XXX D OMINGO DEL T IEMPO O RDINARIO
(Jr 31, 7-9; Sal 125; Hb 5, 1-6; Mc 10, 46-52)
“Gritad de alegría por Jacob, regocijaos por
el mejor de los pueblos; proclamad, alabad y
decid: El Señor ha salvado a su pueblo, al
resto de Israel”.
“El Señor ha estado grande con nosotros, y
estamos alegres”.
_«Ánimo, levántate, que te llama.»
Soltó el manto, dio un salto y se acercó a
Jesús.
Jesús le dijo: -«¿Qué quieres que haga por
ti?» El ciego le contestó: -«Maestro, que pueda ver.»
M EDITACIÓN
Puede parecer exceso de imaginación, interpretación piadosa, tendencia a
sublimar la realidad cuando se interpretan los hechos de forma trascendente y se
descubre en ellos la mano de la Providencia que conduce los acontecimientos e hilvana
los hilos de la trama de la historia, para conducirlo todo hacia el bien.
Quizá nos sucede como al ciego de Jericó, que mientras nos quedamos hundidos
por los sucesos, que nos parecen negativos, nos asalta la tristeza, la desesperanza, el
decaimiento, hasta el extremo de creernos sin remedio, postrados en el suelo.
El cántico del pueblo del Israel, la declaración del salmista acerca de lo que ha
hecho el Señor en favor de su pueblo, y el salto que da el ciego hasta ponerse de cara a
Jesús y recobrar la vista, son imágenes que nos confirman la actitud que corresponde a
los que creen, a los que dan fe a la Palabra, a quienes se fían de Dios, de su mano
providente, aunque en el momento de la prueba parezca que todo se derrumba.
Soy testigo de circunstancias que se pueden leer como casualidades, o como
evidentes intervenciones del amor de Dios. Por referirme a hechos concretos, narro la
última experiencia, por la que sigo cantando el salmo 125 como himno agradecido.
A final de junio, la Congregación de las Hermanas de la Caridad Santa Ana me
comunicaba su imposibilidad de mantener la Comunidad que desde 1977 permanecía en
Buenafuente, atendiendo a los ancianos. Le respondí con una nueva propuesta para que
se quedaran, aunque no pudieran atender la residencia, pero definitivamente me
comunicaron por carta de la Superiora General, que leí el 24 de julio, que no era posible
su permanencia. Esa misma tarde, y después de invocar la intercesión de las Beatas
Mártires Carmelitas de Guadalajara en el día aniversario de su martirio, recibí una
comunicación de las Religiosas de la Presentación de María, en la que me decían que
buscaban un lugar para vivir un proyecto de adoración y ofrenda. El día 25 de julio las
recibí en casa y les ofrecí las estancias que habían de dejar las Hnas. de Santa Ana. El
15 de octubre, fiesta de Santa Teresa de Jesús, daba comienzo la nueva comunidad en
Buenafuente.
Como dice el salmista, “nos parecía soñar”. La Providencia divina nos acompaña.
En algunos casos experimentamos su presencia, en otros nos abandonamos, confiados, y
damos fe de que siempre somos amados de Dios, y nos mantenemos alegres.