EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Jueves de la trigésima primera semana del tiempo ordinario
Carta de San Pablo a los Filipenses 3,3-8a.
Porque los verdaderos circuncisos somos nosotros, los que ofrecemos un culto
inspirado en el Espíritu de Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, en lugar de poner
nuestra confianza en la carne, aunque yo también tengo motivos para poner mi
confianza en ella.
Si alguien cree que puede confiar en la carne, yo puedo hacerlo con mayor razón;
circuncidado al octavo día; de la raza de Israel y de la tribu de Benjamín; hebreo,
hijo de hebreos; en cuanto a la Ley, un fariseo;
por el ardor de mi celo, perseguidor de la Iglesia; y en lo que se refiere a la justicia
que procede de la Ley, de una conducta irreprochable.
Pero todo lo que hasta ahora consideraba una ganancia, lo tengo por pérdida, a
causa de Cristo.
Más aún, todo me parece una desventaja comparado con el inapreciable
conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él he sacrificado todas las cosas, a las
que considero como desperdicio, con tal de ganar a Cristo
Salmo 105(104),2-3.4-5.6-7.
Canten al Señor con instrumentos musicales,
pregonen todas sus maravillas!
¡Gloríense en su santo Nombre,
alégrense los que buscan al Señor!
¡Recurran al Señor y a su poder,
busquen constantemente su rostro;
recuerden las maravillas que él obró,
sus portentos y los juicios de su boca!
Descendientes de Abraham, su servidor,
hijos de Jacob, su elegido:
el Señor es nuestro Dios,
en toda la tierra rigen sus decretos.
Evangelio según San Lucas 15,1-10.
Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo.
Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: "Este hombre recibe a los
pecadores y come con ellos".
Jesús les dijo entonces esta parábola:
"Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en el
campo y va a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla?
Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría,
y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice: "Alégrense conmigo,
porque encontré la oveja que se me había perdido".
Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo
pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan
convertirse".
Y les dijo también: "Si una mujer tiene diez dracmas y pierde una, ¿no enciende
acaso la lámpara, barre la casa y busca con cuidado hasta encontrarla?
Y cuando la encuentra, llama a sus amigas y vecinas, y les dice: "Alégrense
conmigo, porque encontré la dracma que se me había perdido".
Les aseguro que, de la misma manera, se alegran los ángeles de Dios por un solo
pecador que se convierte".
Comentario del Evangelio por:
San Pedro Crisólogo (c. 450) obispo de Ravena, doctor de la Iglesia
Sermón 168, 4-6; CCL 24B, 1032-1034
“¡Alegraos conmigo, porque he encontrado la oveja que se me había
perdido.!”
Este hombre que posee cien ovejas, Cristo, es el buen pastor, el pastor
misericordioso que agrupó a todo el género humano en una sola oveja, es decir, en
Adán. Había colocado a la oveja en un paraíso delicioso y en una región de pastos
abundantes. Pero ella, fiándose de los alaridos del lobo, olvidó la voz del pastor,
perdió el camino que conduce al redil de la salvación y quedó lastimada con heridas
mortales. Cristo ha venido al mundo a buscar la oveja y la encontró en el seno de la
Virgen. Ha venido, ha nacido en la carne, ha colocado la oveja en la cruz, y la ha
tomado sobre sus hombros en la pasión. Luego, lleno del gozo de la resurrección, la
ha levantado, por su ascensión, hasta las moradas celestiales.
“... Reúne a sus amigas y vecinas” (Lc 15,9) es decir, a los ángeles y les dice:
“¡Alegraos conmigo, porque he encontrado la oveja que se me había perdido!” Los
ángeles cantan de júbilo y exultan con Cristo por el retorno de la oveja del Señor.
No se irritan al verla entronizada con majestad. Porque la envidia no existe en el
cielo de donde ha sido arrojada junto con el diablo. Gracias al Cordero que quita el
pecado del mundo, el pecado de la envidia ya no puede enetrar en los cielos.
Hermanos, Cristo ha venido a buscarnos a la tierra. ¡Busquémosle nosotros en el
cielo! Nos ha llevado a la gloria de su divinidad. Llevémosle en nuestro cuerpo por
la santidad de vida.
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”