XXVIII Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Padre Julio Gonzalez Carretti
JUEVES
Lecturas bíblicas
a.- Ef. 1,1-10: Nos eligió en la persona de Cristo.
b.- Lc. 11, 47-54: Se pedirá cuenta de la sangre de los profetas.
En este evangelio termina Jesús las conminaciones contra los doctores de la ley
que se refieren a los sepulcros edificados a los profetas, la Sabiduría que ellos
ignoran y que Dios les envía y la llave de la ciencia de la que se han apoderado
impidiendo que ingresen ahora en el Reino de Dios (vv. 47- 49. 52). El evangelio
nos presenta las críticas de Jesús, contra los doctores de la ley. Los fariseos eran
discípulos dóciles de los doctores de la Ley, lo que ellos enseñan, ellos lo ponen en
práctica. Las críticas de Jesús se dirigen a esos maestros, que se igualaban a los
profetas, al estilo de Moisés, como a la ley misma. Ellos se han sentado en la
cátedra de Moisés (cfr. Mt. 23,2). Uno de ellos llama a Jesús, Maestro, pero al
mismo tiempo le reprocha, que con sus críticas ofende a los doctores y que
blasfema contra Dios. La santidad intangible de la ley, hace increíble que Jesús los
critique a ellos. La ley que fue dada por Dios, para el bien de los hombres, los
doctores, habían hecho de ella, una carga insoportable, mediante su doctrina y
exposición, pero sobre todo la sutil trampa de saber, cómo evadir su cumplimiento
a través de interpretaciones particulares (cfr. Hch.15, 10). Los profetas, que fueron
víctimas de sus antepasados, pues los mataron, en razón de la palabra de Dios, les
erigen ahora monumentos, con lo que quieren expresar que nada tuvieron que ver
en las acciones pasadas; pero ahora están a punto de cometer el mismo error que
sus padres, al rechazar a Jesús, el mayor de los profetas. Se creen con derecho de
interpretar las Escrituras y la voluntad de Dios, para guiar a los hombres a la vida
eterna, pero repudian a Jesús e impiden que otros lo reconozcan como tal, y
mediante su buena noticia alcancen la vida verdadera con Dios en la eternidad.
Jesús puede decir, que su yugo es suave y su carga es ligera (cfr. Mt. 11, 29),
porque ÉL, es el profeta de Dios, palabra definitiva de Dios Padre, para el hombre
de ayer y de hoy. ÉL tiene la llave del conocimiento, no los doctores de la ley,
porque da el conocimiento a quien quiera revelárselo (cfr. Lc. 10, 22). El rechazo
de Jesús por estos doctores, es por impedir que otros lo conozcan, ese es su
pecado más grande. Por lo mismo, se deja de ver, cuán grande es la
responsabilidad de los que son autoridad en nombre de Dios. Los doctores de la
ley, ahora se hacen solidarios, de los que mataron a los profetas en el pasado,
porque rechazan a Jesús, más que profeta, repudiarlo equivale a no comprender la
revelación de Dios y la historia de la salvación. ¿Cómo es posible que sean
rechazados los profetas, mensajeros de Dios para su pueblo? La Sabiduría
responde: la sabia permisión de Dios. Lo anunció la Sabiduría. Lo mismo que
sucedió a los profetas del pasado, sucede hoy a Jesús, y sucederá a los apóstoles
más tarde. Es larga la lista de hombres bíblicos que murieron a causa de su fe,
comenzando por Abél (cfr. Gn.1) hasta muerte de Zacarías (cfr. 2 Cro. 24, 20ss). A
esta lista se agrega la muerte, también violenta de Juan el Batista y la de Jesús en
el Calvario; todo concluirá, con la destrucción de Jerusalén. Algunos la interpretan
como castigo por haber rechazado la palabra de Dios. La clave para entender toda
esta realidad está en que los doctores de la ley pusieron como centro, no la palabra
de Dios, sino su propia sabiduría.
Santa Teresa de Jesús advierte que el Señor lleva a cada uno por un camino
distinto, pero que tiene de común el cultivo serio de las virtudes cristianas:
teologales y cardinales. “Y que no piense que por tener una hermana cosas
semejantes, es mejor que las otras; lleva el Señor a cada una como ve que es
menester. Aparejo es para venir a ser muy sierva de Dios, si se ayuda; mas, a las
veces, lleva Dios por este camino a las más flacas. Y así no hay en esto por qué
aprobar ni condenar, sino mirar a las virtudes, y a quien con más mortificación y
humildad y limpieza de conciencia sirviere a nuestro Señor, que ésa será la más
santa, aunque la certidumbre poco se puede saber acá, hasta que el verdadero Juez
dé a cada uno lo que merece. Allá nos espantaremos de ver cuán diferente es su
juicio de lo que acá podemos entender. Sea para siempre alabado, amén.” (6 M
8,10).