XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
Segunda Lectura: Heb 4,12-13:
La Palabra de Dios descubre los pensamientos e intensiones del
corazón
Este domingo del Tiempo ordinario la liturgia de la Palabra nos propone el
tema de la riqueza y de la llamada de Dios. En la primera lectura recibimos la
enseñanza de que la Sabiduría es más valiosa que la riqueza. El Evangelio,
presentándonos el encuentro de Jesús con el joven rico, nos muestra cómo las
riquezas pueden convertirse en un obstáculo en nuestra relación con Dios y, en
particular, ante la llamada de Jesús a su seguimiento.
En la segunda lectura (Heb 4,12-13), el autor de la carta a los Hebreos nos
dice que “la Palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que espada alguna de
dos filos” (v.12). A diferencia de la palabra humana, ella si que tienes fuerza, está
llena de vitalidad, de luz y de exigencia. Penetra en el corazón y suscita
remordimientos en la conciencia, pone en crisis a quien no vive verdaderamente en
la gracia de Dios. No es posible esconderse de ella. Dios, que nos quiere mucho,
nos ofrece su Palabra para nuestro bien. Si la acogemos, ella se convertirá para
nosotros en fuente de vida.
En la Palabra de Dios se encuentran las enseñanzas que norman la conducta
del cristiano. Contiene la mejor noticia del universo, la salvación a través de
Jesucristo. Todos los que han abierto sus páginas, han encontrado el secreto de la
felicidad. Tiene poder para cambiar al pecador. Por eso, se debe leer
fervientemente para que las bases de nuestra fe sean sólidas, haciendo especial
énfasis en este Año de la fe para robustecerle, testimoniarla y difundirla. Sólo si los
cristianos conoceremos su contenido, podremos instruirnos e instruir a otros y
mostrarles el camino de la vida eterna.
El Papa Benedicto XVI durante la Audiencia General del miércoles 14 de
noviembre de 2007 enseaba que…, dialogar con Dios, con su Palabra, es en cierto
sentido presencia del cielo, es decir, presencia de Dios. Acercarse a los textos
bíblicos, sobre todo al Nuevo Testamento, es esencial para el creyente, pues
“ignorar la Escritura es ignorar a Cristo”, ensea san Jernimo.
San Jerónimo se preguntaba, verdaderamente ‘enamorado’ de la Palabra de
Dios,: “¿Cmo es posible vivir sin la ciencia de las Escrituras, a través de las cuales
se aprende a conocer a Cristo mismo, que es la vida de los creyentes?” (Ep. 30, 7).
Así, la Palabra de Dios, instrumento “con el que cada día Dios habla a los fieles”
(Ep. 133, 13), se convierte en estímulo y manantial de la vida cristiana para todas
las situaciones y para todas las personas.
Leer la Escritura es conversar con Dios, como dice san Jernimo.: “Si oras
hablas con el Esposo; si lees, es él quien te habla” (Ep. 22, 25). El estudio y la
meditación de la Escritura hacen sabio y sereno al hombre (cf. In Eph., prólogo).
Ciertamente, para penetrar de una manera cada vez más profunda en la palabra de
Dios hace falta una aplicación constante y progresiva. Por eso, san Jerónimo
recomendaba al sacerdote Nepociano: “Lee con mucha frecuencia las divinas
Escrituras; más aún, que el Libro santo no se caiga nunca de tus manos. Aprende
en él lo que tienes que ensear” (Ep. 52, 7).
Y para cerrar las citas de san Jerónimo, escribiendo a la matrona romana
Leta le daba estos consejos para la educación cristiana de su hija, y que hoy es
para cada padre y madre de familia, para todos: “Asegúrate de que estudie todos
los días algún pasaje de la Escritura. (…) Que acompae la oracin con la lectura, y
la lectura con la oracin. (…) Que ame los Libros divinos en vez de las joyas y los
vestidos de seda” (Ep. 107, 9.12). Con la meditacin y la ciencia de las Escrituras
se “mantiene el equilibrio del alma” (Ad Eph., prólogo).
Benedicto XVI afirma que “El Ao de la Fe, en recuerdo de la apertura del
Concilio Vaticano II hace 50 años, debe ser para nosotros una ocasión para
anunciar el mensaje de la fe con un nuevo celo y con una nueva alegría.
Naturalmente, este mensaje lo encontramos primaria y fundamentalmente en la
Palabra de Dios, que nunca leeremos y meditaremos suficientemente. Pero todos
tenemos experiencia de que necesitamos ayuda para transmitirla rectamente en el
presente, de manera que mueva verdaderamente nuestro corazón. Este año es
para que la Palabra no se nos caída de la mano en la Escrituras santas, en los
textos del Concilio Vaticano II y el Catecismo de la Iglesia Católica, que nos indican
de modo auténtico lo que la Iglesia cree a partir de la Palabra de Dios…
Que nuestro Señora de la Soledad nos ayuda a descubrir de nuevo el gusto
de alimentarnos con la Palabra de Dios, transmitida fielmente por la Iglesia, y el
Pan de la vida, ofrecido como sustento a todos nosotros, discípulos de su Hijo Jesús
(cf. Jn 6, 51).
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)