XXIX Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Padre Julio Gonzalez Carretti
MARTES
Lecturas bíblicas
a.- Ef. 2, 12-22: Él es nuestra paz.
b.- Lc. 12, 35-38: Estad preparados para cuando vuelva el Señor.
El evangelio nos exhorta a estar preparados para cuando vuelva en su parusía. Los
discípulos, deben estar en vela y preparados, porque la hora de cuando Cristo
vendrá nadie la conoce. Es la actitud del criado, que espera a su señor que regresa
de un banquete. El símbolo de la túnica recogida, es para señalar que está pronto a
servir, trabajar o combatir. A la cintura ceñida, se agrega, la lámpara en la mano,
es decir que el criado, debe estar moralmente preparado, para cuando reciba la
llamada de su señor cuando venga a juzgar. La vida del discípulo, debe ser
trasparente, cargado de frutos de justicia por Jesucristo, para gloria y alabanza de
Dios (cfr. Flp. 1, 10ss). Este discípulo o criado, es felicitado por su Señor, con dos
clases de bienes: le servirá a la mesa, y lo hará partícipe de su gloria. El siervo, se
convierte en señor y el Señor en siervo; Dios hace partícipes de su gloria, a los que
velan su regreso. En el fondo, es el amor hecho fe y esperanza, los que hacen que
el hombre, espere el regreso de Jesús, al final de los tiempos. En la oscuridad de la
noche, tendrá que hacer su camino de fe, esperanza y caridad. El cristiano, espera
en forma confiada el regreso de Aquel, a quien sirve y ama cada día. Pero también,
hay que decir que lo esperado, ya lo poseemos en fe; día a día y es la esperanza, la
que revive el amor por Jesucristo. Un místico enamorado, como es Juan de la Cruz,
escribe estos versos: “Oh, noche que guiaste, /oh noche amable más que alborada;
/oh noche que juntaste/ Amado con amada, / amada en el Amado transformada”
(Poema Noche Oscura). La luz de Cristo Resucitado, ilumina la vida de todos los
creyentes, los que se acercan a ÉL, para tener la luz de la vida, por comunica lo que
ÉL es: la Luz del mundo (cfr. Jn. 8, 12).
Santa Teresa de Jesús, invita a la confianza y al santo temor de Dios, que si bien
nos saca Jesús de nuestra condición de pecadores, exige una colaboración activa en
mantenernos en comunión con su gracia salvadora. “Tampoco os pase por
pensamiento que, por tener estas almas tan grandes deseos y determinación de no
hacer una imperfección por cosa de la tierra, dejan de hacer muchas, y aun
pecados. De advertencia no, que las debe el Señor a estas tales dar muy particular
ayuda para esto. Digo pecados veniales, que de los mortales, que ellas entienden,
están libres, aunque no seguras, que tendrán algunos que no entienden, que no les
será pequeño tormento. También se les dan las almas que ven que se pierden; y
aunque en alguna manera tienen gran esperanza que no serán de ellas, cuando se
acuerdan de algunos que dice la Escritura que parecía eran favorecidos de Su
Majestad, no pueden dejar de temer, como tengo dicho; y la que se viere de
vosotras con mayor seguridad en sí, ésa tema más, porque bienaventurado el
varón que teme a Dios, dice David (Sal 111,1). Su Majestad nos ampare siempre,
suplicándoselo para que no le ofendamos es la mayor seguridad que podemos
tener. ¡Sea por siempre alabado, amén!” (7M 4,3)