COMPARTIENDO EL EVANGELIO
Reflexiones de Monseñor Rubén Oscar Frassia
(Emitidas por radios de Capital y Gran Buenos Aires –
ciclo 2012)
14 de octubre de 2012 – 28º domingo durante el año.
Evangelio según San Marcos 10, 17-30 (ciclo B)
Cuando Jesús se puso en camino, un hombre corrió hacia él y,
arrodillándose, le preguntó: "Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar
la Vida eterna?". Jesús le dijo: "¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es
bueno. Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio,
no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu
padre y a tu madre". El hombre le respondió: "Maestro, todo eso lo he
cumplido desde mi juventud". Jesús lo miró con amor y le dijo: "Sólo te
falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un
tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme". El, al oír estas palabras, se
entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes. Entonces Jesús,
mirando alrededor, dijo a sus discípulos: "¡Qué difícil será para los ricos
entrar en el Reino de Dios!". Los discípulos se sorprendieron por estas
palabras, pero Jesús continuó diciendo: "Hijos míos, ¡Qué difícil es entrar en
el Reino de Dios! Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja,
que un rico entre en el Reino de Dios". Los discípulos se asombraron aún
más y se preguntaban unos a otros: "Entonces, ¿quién podrá salvarse?".
Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: "Para los hombres es imposible,
pero no para Dios, porque para él todo es posible". Pedro le dijo: "Tú sabes
que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido". Jesús respondió:
"Les aseguro que el que haya dejado casa, hermanos y hermanas, madre y
padre, hijos o campos por mí y por la Buena Noticia, desde ahora, en este
mundo, recibirá el ciento por uno en casas, hermanos y hermanas, madres,
hijos y, campos, en medio de las persecuciones; y en el mundo futuro
recibirá la Vida eterna.
DIOS SIEMPRE NOS HABLA
El Evangelio nos muestra una actitud del discípulo con respecto al Maestro,
que es Cristo. Recordamos también que, en el Antiguo Testamento, la
riqueza era una bendición de Dios; así como la prosperidad material una
aceptación divina. Y en el Nuevo Testamento, con las Bienaventuranzas el
Señor nos lleva a una profundización: “felices los pobres”, “felices los que
lloran”, “felices los que sufren”, donde nos va haciendo entrar más en un
misterio de gozo y de cruz. Vemos entonces, en primer lugar, una transición
entre el Antiguo y el Nuevo Testamento.
En segundo lugar nos detenemos en la actitud de Cristo y notamos que el
tema principal no es tener o no tener, sino saber cómo dispone uno de esos
bienes; cómo uno se entrega, cómo uno se da, qué disponibilidad tiene uno.
Este es el tema más importante: la disponibilidad donde uno se ofrece ante
las necesidades, ante los otros; se adelanta, es creativo y no simplemente
decir “la virtud de la pobreza es dar cosas”, porque no siempre “dar cosas”
es bueno ya que es importante respetar la dignidad y que cada uno, con su
dignidad, pueda ser respetado, por ejemplo, en la cultura del trabajo.
Cultura que tantas veces, en nuestra sociedad, se está dejando de lado o
minimizando.
Esta disponibilidad es lo que el Señor nos dice con el relato del joven rico,
en este Evangelio. Todos tenemos que tener una actitud de respuesta ¡y
cada uno tiene que responder!, ¡y en esa decisión cada uno tiene distintas
cosas! Así como no es igual uno al otro, si lo es en la disposición y la
voluntad ya que a cada uno el Señor le pide más. ¡Y esto es por amor, no
es por decreto!
Y porque Dios nos, ama uno puede seguir dando más; dando su vida, su
tiempo, su trabajo, su vocación, su misión. Pero que no viva del pasado
porque Dios tiene una vigencia actual; no de hace veinte años, ¡sino hoy!
¡Cómo respondo hoy, porque hoy Dios me pide! No hace treinta años, ¡hoy
me sigue pidiendo! Porque Dios siempre nos habla.
En el presente y en su presencia les dejo mi bendición: e n el Nombre del
Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén