Comentario al evangelio del Martes 23 de Octubre del 2012
Hola, amigos y amigas:
Tanto hoy como mañana, las lecturas evangélicas nos invitan a la vigilancia en el seguimiento del
Señor. La vigilancia es una actitud cristiana indispensable: un cristiano que deja de vigilar fácilmente
se convierte en un cumplidor rutinario o, en el peor de los casos, en un creyente mediocre o disipado.
No se trata de una vigilancia al estilo de muchos de los actuales medios de comunicación que se fijan
detenidamente en la vida de los demás para criticarles o para cotillear, tampoco de una vigilancia
exhaustiva de nuestros propios actos ya sea por miedo a la condenación o por afán de perfeccionismo.
Jesús nos invita a otro tipo de vigilancia; veamos dos detalles del texto de hoy que convierten a la
vigilancia en una actitud de fe capaz de renovar la vida del creyente.
El primer detalle es la manera como se debe vigilar: “Tened ceñida la cintura y las lámparas
encendidas”; esto nos recuerda la noche pascual, en la cual Dios sacó a su pueblo de la esclavitud de
Egipto y en la que pidió a los israelitas que durante la cena estén atentos a su paso y listos para
emprender el camino liberador hacia la Tierra prometida. Los cristianos esperamos la Palabra de cada
día con el cinturón puesto y con la lámpara encendida, listos para descubrir las llamadas de Dios que
nos sacuden de la somnolencia, de la rutina y de la mediocridad y nos abren caminos nuevos, que nos
sacan de los miedos, los pesimismos y las esclavitudes para hacernos resucitar y vivir con mayor
coraje, amor y esperanza.
El segundo detalle es que los criados esperan que su amo regrese de una boda. El tema de la boda tiene
para nosotros una fuerte resonancia pascual y escatológica: la boda del cordero es la fiesta de la unión
plena de Cristo con su Iglesia, con la humanidad, con nosotros. Me llama la atención que en el texto se
resalte dos veces la dicha o la felicidad de los criados que están listos para servir a su señor. Ellos
tendrán la dicha de ser servidos por su señor. Sorprende cómo Lucas entreteje magistralmente en este
pequeño texto el servicio, la espera, la vigilancia y la dicha. No tenemos otra manera de esperar como
seguidores de Jesús: estar atentos a los que necesitan nuestro servicio, nuestra espera, nuestro cariño,
nuestro esfuerzo, nuestro sacrificio; seguro que allí encontraremos nuestra felicidad, nuestro gozo
porque descubrimos que en ese servicio misteriosamente somos servidos por el Señor.
Un saludo fraterno
Carlos Sánchez Miranda, cmf.
Carlos Sánchez Miranda, cmf.