XXXI Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Padre Julio Gonzalez Carretti O.C.D
MIERCOLES
Lecturas bíblicas
a.- Flp. 2, 12-18: Seguid actuando vuestra salvación.
b.- Lc. 14, 25-33: Renuncia a lo que se ama y a los bienes.
Este es un evangelio encontramos dos temas muy relacionados: la renuncia a lo
que se ama respecto a los familiares (vv. 25-27) y la renuncia a los bienes (vv.28-
33). Las gentes siguen a Jesús, le buscan, quieren ser sus discípulos. Camina hacia
Jerusalén donde le espera la glorificación, pero antes la pasión y muerte. ¿Qué
significa caminar con Jesús? Lo primero es poner a Jesús por encima de todo, todo
lo demás queda en segundo lugar. No será digno de ser su discípulo, quien no ama
a sus seres queridos, ahora desde el propio amor que vive desde Jesús; los amará
con su amor y vida que ÉL le comunica. No nos equivoquemos, Jesús predicó el
amor y no el odio, no anuló el cuarto mandamiento, odiar semíticamente hablando
significa posponer, negarse a sí mismo (cfr. Mt.10,37; 9,23). Padre, madre, hijos
hermanos, hasta la propia vida pasa a un segundo término delante de Jesús. Leví,
padre y patriarca de los levitas, aprendió a posponer todo otro interés que no fuera
el servicio del templo. Se siente ligado al templo, a la ley y a la alianza, realidades
incondicionales, que antepone a todo lo demás (Dt. 33,9). Ahora es Jesús esa
realidad incondicional, exclusiva, que no admite comparación. Él es la nueva
alianza, la ley, la salvación, la revelación de Yahvé, en definitiva la verdad, sólo en
ÉL se encuentra salvación (cfr. Jn.14, 6; 4,12). Termina esta primer parte,
invitando a todos a lleva su cruz, camino de Jerusalén, camino del Calvario. El que
lleva la cruz, pierde la vida, la honra, recordemos que la crucifixión era castigo de
infames, desertores y esclavos, es un maldito (cfr. Ez. 9, 4-6; Gn. 22,6; Gál. 3,
13). Quien quiera seguirle debe asumir toda esta realidad, realidad que al hombre
repugna desde lo más profundo de su ser. Este es el camino de Jesús, Maestro,
Mesías sufriente y Señor Crucificado y Resucitado. La parábola de la torre y
emprender la guerra con un enemigo quiere decir que hay que reflexionar mucho
antes de emprender una empresa, conocer si están los medios y fuerzas
necesarias. La empresa es seguir a Jesús, hay que ver si tenemos la voluntad
necesaria, las fuerzas para perseverar hasta el final. Este seguimiento radical, es el
de los apóstoles y los que quieran seguirle plenamente renuncian a su casa, familia
y profesión. A otros no les exige dejar ni familia ni bienes como a Zaqueo o las
mujeres que le seguían (cfr. Mt.19,12; 19,1-10; 8,3; 9,57s). La exigencia para
todos es la conversión de la vida a su Evangelio y fe en su persona como Mesías,
Hijo de Dios. Con estas exigencias y llamada a reflexionar, Jesús quiere evitar
hombres y mujeres entusiastas, pero que luego se hastían de su vida y pueden
perder incluso el ejercicio de la fe (cfr. Jn. 6,60-71). Edificar y combatir es propio
de los apóstoles y de todo cristiano, pero esto exige reflexión, decisión y entrega
total (cfr. Rm.15,20; Flp.2,25). Esta obra se ve coronda por la gloria y la paz, fruto
eximio de la salvación que Jesús Resucitado nos invita a participar.
Santa Teresa de Jesús, supo lo que era tener una gran familia hasta que aprendió a
quererlos desde el amor de Dios. “Orden en mí el Rey la caridad, tan ordenada,
que el amor que tenía al mundo se le quita; y el que a sí, le vuelve en desamor; y
el que a sus deudos, queda de suerte que sólo los quiere por Dios; y el que a los
prójimos y el que a los enemigos, no se podrá creer si no se prueba; es muy
crecido; el que a Dios, tan sin tasa, que la aprieta algunas veces más que puede
sufrir su bajo natural. Y como ve que ya desfallece y va a morir, dice: Sostenedme
con flores, y acompaadme de manzanas, porque desfallezco de mal de amores”
(Conceptos del Amor de Dios 6,13).