XXIX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B
Segunda Lectura: 1Tim 2, 1-8:
Dios quiere que todos los hombres se salven
“Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno
de la verdad” (1Tm 2, 4). Dios quiere la salvacin de todos por el conocimiento de
la verdad. La salvación se encuentra en la verdad. Los que obedecen a la moción
del Espíritu de verdad están ya en el camino de la salvación; pero la Iglesia a quien
esta verdad ha sido confiada, debe ir al encuentro de los que la buscan para
ofrecérsela. Porque cree en el designio universal de salvación, la Iglesia debe ser
misionera.
“Dios quiere que todos los hombres se salven”. Por tanto, si los hombres
quieren todos los hombres pueden salvarse, porque Dios lo quiere, sólo falta la
respuesta del hombre al proyecto de Dios, como ense san Agustín: “Dios, que te
cre sin ti, no te salvará sin ti”; en efecto, nos movemos siempre cada uno de
nosotros, tú, yo, con la posibilidad -la triste desventura- de alzarnos contra Dios, de
rechazarle -quizá con nuestra conducta- o de exclamar: no quiero que reines sobre
mí (…): se necesita del consentimiento del creyente para alcanzar la salvacin. El
hombre creado por Dios sin ser consultado, goza de libertad para decidirse por la
salvación o para rechazarla.
La libertad es el poder, radicado en la razón y en la voluntad, de obrar o de
no obrar, de hacer esto o aquello, de ejecutar así por sí mismo acciones
deliberadas. Por el libre arbitrio cada uno dispone de sí mismo tanto en el tiempo
como en la eternidad. Hasta que no llegue a encontrarse definitivamente con su
bien último que es Dios, la libertad implica la posibilidad de elegir entre el bien y el
mal, entre Dios y el Demonio, entre cielo e infierno.
Pero que nos quede claro, la voluntad de Dios es que vivamos con Él
eternamente, y no hasta final de la vida, sino desde ahora: de hecho Dios nos hizo
para que le conozcamos, le amemos y le imitemos en esta vida y después ir a gozar
con Él para siempre. El hombre es la “única criatura en la tierra a la que Dios ha
amado por sí misma” (GS 24,3); slo él está llamado a participar, por el
conocimiento y el amor, en la vida de Dios. Para este fin ha sido creado y ésta es la
razn fundamental de su dignidad: “¿Qué cosa, o quién, fue el motivo de que
establecieras al hombre en semejante dignidad? Ciertamente, nada que no fuera el
amor inextinguible con el que contemplaste a tu criatura en ti mismo y te dejaste
cautivar de amor por ella; por amor lo creaste, por amor le diste un ser capaz de
gustar tu Bien eterno” (Santa Catalina de Siena, Il dialogo della Divina providenza,
13).
Entonces, ¿qué debo hacer, cómo debo vivir para vivir realmente, para
encontrar la vida? “llegar al conocimiento pleno de la verdad”. Jesucristo es la
verdad, que redime y dignifica. El conocimiento de Cristo no es sólo pensamiento;
también es amor que abre los ojos, transforma al hombre y crea comunión con el
Verbo divino que es verdad y vida. En esta comunión, que es el conocimiento
perfecto y es amor, el cristiano perfecto alcanza la contemplación, la unificación con
Dios.
No es posible asemejarse a Dios y contemplarlo solamente con el
conocimiento racional: para lograr este objetivo hay que vivir una vida según
Jesucristo, una vida según la verdad. En consecuencia, las buenas obras tienen que
acompañar al conocimiento intelectual, como la sombra sigue al cuerpo.
Cristo es la verdad que nos hace libres. El creyente está llamado a ofrecerla a
sus contemporáneos, como lo hizo el Señor. El encuentro personal con quien es la
verdad en persona nos impulsa a compartir este tesoro con los demás,
especialmente con el testimonio. Hermanos, no vacilemos en seguir a Jesucristo. En
él hallamos la verdad sobre Dios y sobre el hombre. Él nos ayuda a derrotar
nuestros egoísmos, a salir de nuestras ambiciones y a vencer lo que nos oprime. El
que obra el mal, el que comete pecado, es esclavo del pecado y nunca alcanzará la
libertad (cf. Jn 8,34). Sólo renunciando al odio y a nuestro corazón duro y ciego
seremos libres, y una vida nueva brotará en nosotros.
Que en este día mundial de las misiones nos sintamos interpelados a optar
por nuestro Salvador y ser instrumentos, con la palabra y el ejemplo, para “que
todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad” (1Tm 2,
4).Que cada uno de nosotros a la luz de la Palabra de Dios se examine, reflexione y
tome las medidas necesarias para “no echar en saco roto la gracia de Dios”; que
sepamos discernir lo que vale de verdad para la vida eterna y que acometamos con
ahínco esta invitación de Dios, que además es un reto para demostrarle a El que
queremos participar de su Salvación.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)