ella, a nuestro lado, como un Padre que
sufre y se desvela por sus hijos.
Jesús, que llama a Dios, Papá, nos invita a repetir con él sus palabras. También nosotros
estamos llamados a ser sus hijos, y a demostrarlo con nuestras vidas y obras, como lo hizo
Jesús.
6. LLAMAR A DIOS "PAPÁ"
Ser hijo (y poder llamar a Dios "Papá") es un gran honor y una seria y gran responsabilidad.
La Iglesia desde sus orígenes entendió así esta enseñanza de Jesús y se cuidó mucho de no
dar un sentido superficial a la oración del Padrenuestro. Esta era la oración de los cristianos,
de los hijos, de los que seguían a Jesús, participando y construyendo el Reino. La oración de
quienes se habían convertido mediante el Bautismo y habían optado por la vida de Dios.
Este trato reverencial, que, lejos de ser solemne, garantizaba que se tomase "en serio" la
proclamación y oración del Padrenuestro, dejó sus huellas en las fórmulas de introducción al
mismo, que todavía hoy, utilizamos en nuestras celebraciones de la Eucaristía. El sacerdote
introduce el Padrenuestro con las palabras "...y siguiendo sus divinas enseñanzas, nos
atrevemos a decir...". Al enseñar el Padrenuestro, Jesús nos invita a participar de su filiación
y nos muestra que Dios es un Padre Bueno, y que para seguirlo hay que hacerse como un
niño y aprender a decir Abba desde lo íntimo de nuestro corazón.
7. SANTIFICADO SEA TU NOMBRE, QUE VENGA TU REINO.
Las dos peticiones en singular se dirigen al Padre Bueno para pedirle con confianza que su
Voluntad y su Proyecto se cumplan en la historia.
Ambas peticiones, en paralelo, apuntan a lo mismo. Pedimos que el nombre de Dios sea
santificado, que llegue a nosotros su Reino de justicia. Nos confiamos en sus manos para
que este mundo, de pecado, injusticia y opresión, donde muchos conocen la muerte
temprana de la enfermedad, la desnutrición, la desocupación, la falta de vivienda y
educación, la ausencia de oportunidades para vivir, cambie y brille "un cielo y una tierra
nuevas". Pedimos que su nombre sea santo, que se realice su voluntad, que Dios, que es un
Dios de Vida y Justicia, sea reconocido, tenga su lugar acá en la tierra. Pedimos para que su
nombre no se tome en vano, para que no se justifique en el nombre de Dios una sociedad y
un sistema que genera exclusión y desigualdad. Pedimos que su Reinado se haga efectivo.
Que llegue a nosotros. Que irrumpa en la historia y la haga nueva. Pedimos porque
confiamos, contra todo desaliento y angustia existencial, que el buen Dios va a reinar, e
instaurar su Justicia, "así en la tierra como en el cielo". En todas partes, en toda la creación.
8. DANOS CADA DÍA NUESTRO PAN COTIDIANO
Danos cada día nuestro pan cotidiano; Luego de invocar a Dios, Padre nuestro, y de suplicar
al cielo "que venga tu Reino", volvemos los ojos a la vida cotidiana. Nos encontramos que,
en este mundo, para construir el Reino, todos debemos alcanzar lo necesario para vivir, el
pan nuestro, compartido, de hoy y de mañana. El pan que simboliza todo lo que es
imprescindible para la vida: el pan material y el pan espiritual. El pan de la Vida,
representado por Jesús, que supo dar de comer a las multitudes hambrientas, compartir su
mesa con pecadores y marginados, y permanecer entre nosotros bajo la Eucaristía, como
pan compartido, alimento de nuestra fe y nuestra esperanza en el Reino del Padre.
9. PERDONA NUESTROS PECADOS
Perdona nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a aquéllos que nos
ofenden. La segunda de las peticiones en plural nos recuerda la importancia de las
relaciones humanas. La fragilidad de las mismas y la necesidad de la reconciliación para
restablecerlas. Pedimos perdón al Padre por nuestras faltas, por las ofensas que
cometemos, por las deudas que contraemos al no comprometernos eficazmente en la
justicia y la construcción del Reino. Pedimos perdón por nuestras omisiones, por nuestro
cristianismo cómodo que evita el conflicto y las opciones. Pedimos perdón, y nos
comprometemos también a perdonar a los demás. Manifestamos con claridad nuestra
intención de promover relaciones nuevas entre las personas, a partir de nuestro gesto
concreto. Nos presentamos ante Dios para decirle que estamos dispuestos a perdonar, que
nos animamos a ser transmisores de su perdón, porque reconocemos el perdón que Dios
nos concede y la nueva oportunidad que nos brinda.
Las cuatro peticiones se entrelazan, pedimos que venga el Reino y que se manifieste
concreto en el pan compartido para toda (La igualdad de oportunidades y la dignidad para
todos) y una nueva manera de relacionarse, basado en el perdón y la justicia de Dios.
10. Y NO NOS DEJES CAER EN LA TENTACIÓN.
La última petición sorprende. Es la única que se realiza en negativo. Implica un corte
abrupto y un final tajante. Después de elevar nuestra voz al Padre, sentimos el peso de
nuestras propias limitaciones. Con los pies bien puestos sobre la tierra reconocemos que es
duro y difícil ser consecuente con lo que hemos pedido. Seguir a Jesús, pidiendo por el
Reino, y buscando su concreción en este mundo, puede ser muchas veces un trago amargo.
Sentimos la tentación de bajar los brazos, de escatimar esfuerzos, de convencernos con
justificaciones, de crearnos un Dios menos exigente, o simplemente, de cerrar los ojos y los
oídos, y seguir nuestro propio camino. La tentación existe, Jesús es testigo de su
permanente actualidad. Jesús a lo largo de su vida conoció la tentación, de decir no la
voluntad del Padre, de dar vuelta la cara a su proyecto. A fuerza de oración, entrega y fe,
salió adelante y marcó el camino.
No pedimos no tener tentaciones, estas son parte de nuestra vida. Lo que pedimos es
fuerza, coraje y perseverancia, para no dejarnos arrastrar por ellas y olvidar la causa del
Padre: el Reino .
11. REZAR EL PADRENUESTRO HOY
Rezar hoy el Padrenuestro, es dar una mirada a Nuestro Padre, es una explosión de amor.
Que gran cosa nos enseño Jesús, hablar con Dios como con su propio Padre, dirigirse a Dios
familiarmente, como dice San Juan Casiano, “es una ternura de piedad en verdad
entrañable”
Padre nuestro: este nombre suscita en nosotros todo a la vez, el amor, el gusto en la
oración,.. Y también la esperanza de obtener loquevamosapedir,diceSangustín:“Qué
puede El, en efecto, negar a la oración de sus hijos, cuando ya previamente les ha permitido
sersushijos”
Dos sabios consejos: Es necesario acordarnos, cuando llamemos a Dios 'Padre nuestro', de
que debemos comportarnos como hijos de Dios (San Cipriano, Dom. orat. 11) y Es necesario
contemplar continuamente la belleza del Padre e impregnar de ella nuestra alma (San
Gregorio de Nisa, or. dom. 2).
El Señor les Bendiga