XXXII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B.
Pautas para la homilia
Cristo se ha ofrecido una sola vez para quitar los pecados de todos.
La mirada de las personas es, a veces, muy distinta a la de Jesús y a la de su Padre
Dios.
En tiempos de Elías en Sarepta y en Israel en tiempos de Jesús, una mujer viuda
era necesariamente, aunque fuera joven, alguien humanamente sin esperanza. La
mujer dependía de su marido y si no lo tenía era pobre de solemnidad. De ahí que
la palabra viuda y el adjetivo pobre estuvieran irremediablemente unidos.
Sin embargo, más allá de la pobreza, en Sarepta y en Jerusalén, el distintivo de las
mujeres que nos relatan los pasajes bíblicos fue la generosidad. Ambas lo dieron
todo, no lo que les sobraba, sino lo único que tenían para vivir. Las dos lo
ofrecieron a Dios. La primera atendiendo al enviado de Dios y la segunda ofreciendo
su limosna al Templo de Dios.
La orza de harina no se vació y la alcuza de aceite no se agotó. Dios hace opción
por los pequeños y los pobres. Menos mal que los ojos y el corazón de Dios no son
como los nuestros. Él se apiada del infeliz y trata al pobre con misericordia.
En los textos la palabra viuda aparece tres veces. Una en relación al profeta Elías,
otra en relación a Jesús. Otra en relación a los letrados. En las dos primeras la
mirada sobre ellas es de misericordia y de esperanza. En la que hace referencia a
los letrados dice el evangelio que devoran sus bienes con engaños.
Que contraste entre la mirada de Dios y del hombre de Dios a la mirada de los que
utilizan el nombre de Dios en vano. La mirada del amor y la mirada de la codicia.
¿A qué nos invita la palabra? Primero a ser como la viuda. Capaz de dar no lo que
me sobra, sino lo que tengo para vivir, lo que soy. A poner no mi confianza y mi
corazón en los bienes, sino en Dios. Y segundo a ser como Dios. Con una mirada
profunda sobre las personas, para saber descubrir la intencionalidad del corazón.
Poniéndonos del lado de los que son solidarios y no del lado de los que explotan y
abusan de los más pequeños y de los que menos tienen.
Es el 12 un capítulo, en el Evangelio de Marcos, de polémicas y discusiones.
El texto del evangelio de hoy tiene dos partes bien diferenciadas, pero en ambas
aparece la denuncia de Jesús. Dios, su Padre no es indiferente ante las distintas
actitudes.
Jesús no se pierde en teorías, va a lo concreto.
1.- Contra los escribas y su actitud. Su modo presuntuoso de vestir. Su deseo de
ser reverenciados por la gente. Los primeros puestos en sinagogas y cenas. Su
engaño interesado a las viudas.
2.- En el templo. La diferente actitud ante la limosna. Quien da de lo que le sobra
con ostentación y la viuda que da todo lo que tiene para vivir.
Actitud ante la vida: La de los escribas y los ricos y la de la viuda y la gente
sencilla. Formas diferentes de ser y de vivir. Quienes apostamos por el Evangelio lo
tenemos bien claro. Seguir al Maestro significa optar por su misma forma de ser y
de vivir.
Nuestro modelo es Jesús, que como dice la Carta a los Hebreos se ha entregado
totalmente y para siempre para nuestra salvación.
Fr. Francisco José Collantes Iglesias O.P.
Convento Sta. Cruz La Real de Granada