COMMEMORACION DE TODOS LOS DIFUNTOS (2 de Noviembre Ciclo B)
Padre Julio Gonzalez Carretti O.C.D
Lecturas bíblicas:
a.- 1Cor. 15, 51-57: La muerte ha sido absorbida en la victoria.
El apóstol Pablo ha desarrollado todo el tema acerca de cómo será la resurrección
de los cristianos, y con ello, la parusía del Señor Jesús, es decir, su venida al final
de los tiempos. Este pasaje es el epílogo de este capítulo. Todo sucederá en un
instante: la derrota definitiva de la muerte y la transformación de nuestros cuerpos
mortales en gloriosos. El cuerpo resucitado será el mismo que el cuerpo mortal,
pero no lo mismo: de corruptible, pasa a ser incorruptible, de miserable en glorioso,
de débil en robusto. En definitiva: se siembra un cuerpo mortal y resucita un
cuerpo sobrenatural El primer Adán fue una vida viviente, el segundo Adán, es decir
Cristo, es una espíritu vivificador. El primero guió en torno a sí a la humanidad
para conducirla a la muerte, a la tierra de la que había procedido; en cambio, el
segundo Adán guía a los hombres camino del cielo de donde bajó. Si queremos
resurrección debemos salir del dominio de la carne y la sangre, e incorporarnos
plenamente a Cristo Jesús. Ahora expuesta toda su doctrina sobre la resurrección,
Pablo eleva una himno de triunfo y de acción de gracias a Dios, causa de nuestra
victoria (cfr. 1Cor.13, 8-13; Rm. 8, 31-39; 11, 33-36). El apóstol exclama:
“¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? El
aguijón de la muerte es el pecado; y la fuerza del pecado, la Ley.” (vv. 55-56), ve
cumplidas las profecías en la derrota definitiva de la muerte, en el momento de la
parusía, comienzo de la vida inmortal para el cristiano (cfr. Is. 25,8; Os. 13,14;
Rom. 8,23). La idea que la muerte se vale del pecado, como aguijón, y domina a
los seres humanos, y que el pecado a su vez crece por medio de la ley, de todos
estos males nos libró Jesucristo con su resurrección (cfr. v.56-57; Rom.5, 2-
14;7,7-12; 7,25; Hch. 26,14). La conclusión, es que los cristianos mantengan firme
la esperanza en la resurrección, que es lo que da sentido a la vida del cristiano
(v.58; cfr. 1Cor.15, 19. 32). La resurrección de Cristo Jesús, es el centro de toda la
fe revelada, la primera y definitiva victoria sobre la muerte, que alcanzará su
plenitud cuando resuciten todos los que esperan su glorificación.
(Se puede escoger esta otra lectura tomada del libro del Apocalipsis.
a.- Ap. 21, 1-7: Un cielo nuevo y una tierra nueva.
El apóstol Juan, nos presenta la Jerusalén celestial, morada de Dios y de los
hombres (v. 3). La presenta llena de hermosura, como una novia, ataviada para su
esposo. El cielo y la tierra ya pasaron, la muerte ha sido vencida, toda lágrima ha
sido borrada, porque el mundo viejo ya ha pasado. “Entonces dijo el que está
sentado en el trono: «Mira que hago un mundo nuevo.» Y añadió: «Escribe: Estas
son palabras ciertas y verdaderas.» Me dijo también: «Hecho está: yo soy el Alfa y
la Omega, el Principio y el Fin; al que tenga sed, yo le daré del manantial del agua
de la vida gratis. Esta será la herencia del vencedor: yo seré Dios para él, y él
será hijo para mi.” (vv. 5-7). La renovación que afecta a toda la creación es la
nueva relación de Dios con el mundo y de los hombres entre sí. La tierra vuelve a
ser de Dios, purificada y renovada, ya no es tierra de exilio, dolor y muerte. Esta
nueva Jerusalén es la Iglesia, que como peregrina haya su destino final. Como
prometida del Cordero, celebra sus bodas en la eternidad. Es una gran invitación a
pensar que alguna vez, todo se transformará, como está escrito y gozaremos de
ese vivir con Dios para siempre; porque hemos comprendido que guardando la
palabra de Dios en esta vida, ya hacíamos de nuestro espíritu un templo, morada
de Dios con nosotros, como nos enseñó Jesús (cfr. Jn. 14, 23). Lo que describe
Juan, es la coronación de cuanto se comenzó a vivir en esta vida cristiana, camino
de santidad, peregrinos camino hacia la patria verdadera. Es la Iglesia triunfante
que goza de su Señor Resucitado.
b.- Lc. 24, 1-8: ¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo?
El evangelio nos traslada a la mañana del domingo de Pascua, el primer día de la
semana. La tumba vacía, cambia la percepción de los discípulos ante la muerte de
Jesús; las mujeres la descubren así sorprendidas, los ángeles la explican, como
cumplimento de las promesas hechas en las Escrituras. La escena, se centra ahora
en las mujeres, las mismas, que habían preparado los aromas y ungüentos para
ungir el cuerpo de Jesús (cfr. Lc. 23, 56). Mujeres que siempre han estado con
Jesús, y ahora que los varones se retiraron, obran en silencio, en ese amanecer que
disipan las tinieblas, que fue lo que realmente pasó en la atmósfera, pero también
en las mentes y corazones de esas mujeres (cfr. Ex. 14,24). Cruzada la entrada, la
piedra esta ya estaba corrida cuando llegaron, el cuerpo no está, quedan perplejas,
la Magdalena llora la desaparición (cfr. Jn.20,11). Los ángeles les explican,
considerándolas interlocutores válidos, cosa inusual en ese tiempo, para recibir el
mensaje de la resurrección de Cristo. Sus palabras son una recriminación: “¿Por
qué buscan entre los muertos al que está vivo? Ha resucitado.” (v. 5). Debían
recordar las promesas del Maestro cuando estaba vivo, en Galilea (cfr. Lc. 9, 22.
44; 13,33; 17,25; 22,37); lo que escucharon ahora se ha cumplido, lo que habla de
ellas como auténticas discípulas de Jesús; lo que hace que su testimonio, con esta
noticia, se cada vez más fecundo (cfr. Hch.1,12-15). Los ángeles mencionan la
necesidad que estos hechos tuvieran lugar: Jesús debía ser entregado, crucificado y
ser resucitado al tercer día (v.7). Era el tiempo de que estas cosas sucedieran, es el
cumplimiento de las esperanzas judías (cfr. Os. 6,2). Fueron los pecadores los que
llevaron a Jesús a la muerte, lectura hecha a luz de los Salmos de lamentación, que
presenta a Jesús como el Siervo sufriente, condenado a muerte por los pecadores,
pero exaltado a la gloria del cielo por Dios Padre. La reacción de las mujeres, es un
acto de fe, a partir del rememorar las promesas de Jesús, pero suponemos que la
plenitud de la compresión les llegará el día de Pentecostés. Sin recibir orden
alguna, comprendieron, que debían anunciar estas cosas a los Once y a otros que
se les juntaron: Jusúa había Resucitado, según las Escrituras (cfr.Lc.24, 9). Las
protagonistas eran: María Magdalena, Juana, mujer de un administrador de
Herodes, María la madre de Santiago. Es curioso que mientras en los otros
evangelistas, el Resucitado se aparece primeramente a las mujeres, en Lucas,
resalta que son sus discípulas (cfr. Mc.16,9; Mt.28,9-10; Jn.20,11-18). Lo que
pretende el evangelista, es destacar que la fe en Jesús, después de la resurrección,
no se basa en palabras de mujeres, cuyo testimonio no era tomado en cuenta, ni en
la tumba vacía, sino en las apariciones y enseñanzas de Jesús, a los discípulos de
Emaús, a Pedro, a los Once y sus compañeros (cfr. Lc. 24, 31. 34. 41-43. 46.52).
Pedro, es el único que acude, y comprueba, inclinado sobre la tumba, que
efectivamente la tumba de Jesús está vacía, pero parece que no fue sólo; su fe,
debía confirmar la de sus hermanos por eso importante su presencia en el sepulcro
(cfr. Lc. 24,12; 22,32; 24,24; Jn. 20,5). Pedro creyó sin ver nada todavía, pura fe,
ante el sepulcro vacío y el sudario, pero asombrado por lo acontecido, encontramos
el primer indicio de su presencia oscura y luminosa. Oremos en este día por
nuestros Difuntos, parientes, amigos y bienhechores, para que puedan contemplar
en la visión beatífica el rostro de Cristo, y gozar de su paz y comunión para
siempre.