SOLEMNIDAD: TODOS LOS SANTOS
Ap 7, 2-4.9; Sal 23; 1 Jn 3, 1-3; Mt 5, 1-12ª
«Viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le
acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo: "Bienaventurados los
pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los
mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que
lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed
de la justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos,
porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón,
porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque
ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la
justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os
injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por
mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los
cielos»
Toda la liturgia en esta Solemnidad nos habla de la santidad. El Beato Papa Juan
Pablo II nos dice al respecto: La vida cristiana consiste en caminar en la tierra
con el corazón dirigido hacia lo alto, hacia la casa del Padre celestial. Así caminaron
los santos y, en primer lugar, así lo hizo la Virgen, Madre del Señor. Este día nos
recuerda esta dimensión esencial de la santidad: la condición de peregrinos, que
buscan diariamente el reino de Dios confiando en la divina Providencia (Juan
Pablo II, 1 de noviembre de 2000).
En los actuales tiempos para saber cuál es el camino de la santidad, a la cual todos
los creyentes estamos llamados por el bautismo, tenemos que escuchar la voz de
Dios que se manifiesta a nosotros a través de la palabra y de los acontecimientos
de cada día. A veces se piensa que la santidad es una condición de privilegio
reservada a unos pocos elegidos, cuando en realidad, ser santo es la dignidad de
todo cristiano, de todo hijo de Dios, porque Dios nos ha bendecido y nos ha
escogido en Cristo para ser santos e inmaculados en su presencia en el amor; nos
dice el Beato Papa Juan Pablo II: este día, en el que vivimos con acentos
especiales la realidad vivificante de la comunión de los santos, debemos tener
firmemente presente que en el comienzo, en la base, en el centro de esta comunión
está Dios mismo, que no sólo nos llama a la santidad, sino que también y sobre
todo nos la da magnánimamente en la sangre de Cristo, venciendo así nuestros
pecados (Juan Pablo II, Homilía en la Solemnidad de Todos los Santos, 1 de
noviembre de 1980).
En el evangelio la palabra bienaventuranza, expresa la condición de la persona con
relación a Dios. Esto quiere decir que no solamente se debe pensar que el
bienaventurado es uno que es protegido por Dios o ayudado o asistido por Dios,
sino que el bienaventurado es el hombre que ha sido transformado por Dios, su
vida ha sido reconstruida, es el hombre que vive en Dios. El Papa Benedicto XVI
nos dice: Este es el significado de la solemnidad de hoy: al contemplar el
luminoso ejemplo de los santos, suscitar en nosotros el gran deseo de ser como los
santos, felices por vivir cerca de Dios, en su luz, en la gran familia de los amigos de
Dios. Ser santo significa vivir cerca de Dios, vivir en su familia. Esta es la vocación
de todos nosotros, reafirmada con vigor por el concilio Vaticano II, y que hoy se
vuelve a proponer de modo solemne a nuestra atención (Benedicto XVI, Homilía
en la Solemnidad de Todos los Santos, 1 de noviembre de 2006).
Nuestro Señor Jesucristo cuando inaugura el discurso de la montaña, al decir
bienaventurados en plural, nos está desvelando el hombre nuevo, el hombre que ha
nacido de Dios, en otras palabras, Cristo con su vida pública desvela y encarna la
vida del bienaventurado en Dios. Ya los profetas e incluso los libros sapienciales
expresan muchos rasgos de este bienaventurado, que Cristo en su vida pública ha
encarnado, asumiéndolo para llevar a cumplimiento la voluntad amorosa y fiel de
Dios para con los hombres.
En nuestros días en una sociedad que cada día deshumaniza al hombre, se nos
hace ver las actitudes del bienaventurado, como actos inhumanos, líricos o
poéticos, pero verdaderamente, en la medida que el cristianismo se encarne
brotarán los frutos de santidad, actitudes que describe el evangelio: pobre, sufrido,
sed de justicia, calumniado, perseguido, corazón limpio, hambriento de Dios.
Demos gracias a Dios porque en este día en que celebramos la Solemnidad de
Todos los Santos, la Iglesia nos invita a participar como un anticipo en nuestra vida
futura junto al Señor en la vida eterna, por eso esta Solemnidad nos debe ayudar a
sacudirnos del lastre con el cual muchas veces el demonio nos quiere engañar para
pegar nuestro corazón a las cosas pasajeras de esta vida, como puede ser un cargo
o una responsabilidad que se puede desarrollar en el interior de la Iglesia para el
bien de los hermanos, todo lo que podamos realizar en este mundo, lo realicemos
con un corazón dispuesto y vigilante en la espera de Nuestro Señor, como las
vírgenes prudentes y pasar a las nupcias del esposo (Cristo).
Pbro. Oscar Balcázar Balcázar