Brotan las yemas…
Hay siempre un asombro ante lo nuevo. Se necesitaría un corazón muy despistado, o
demasiado perturbado y, a su vez, embotado para no captar los pequeños signos de la
novedad. Es tan discreta que podría no ser captada en toda su dimensión. El mundo de
hoy se está cerrando a este descubrimiento. De ahí la rutina y la repetición como hábitat
comunes en nuestras vidas.
Jesús tiene una predilección por la higuera. Al cuadro de desolación de la primera y
tercera lectura podría responder perfectamente la higuera seca hasta las raíces. Es
campo abonado para “profetas de calamidades”, descalificados por el beato Juan XXIII.
Pero es Jesús mismo quien vuelve a presentar la higuera con brotes nuevos, yemas que
irrumpen en el tronco como anuncio de floración y cosecha bendecida.
Hay un signo más evangélico que va emparentado con la higuera. Sus brotes nos hablan
de la cercanía de Jesús: “Está a la puerta”. Su presencia nos sitúa en las “esperas de
Dios”. Un Dios amigo de las primaveras y los veranos donde los frutos abundan. Un
Dios cercano a las expectativas de todo ser viviente que lee en la higuera la plenitud de
la tierra prometida.
“Mis palabras no pasarán”. Dios tiene la última palabra. También la primera. Sólo esa
palabra juzga la historia. Ella tiene su hábitat propio en el corazón de cada persona. Es
palabra creadora, santificadora: “Ha hecho perfectos a quienes se han consagrado a
Dios” (Heb 10, 14). Es la palabra que nos lanza desde el Hoy en brazos del futuro
dándole dinamismo a nuestra esperanza.
Cochabamba 18.11.12
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com