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Día litúrgico: Miércoles XXXI del tiempo ordinario
Texto del Evangelio ( Lc 14,25-33): En aquel tiempo, caminaba con Jesús mucha
gente, y volviéndose les dijo: () ¿Quién de vosotros, que quiere edificar una
torre, no se sienta primero a calcular los gastos, y ver si tiene para acabarla? No
sea que, habiendo puesto los cimientos y no pudiendo terminar, todos los que lo
vean se pongan a burlarse de él, diciendo: ‘Este comenzó a edificar y no pudo
terminar’ ().
Comentario: Rev. D. Antoni CAROL i Hostench (Sant Cugat del Vallès, Barcelona,
España)
La responsabilidad moral en la actividad económica
Hoy asumimos la llamada de Jesucristo a la prudencia ("sentarse primero a
calcular"), situándola en el contexto de la actividad económica, cuyas crisis globales
no son ajenas al "déficit" generalizado de prudencia («la codicia es uno de los
principales peligros», afirmó Juan Pablo II).
La esencia de la actividad-acción económica es algo muy simple: necesitamos
asignar nuestros recursos (limitados) a finalidades alternativas (no podemos
hacerlo todo). Este "ejercicio de asignación" lo realizamos todos, todos los días, en
todas nuestras actividades (tiempo, estudios, la compra, ¡elegimos cónyuge!, etc.).
Esta "racionalidad económica" es profundamente ética: donde hay elección de fines,
allí hay responsabilidad moral (elegimos fines según la visión que tenemos acerca
del hombre).
—La historia muestra que este proceso de asignación de recursos a finalidades
alternativas suele ser "inconsistente", incoherente: empezamos "casas" que no
podremos terminar, o, simplemente, intentamos cosas imposibles y/o inútiles. Y
esto a nivel personal, familiar, empresarial e institucional. La llamada a la prudencia
y a la sobriedad es una exigencia ética y de racionalidad económica.
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