IV DOMINGO DE PASCUA - C
Evangelio de la Misa: Jn 10,27-30
Con los pastores
El cuarto domingo de Pascua se caracteriza por la lectura del capítulo diez
del Evangelio de Juan. Cada año se va leyendo un trozo de este capítulo en el
que se relata la parábola del Buen Pastor, precisamente solo contada por este
evangelista.
Ciertamente es una imagen muy bonita y expresiva, profunda y a la vez
fácilmente inteligible por todos. Teológicamente ahonda en conceptos básicos y
esenciales para conocer a Cristo, y pastoralmente –ya sea en lo apostólico o en
lo propiamente ascético- es un elocuente tratado, utilísimo, incluso
imprescindible, tanto para los sacerdotes-pastores, que han de actuar en
nombre de Cristo, como para los fieles, ovejas de este rebaño, que pueden estar
seguras de contar siempre con el mejor cuidado, alimento y curación.
Por este motivo, desde hace años, a este domingo se la llama el domingo
del Buen Pastor, y en consecuencia, domingo del Párroco o de la Parroquia.
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Señor, Jesús, Buen Pastor de nuestras almas, que cuidas de nosotros,
llevándonos a los mejores pastos, que nos garantizas los verdaderos rediles
para vivir y para morir, que cuidas nuestras enfermedades espirituales,
y previenes y alejas de nosotros los peligros que puedan surgirnos.
¡Gracias, Señor, Pastor bueno de nuestras almas!
Me gusta saborear tus palabras, que me llenan de seguridad y confianza,
de paz y de bienestar espiritual, de alegría fraterna y familiar:
“Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen, y yo les doy
la vida eterna; no perecerán para siempre y nadie las arrebatará de mi mano.
Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos y nadie puede arrebatarlas
de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno”.
Contemplándote como Buen Pastor, Señor, no puedo menos de traer
a mi oración a quienes ahora son los pastores, que hacen tus veces
en el Pueblo de Dios, tu Cuerpo Místico, la familia de todos los cristianos.
Ellos perfectamente organizados y jerarquizados, te representan, te sirven
y te siguen, y nosotros, yo personalmente que hablo contigo, te pido
para que sean eso, tus Buenos Pastores, que te imiten en su labor pastoral,
y sean felices en ese encargo ministerial. Ministerio tan sublime y elevado,
como necesario y útil; tan sagrado, como cercano, educativo y reconfortante;
tan difícil teóricamente, pero tan suave y llevadero cuando hay ansias
de santidad y apostolado, de servicio generoso y entrega total.
Esto pido, Señor, para todos los sacerdotes: el Papa, los Obispos y los
presbíteros.
También te pido por todos los cristianos, para que valorando el trabajo
y el testimonio y entrega sacerdotal, les acojan, les apoyen,
les ayuden, en una palabra, les quieran como lo que son:
Ministros tuyos para el servicio sacerdotal del Pueblo de Dios.
Padre Segismundo Fernandez Rodríguez