Ciclo B. XXXI Domingo del Tiempo Ordinario
Antonio Elduayen, C.M.
Queridos amigos
¡Ámenme!, dice Dios! ¡Y ámense y amen a sus prójimos como a sí mismos! En
esencia esto es y a esto apuntan los dos más grandes mandamientos de la Ley de
Dios, tal como nos lo asegura Jesús en el evangelio de Marcos (12, 28b-34). ¡¿Se lo
imaginan, amig@s?! Dios pidiéndonos que le amemos, obligándonos a que le
amemos. ¡Qué insondable misterio y qué maravilloso designio, al mismo tiempo!
Visto con ojos de moralista, el inmenso amor que Dios nos da y nos pide, corre el
peligro de ser desvirtuado y de ser convertido en un mandamiento, que en sí es
bello, pero que nosotros lo reducimos a hacer o dejar de hacer unas cuantas cosas.
Por favor, el amor de Dios es infinitamente más grande que eso y, sobre todo, es
personal, es decir, busca la unión entre personas, que lo amemos a El como
Persona, con pasin y por encima de las cosas mandadas… Estas las cumpliremos si
de verdad le amamos a El con todo el alma.
Son muchas las cosas que podríamos decir en relación con estos mandamientos.
Pero una sola es la más importante y decisiva: nos hablan de amor, del amor de
Dios y a Dios, que es la fuente y la cumbre del amor hermoso y verdadero. Y que
es parte esencial del misterio de Dios, que se define como amor (1 Jn 4,16), y
parte integral de su designio o proyecto en relación con el hombre, que lo ha hecho
para amar y cuyo corazón estará inquieto hasta que descanse en Dios, como lo
sentía y confesaba San Agustín. ¡Cuán tarde te empecé a amar, Dios mío!
Al llegar a esta altura de la carta y en relación con lo que vengo diciendo, quiero
referirme a dos documentos que lamento no poder transcribírselos íntegros. Son el
Prefacio de la Misa de Matrimonio, que nos habla profunda y bellamente del amor, y
la Primera Parte de la Carta “Dios es Amor”del Papa Benedicto XVI. Veamos un
párrafo de cada uno.
“Padre Dios… has dignificado tanto al hombre, creado en tu bondad, que en la unión
del hombre y de la mujer has dejado la imagen de tu propio amor, y al que has
creado por amor y le has llamado a amar, le concedes participar en tu amor eterno.
Y así el sacramento del matrimonio, signo de tu amor, consagra el amor de los
hombres, por Jesucristo nuestro Seor”.
“Hemos creído en el amor de Dios: así puede expresar el cristiano la opcin
fundamental de su vida. No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o por
una gran idea, sino por el encuentro con una Persona, que da un nuevo horizonte a
la vida, y, con ello, una orientacin decisiva… Y puesto que es Dios quien nos ha
amado primero (1 Jn 4, 10), nuestro amor a El ya no es slo un “mandamiento”
sino la respuesta al don del amor, con el cual El viene a nuestro encuentro…” (DCE,
1 y 2)
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)