Comentario al evangelio del Viernes 09 de Noviembre del 2012
Queridos hermanos, paz y bien.
Se celebra hoy la dedicación de la Basílica de Letrán . El nombre oficial es de la misma es el de
Archibasilica Sanctissimi Salvatoris. Es la más antigua y la de rango más alto entre las cuatro basílicas
mayores o papales de Roma. Su título honorífico es el de «Omnium urbis et orbis ecclesiarum mater et
caput» (madre y cabeza de todas las iglesias de la ciudad de Roma y del mundo), por ser la sede
episcopal del primado de todos los obispos, el Papa. Fue consagrada por el papa San Silvestre en el
año 324. Su celebración anual es un signo permanente de amor y de unidad con el Romano Pontífice.
Hasta aquí, datos históricos, más o menos conocidos. Sería bueno ir un poco más allá, y preguntarnos
qué significa esta celebración para nuestra vida de cristianos. Habida cuenta de que Pablo, en su Carta
a los Corintios, nos recuerda que somos templo de Dios. No vaya a ser que venga Cristo y nos limpie
por la fuerza…
Las medidas de Jesús son radicales. Se trata de una limpieza total de la casa de Dios, para que esa casa
sea casa de oración. Hay que tener claro el objetivo. Mañana lo escucharemos de otra manera, cuando
nos hablen de la imposibilidad de servir a dos señores, a Dios y al dinero. Hoy se ocupa del templo,
porque era el lugar donde se concentraba la espiritualidad judía, el lugar de la alianza, donde Dios
siempre se encontraba con su pueblo. Allí se había concentrado una gran cantidad de mercaderes. Se
había perdido el horizonte. Y Cristo nos lo recuerda. Dar al César lo que es del César, y a Dios lo que
es de Dios. Y cada cosa en su sitio, y un sitio para cada cosa.
La primera lectura nos recuerda que nuestro cuerpo es templo de Dios. Y sería bueno hacer una
limpieza general, de vez en cuando, para que no se nos acumulen demasiadas cosas, no siempre
compatibles con nuestra condición de seguidores de Cristo. En nuestro templo no habrá palomas para
el sacrificio, pero quizá sí haya pasiones desordenadas (dinero, sexo, comida) y necesitemos que el
Señor venga, nos vuelque las mesas y nos permita comenzar de nuevo. Revisa tu interior, a la luz de la
Palabra, y deja que Cristo te limpie. Verás la vida de otra manera.
Vuestro hermano en la fe,
Alejandro, C.M.F.
Alejandro Carbajo, cmf