Comentario al evangelio del Sábado 27 de Octubre del 2012
Hola, amigos y amigas:
Ayer veíamos que Jesús nos invitaba a interpretar los hechos históricos sociales y personales en clave
de fe, pero hoy Él mismo nos hace caer en la cuenta de que esta tarea no es fácil y que puede llevarnos
a confusiones, por ejemplo, sus interlocutores interpretaron la muerte de los galileos en manos de
Pilato y la de aquellos que fueron aplastados por la torre de Siloé en clave de castigo divino por sus
pecados. Jesús los conduce hacia otra clave, la de la conversión. Es curioso que el evangelista Lucas
coloque a continuación la parábola de la higuera estéril, que resalta la paciencia y la misericordia de
Dios frente a la impaciencia del que no encuentra los frutos que esperaba y quería cortar del todo la
higuera. Con cuánta facilidad nosotros también tendemos a interpretar los momentos difíciles de la
vida como castigo divino, ya sea para nosotros mismos o para los demás; qué tranquilizador es pensar
que a los demás les va mal porque se lo merecen, así nos sentimos mejores. Cuántas veces nos viene
muy bien a nuestros intereses la imagen de un Dios castigador e impaciente; muchos discursos
religiosos insisten en ello, poniendo siempre a los “otros” como los castigados.
Jesús nos invita a interpretar los acontecimientos desde otra clave, la de la constante llamada a la
conversión que nos hace un Dios paciente y misericordioso, que quiere nuestro bien y lo busca de mil
maneras cada día, sin impacientarse ni rendirse. Cuando nos movemos en estas claves de interpretación
de nuestras vidas, podemos desterrar el terror religioso, el temor, la culpabilización y la pasividad.
Toda la vida de Jesús nos anuncia la buena nueva de un Dios enamorado de los seres humanos, que
espera con solicitud de padre la hora en que cada uno de sus hijos e hijas descubran la hondura de su
amor y las consecuencias que esto supone en su vida personal, familiar y social.
Convertirnos no supone cambiar de conducta de la noche a la mañana, sino, más bien, se trata de un
proceso continuo que nos permite descubrir el amor paciente de Dios que no nos ha destruido ni
cortado del todo, sino que siempre y a través de todo nos está invitando a ser más humanos y más
hermanos, tal como nos lo mostró con su vida Jesús de Nazaret. Este amor posibilita la conversión que
nos capacita para cambiar nuestros modos de pensar, empezar nuevos procesos de relaciones, desterrar
viejos hábitos insanos y emprender otros nuevos que sean más evangélicos y nos hagan más sencillos,
alegres y solidarios.
Un saludo fraterno
Carlos Sánchez Miranda, cmf.
Carlos Sánchez Miranda, cmf.