Los mayas quisieron enmendarle la plana a Cristo.
Domingo 33 Ordinario 2012 B
El año litúrgico se nos acaba y los textos de la Escritura van preparando el ánimo
para considerar que nuestro mundo y nuestra vida tienen un final Es interesante
darnos cuenta que tanto la descripción del inicio del mundo y del hombre como la
misma de los días finales de la humanidad, se nos dan en imágenes que para
nosotros será muy grato, porque estamos en la época de la imagen y no le tenemos
miedo a la verdad, aunque nuestras vidas no reflejen siempre esa verdad en la que
decimos que creemos, y vivimos entonces una doble vida, en una fe que no tiene
repercusión en nuestra vida, viviendo entonces en el indiferentismo, como si Dios
no existiera, y ciertamente no lo echamos fuera de nuestras vidas y de nuestras
instituciones “por si acaso lo necesitáramos”, pero viviendo sin arraigo y sin
verdadera convicción, Dios no cuenta en nuestras vidas sino cuando es necesario,
como cuando tomamos una aspirina para olvidarnos del dolor, sin recordar que esa
nueva vida, ese “más allá, se decide definitivamente en “el más acá”. Hoy nos
encentramos pues, con un texto difícil de San Marcos, Pero en resumidas cuentas,
después de las imágenes con las que S. Marcos se desliza, ¿Cuál es el mensaje de
este texto escriturístico? Lo podemos dividir en cuatro partes:
Primero, el lenguaje está lleno de imágenes que podrían ser alarmistas, pero no
olvidemos que San Pedro habla de unos cielos nuevos y una tierra nueva, pues la
misma creación tomará parte en la glorificación del Hijo de Dios. Nadie en su sano
juicio hace una casa para destruirla con sus propias manos en cuanto acaba de
construirla. Si así fuera, lo que le acaba de pasar a los gringos nuestros vecinos,
sería como jugar en una tina de agua.
Segundo, el punto focal del mensaje lo constituye la venida del Hijo del hombre en
poder y majestad. Pero hay que entender que se trata del mismo Cristo con su
cruz, con sus clavos y con sus espinas y es el Cristo que triunfa por su entrega y su
generosidad. Cristo ha sido colocado a la derecha del Padre y lo hace con el amor
que fue la clave de su triunfo y que es la clave para todos los que se asociaron a él.
No será la violencia, ni la fuerza, ni el soborno, ni la injusticia ni nada que se le
parezca lo que hará mejor a nuestra humanidad, sino el amor que será la clave
para el reino de los cielos. Habrá quien desconfíe de que el amor resolverá nuestro
problema vital, pero en realidad no habrá otro camino.
Tercero. Una vez que Cristo ocupe su lugar, serán congregadas en su presencia
todos los que vengan de los cuatro puntos cardinales de nuestro universo, para
triunfar y sentarse con Cristo a la diestra del Padre. Ahí estarán los que no se
contentaron con esperar, sino que lucharon con toda valentía, aún oponiéndose a
todo y a todos. Eso hicieron los santos, que aunque pasaban por noches oscuras
en la fe, no cesaron en su empeño de vivir en una entrega constante en bien de los
hombres. Así ocurrió con la beata Teresa de Calcuta que se ganó su lugarcito cerca
de Cristo, decidiéndose por los más pobres entre los pobres, suscitando un ejército
de hombres y mujeres que trabajaran por los más necesitados, olvidándose de sí y
de su comodidad.
Cuarto, finalmente, aunque los mayas digan que en este año se decide el fin del
mundo, Cristo dice que no, que eso no lo sabe nadie sino solo el Padre y que
mientras tanto a nosotros nos toca solo mejorar las condiciones de la humanidad y
de nuestro mundo, dejándole al Padre que decida el momento oportuno. A trabajar
se ha dicho, porque aún le falta mucho camino a la humanidad. Del brazo de Cristo
y de María, caminamos rumbo a la salvación de todos los hombres
El Padre Alberto Ramírez Mozqueda espera sus comentarios en
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