XXIX Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Padre Julio Gonzalez Carretti
SABADO
Lecturas bíblicas
a.- Ef. 4,7-16: Cristo es la cabeza de todo el cuerpo.
b.- Lc. 13, 1-9: Si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera.
Este evangelio tenemos dos momentos: la invitación a la penitencia (vv.1-5) y la
parábola de la higuera (vv.6-9). Cuando habla Jesús de tiempo presente como
tiempo de decisión establecido por Dios, unos galileos lo interrumpen, narrando la
matanza de unos galileos, a manos de Pilatos, en el atrio del templo. Estos querían
un cambio político en Israel, afiliados al partido zelotas por medio de la violencia y
la fuerza. Lo más horrible era haber mezclado la sangre de estos hombres, los
sacrificantes con la de los corderos sacrificados; en un contexto de Pascua, donde
se inmolaban los corderos, al ser tantos los oferentes eran los mismos hombre
quienes inmolaban los animales y los sacerdotes derraban la sangre sobre el altar.
Era sangre humana derramada, se profanaban los sacrificios ofrecidos a Dios, en
lugar sagrado, como el templo de Jerusalén, y los romanos atentaban contra lo
consagrado a Dios. La gente se preguntaba, porque Dios había permitido que
murieran esos galileos, mientras ofrecían sacrificios, y la explicación, era que
murieron así, porque eran pecadores, y recibieron su castigo. En el trasfondo
estaba la idea que no hay castigo, si no hay culpa; lo mismo las grandes
catástrofes suponían pecados graves. Es la ocasión que tiene Jesús, a la luz de su
predicación, hablar del sentido del tiempo presente. No niega la idea de pecado y
castigo; lo que se puede concluir, es que esos galileos quizás fueran más
pecadores, que el resto de los galileos; todos son pecadores, por lo tanto, reos del
castigo de Dios. La conversión y la penitencia es el camino para librarse de la
condenación eterna. Jesús propone la parábola de la higuera, para explicar el
tiempo presente y el futuro (vv. 6-9). En las viñas de Israel, era frecuente
encontrar higueras, por esto el viñatero, también espera frutos de la higuera; pero
después de tres años ha esperado en vano. El dueño de la viña quiere arrancarla,
porque consume los nutrientes de la tierra, y no produce los frutos esperados. Es el
hortelano quien quiere darle una última oportunidad, si no da frutos, será
arrancada de la tierra esta higuera que no da frutos. El fin de la parábola es
interpretar el tiempo de Jesús; es el último tiempo otorgado por el Padre a su Hijo
en bien de los hombres. La parábola recoge la historia de Israel, y de la salvación.
“La via de Israel Sebaot es la casa de Israel, y los hombres de Judá, son su plantío
escogido” (Is. 5, 7). La historia de la salvacin está llegando a su meta. El tiempo
final se termina, el juicio amenaza, se ofrece este tiempo de Jesús, es el último
tentativo de salvación para el hombre. Este tiempo de Jesús, es el tiempo de
decidir, por amor a Dios, la conversión; Jesús ora por cada hombre con esta
intención. Su obra evangelizadora y su intercesión por Israel, es para conducirla a
la conversión. Cerca de Jesús, la vida cambia, y nacen las obras de justicia y
verdad, amor y paz. Sabe que el juicio, y la destrucción vendrá sobre la ciudad de
Jerusalén; sin embargo, Jesús ora por su pueblo, ofrece su vida por Israel, a fin que
alcance la salvación (cfr. Lc. 22, 32; 23, 34). Como Juan, también Jesús habla de la
penitencia, no hay que dejarlo para mañana, los frutos cambian la vida y abre
horizontes nuevos de santidad.
Santa Teresa de Jesús, entiende la penitencia como trabajo que potencia las
virtudes. Nunca penitencia por penitencia. Sólo el amor mueve al cristiano para
despojarse para adquirir un bien mayor. “Pues ea, hijas mías, prisa a hacer esta
labor y tejer este capuchillo quitando nuestro amor propio y nuestra voluntad, el
estar asidas a ninguna cosa de la tierra, poniendo obras de penitencia, oración,
mortificación, obediencia, todo lo demás que sabéis; que ¡así obrásemos como
sabemos y somos enseñadas de lo que hemos de hacer! Muera, muera este gusano
como lo hace en acabando de hacer para lo que fue criado, y veréis cómo vemos a
Dios y nos vemos tan metidas en su grandeza como lo está este gusanillo en este
capucho. Mirad que digo «ver a Dios», como dejo dicho que se da a sentir en esta
manera de unin.” (4M 3,9).