PENTECOSTES - C
Evangelio de la Misa: Jn 14,15-16; 23-26
Fidelidad al Espíritu
El mensaje litúrgico de este día hay que descubrirlo en las tres lecturas de
la Misa, pues están perfectamente trabadas e interrelacionadas. Incluso, para
mejor entenderlo, es conveniente acudir a todas las lecturas de la misa
vespertina y las que se usan en la vigilia nocturna.
Todos estos constituyen un verdadero tratado de teología bíblica sobre
Pentecostés, el Espíritu Santo, la Iglesia, el apostolado y la evangelización, y
sobre la oración del cristiano. Merece la pena leerlas y llevarlas a la oración
personal.
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Señor, Jesús, Espíritu Santo, que te muestras con los dones divinos
que transcienden todo lo humano, y son capaces de transformar los corazones
con tu amor, en forma de sabiduría, temor de Dios, fortaleza, paciencia, alegría.
Ilumíname y transfórmame con tus siete dones, para que goce contigo
y disfrute con mis hermanos los hombres; para que acoja a todos,
y por todos trabaje, me sacrifique y me entregue.
Sé que sin Ti no puedo hacer ninguna obra meritoria, pero confío
plenamente en tu promesa. Y es que ¡ además te “siento” tan cercano
tan consolador, tan reconfortante y tan provocador,
cuando soy humilde y sincero, y cuando rezo y te escucho!.
Me emociona, Señor, y me estimula ver a tus apóstoles transformados
por tu Espíritu Santo. Ya sé que se estaba iniciando la etapa histórica de la
Iglesia;
pero tu Espíritu no se ha agotado, ni apartado, sino que sigue actuando
y operando la santidad y las gestas apostólicas en la Iglesia.
¡Tengo tantos ejemplos de tu presencia santificadora en cristianos ejemplares
y en santos anónimos y canonizados, que no puedo dudar tu Santo Espíritu!
Pero también observo algunas traiciones a tus promesas
y ayudas de santidad, que a veces me desconciertas y asustas.
Solo te pido, Señor, “que nunca pierda la cabeza” para verte y sentirte,
para actuar en todo momento con sentido común, y también
con el sentido sobrenatural al juzgar, opinar y actuar. Y al mismo tiempo
que mantenga incólume la humildad, y valientemente la sinceridad.
Que no olvide, Señor, tus palabras:
“Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Yo le pediré al Padre
que os dé otro Defensor que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la
Verdad”.
Con esta confianza te rezo hoy, y quiero hacerlo todos los días:
“Ven Espíritu Divino, llena los corazones de tus fieles,
y enciende en ellos el fuego de tu amor”.
“Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra. Aleluya, aleluya”.
Padre Segismundo Fernandez Rodríguez