PASCUA DE RESURRECCION - C
Evangelio de la Misa: Lc 21,1-12 (Jn 20,1-9)
Alegría pascual
Los cuatro evangelistas, como no podía ser de otra manera, narran
suficientemente el hecho de la Resurrección de Cristo, o mejor que su cadáver
había desaparecido del sepulcro, y que lo vieron resucitado los apóstoles y otras
muchas personas.
Con diversos matices, pero coincidiendo en lo fundamental, los evangelios
destacan que las primeras en enterarse de la Resurrección del Maestro fueron
unas mujeres, no solo conocidas, sino también muy queridas por Jesús, como se
destaca de María Magdalena. Ellas se encargaron de comunicar lo sucedido a los
apóstoles, y de divulgarlo. Nos fijamos en la frase resaltada por Lucas, y que se
pone en boca del ángel: “¿Cómo buscáis entre los muertos al que vive? No está
aquí. Ha resucitado”.
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Señor, Jesús, lleno de gozo y desbordante de satisfacción
quiero celebrar tu Resurrección de entre los muertos.
A la vez que me alegro con todos los cristianos,
que comparten esta misma fe en tu divinidad y en la Redención que nos ofreces.
Yo ahora me dispongo, en esta oración, a acompañar a las mujeres
que se acercaron al sepulcro. También yo quiero agasajar tu humanidad,
para sentirme cerca de ella, y desde esa cercanía imitarte mejor
en tus virtudes humanas, y estar más cerca de todas las personas que gozan y
sufren
conmigo, y las que trabajan, se divierten y conviven en mi entorno familiar y
social.
Y junto al sepulcro vacío quiero escuchar esas palabras tan profundas
como humanas, tan comprometedoras como ilusionantes:
“¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado”.
Que no deje de contemplarte clavado en la Cruz por nuestros pecados,
y que tu Cruz –la señal de la Cruz- me acompañe siempre al comenzar
y terminar mis jornadas, y esté presente en todos los lugares
de mi trabajo y diversión, y donde discurre mi vida social y familiar.
Pero también quiero verte siempre, Señor, resucitado para mi salvación,
y ofreciendo seguridad en mi fe, motivaciones profundas a mi esperanza,
y refuerzo invencible a mis deseos de caridad cristiana.
¡Gracias, Señor, por tu Resurrección!
¡Gracias por los ideales de vida que me ofreces al triunfar sobre la muerte!
¡Gracias por la alegría con que me obsequias al verte resucitado!
Que nunca me asuste la muerte, pues Tu has resucitado.
Que nunca me acobarden las dificultades de la vida,
el trabajo, la convivencia, el apostolado, pues Tu has resucitado.
Que nunca me entristezcan las debilidades y pecados,
pues Tu resucitaste, y sigues vivo junto a mí.
Que mi oración sea siempre alegre y comprometida, optimista y confiada,
como corresponde a quien cree en tu Resurrección.
Padre Segismundo Fernandez Rodríguez