“El que quiera ser grande, que se haga servidor de todos
como el Hijo del hombre”.
En su camino a Jerusalén donde
será glorificado, el Señor anuncia a
sus discípulos su pasión, muerte y
resurrección. De esta manera
confirma lo anunciado ya por
Isaías (53,10-11) “El Señor quiso
aplastarlo con el sufrimiento….la
voluntad del Señor se cumplirá por
medio de él. A causa de tantas
fatigas, él verá la luz y, al saberlo,
quedará saciado”. Este “sacrificio
de reparacin” de Jesús significará
que como “Servidor justo
justificará a muchos y cargará
sobre sí las faltas de ellos”. Es por
la entrega de su vida al
sufrimiento, cargando con nuestros
pecados, por donde somos
reconciliados con el Padre.
Consciente de estos hechos futuros, Jesús debió sentirse muy dolorido
cuando Santiago y Juan (Mc. 10, 35-45) le dijeron “Concédenos sentarnos
uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria”.
Con esta insólita petición dejaban en evidencia que no entendieron el
significado del anuncio de la Pasión que habían escuchado de la boca de su
Maestro. Seguían prisioneros de sus propios esquemas mentales, esperando
un Mesías político que salvaría a Israel de la opresión romana. No se había
realizado todavía en ellos ese cambio interior por el cual creyeran con
firmeza en la divinidad de Jesús, quien desestima el pedido, pero los
interroga acerca de su disposición a seguirlo por el camino del sufrimiento.
Rápidamente contestan “podemos”, pero es probable que sin entender con
claridad el contenido y alcance de tal respuesta.
Los diez discípulos restantes se enojan ante la pretensión de los hermanos,
probablemente porque se les habían adelantado en la petición, ya que
estaba todavía oscurecida su mente para conocer el misterio del Señor.
Ante la tentación por la posesión del poder que asalta a los discípulos, y
también a todos, Jesús dirá con énfasis que “ustedes saben que aquéllos a
quienes se considera gobernantes, dominan a las naciones como si fueran
sus dueños, y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no
debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga
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servidor de ustedes. Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser
servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud”.
La enseñanza de Jesús acerca del poder, es clara. Aunque pensemos
inmediatamente en el poder político –y razones no nos faltan para hacerlo
ya que las palabras del Señor se actualizan y aplican con justeza en nuestra
Patria, por ejemplo-, es necesario tener en cuenta que la advertencia y
peligros que señala involucran a todos los poderes de este mundo.
Y así, pensemos en el poder religioso, económico, social, empresarial,
sindical, judicial, legislativo, familiar etc.
No condena Jesús al poder por el poder mismo, sino que advierte que el
poder que busca o detenta cada uno, debe utilizarse no para someter al
otro, o pretender ser superiores a los demás, sino para el servicio de todos.
¿Qué es lo que no debe suceder entre nosotros, según advierte Jesús? El
que no tengamos actitudes de prepotencia y dominio sobre los demás,
como si fueran sirvientes, el no humillar y despreciar al otro como si fuera
nada, el no pretender estar como figurones en el candelero de la fama.
El mismo Hijo de Dios nos deja enseñanzas profundas cuando no consideró
humillante para Él tomar la naturaleza humana y ser el Servidor de todos.
La verdadera grandeza del cristiano está en hacerse pequeño, servidor de
todos, en medio de una sociedad, que lejos del evangelio, piensa que ser
grande es servirse del poder para el provecho personal.
¡Cómo cala hondo el ejemplo de tantos santos que desfilaron por la historia
de este mundo sirviendo a su Dios y al hombre de su tiempo con un
corazón sencillo y humilde, con olvido de sus propias ventajas personales!
Nosotros todos somos interpelados e invitados a realizar este servicio
incondicional a los demás en el cumplimiento de nuestra misión temporal,
haciéndolo presente a Jesús y contribuyendo así a la salvación del mundo.
En nuestros días urge una misión particular: ser grandes anunciando,
celebrando y sirviendo a la vida humana, especialmente la que se gesta en
el seno materno.
En nuestra Patria, “a quienes se considera gobernantes ”, porque detentan
el poder político, judicial, económico e ideológico , “dominan..... como si
fueran” nuestros dueños , y creyéndose “poderosos” “hacen sentir su
autoridad” aprobando y promoviendo el aborto, desamparando a sus
hermanos que sufren injusticia, empobreciendo cada vez a la sociedad con
sus iniquidades, enriqueciéndose de tal manera que las voces de innúmeros
despojados de dignidad claman al cielo, sin que se pueda ya silenciar el
reclamo de justicia, de verdad y de paz.
El poder del maligno se visualiza en la muerte, en la intencionalidad
descaradamente proclamada de sus seguidores, incluso entre los
bautizados, de hacer desaparecer al inocente, especialmente al no nacido,
en contaminar las mentes y los cuerpos con el flagelo de la droga o
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corromper los corazones sencillos con la promoción de lo que denigra al
hijo de Dios que es cada uno de nosotros.
En este servicio a la vida tiene un papel muy importante toda mujer de
buena voluntad por medio de su maternidad.
Al recordar y celebrar hoy especialmente a las madres, estamos
reconociéndolas en esa misión bellísima que Dios le dio a la mujer de dar
la vida, colaborando de ese modo con Dios Creador.
¡Cuántas mujeres, en cambio, buscando “dominar” la vida y con el pretexto
de que son “dueas” de su cuerpo, en lugar de servir a la vida la aniquilan!
De allí que se nos reclame hoy el recuperar la misión de anunciar la vida,
celebrarla y servirla entregando la propia como lo hizo Cristo.
En Jesús, como el grano de trigo que sepultado en la tierra produce fruto,
renace la vida por su muerte en Cruz, otorgándonos por su mediación la
vida divina que concede a todos los hombres de buena voluntad.
En efecto, al decir del autor de la carta a los Hebreos (4, 14-16), es
precisamente Jesús –Sumo Sacerdote-, el que asumiendo en su cuerpo
nuestras debilidades, menos el pecado, es capaz de compadecerse de
nosotros “a fin de obtener misericordia y alcanzar la gracia de un auxilio
oportuno”.
Hermanos: alimentados por la Eucaristía como servicio perfecto que Cristo
ejerce en nosotros, vayamos al encuentro de los demás, despojándonos de
“la mentalidad mundana del poder” para servir desinteresadamente a todos.
Padre Ricardo B. Mazza. Cura párroco de la parroquia “San
Juan Bautista”, en Santa Fe de la Vera Cruz. Argentina. Homilía
en el domingo XXIX del tiempo ordinario, ciclo “B” 21 de octubre
de
ribamazza@gmail.com ;
http://ricardomazza.blogspot.com
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2012.