XXVIII Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Padre Julio Gonzalez Carretti
VIERNES
Lecturas bíblicas
a.- Ef. 1,11-14: Habéis sido marcados por el Espíritu.
b.- Lc. 12,1-7: Hablar francamente y sin temor.
El evangelista Lucas nos presenta una serie de observaciones e instrucciones de
Jesús en dos momentos: los discípulos deben estar penetrados de la Palabra de
Dios, hasta lo más profundo de su ser (vv.1-3), y hacer su confesión de fe, sin
temor a los hombres, pues Dios cuida de ellos (vv. 4-7). Anota Lucas, el aumento
de los que querían escuchar a Jesús, y presenta una instrucción a los discípulos. Les
habla para que luego ellos, empapados de la Palabra de Dios, sean intermediarios
entre Jesús y el pueblo. La levadura la consideraban como un poder oculto,
pernicioso, este poder en los fariseos, es la hipocresía, porque no son lo que
realmente representan (cfr. Mt. 23,13.15.23.27.29). Los discípulos deben evitar
toda hipocresía, simulación, ser trasparentes entre lo que dicen y hacen. La
simulación no sirve de nada, porque lo oculto se descubrirá y lo secreto, llegará a
conocerse. La transformación interior, es lo que exige Jesús a sus discípulos.
Convencido en lo interior, por la Palabra de Dios, el discípulo abrirá caminos de luz,
para que sus convicciones y sentimientos vean la luz pública. Lo dicho en grupo, se
hará público, por que la Palabra de Dios, posee ese poder de darse a conocer. El
segundo momento, es toda una confesión del amor que tiene por sus discípulos, en
sus amigos (v. 4). Recordarles su amistad, no tiene otro fin, que prepararlos para
que escuchen cosas muy serias y anunciarles verdades. A ellos los ama, los ha
iniciado en su Palabra, participan también de su destino (cfr. Jn. 15, 14ss). Él
camina hacia Jerusalén, para ser elevado en la Cruz, también sus amigos,
conocerán adversarios, que los amenazarán de muerte. No hay que temer a los que
matan el cuerpo, pero no influyen en su destino eterno, porque no tiene poder para
ello. Sólo a Dios hay que temer, es el que decide nuestro destino final; no los
hombres. El don de temor de Dios viene a significar, la reverencia, dedicación,
cuidado que debemos tener en nuestra relación con ÉL. El temor de Dios, en ningún
caso es miedo. Dios contempla a los discípulos, y no los olvida. Todo está presente
en Dios, hasta lo más pequeño, de ahí que con mayor razón, se ocupará de los
amigos de su Hijo. La confianza en la amorosa providencia de Dios, imprime valor
para soportar los tormentos, sabiendo que todo ello entra en los planes de Dios.
Santa Teresa de Jesús, vive el espíritu de llaneza en sus relaciones con Dios y los
hombres, por ello lo propone a todos los cristianos, como ejercicio de las virtudes
teologales y cardinales. “Lo que es mucho menester, hermanas, es que andéis con
gran llaneza y verdad con el confesor, no digo en decir los pecados, que eso claro
está, sino en contar la oración; porque, si no hay esto, no aseguro que vais bien ni
que es Dios el que os enseña; que es muy amigo que el que está en su lugar se
trate con la verdad y claridad que consigo mismo, deseando entienda todos sus
pensamientos, cuánto más las obras, por pequeñas que sean. Y con esto no andéis
turbadas ni inquietas, que, aunque no fuese de Dios, si tenéis humildad y buena
conciencia, no os dañará; que sabe Su Majestad sacar de los males bienes, y que
por el camino que el demonio os quería hacer perder ganaréis más. Pensando que
os hace tan grandes mercedes, os esforzaréis en contentarle mejor y andar siempre
ocupada en la memoria su figura, que como decía un gran letrado, que el demonio
es gran pintor, y, si le mostrase muy al vivo una imagen del Señor, que no le
pesaría, para con ella avivar la devoción y hacer al demonio guerra con sus mismas
maldades; que, aunque un pintor sea muy malo, no por eso se ha de dejar de
reverenciar la imagen que hace, si es de todo nuestro Bien.” (6M 9,12).