L A RIQUEZA DE QUIEN TODO LO DA
32 D OMINGO DEL T IEMPO O RDINARIO (M C 12,38-44)
11 DE NOVIEMBRE DE 2012
Fue un momento de atencin, porque la vida siempre nos deja entrever lo que por
delante se nos pasea. La circunstancia es texto abierto en donde nos suele ensear tantas
cosas Dios. El Evangelio de este domingo nos trae la deliciosa escena de un Jesús que
observa lo que está ocurriendo en los aledaos del Templo de Jerusalén, y hace de su
observacin una hermosa enseanza. Ante sus ojos aparecen los letrados y fariseos, esa
gente importante, reconocida y mandamás, autorizadísimos por sus propias leyes, que
iban y venían al Templo dándose una importancia arrogante. Jesús seala no slo el uso
pertinaz que estos personajes tenían, sino también el abuso injusto que ellos practicaban
aprovechándose de las capas más bajas de aquella sociedad, como eran las viudas.
Y junto a este grupo que así usa y así abusa, el Seor observa precisamente a una
viuda que llega al Templo sin alarde ni presuncin, y allí frente al cepillo ella contrastaba
con otra gente rica y principal que echaba en abundancia. Aquella pobre mujer no: tan
slo ech dos reales.
A diferencia de la viuda de Sarepta –de ella nos habla la 1 lectura (1 Reyes 17,10-
16)– que su pobre donacin fue bendecida por Dios obrando un milagro de abundancia
en donde slo había escasez, la viuda del Evangelio no será chistada por Jesús para
premiarla de alguna manera evidenciando ante los demás su gesto generoso. No nos
cabe duda que esta buena mujer habrá recibido el céntuplo en su encuentro con Dios,
pero por el momento ni siquiera de ese reconocimiento goz nuestra protagonista. Y sin
embargo, Jesús la vi, y la ensalz hasta el punto de colocarla como ejemplo.
Exactamente igual que vio a los letrados y los puso de contraejemplo. Nada escapa a la
mirada de Dios.
¿Qué es lo que Jesús vio en esta viuda? Que lo había dado todo. Por poco que
fuera, éso era cuanto tenía. El premio de esta mujer estaba en la paz y en la falta total de
Corrada del Obispo 1. 33003 Oviedo
agobio asfixiante, de zozobra angustiosa, porque vivía en la libertad de quien nada tiene
que defender porque todo lo ha entregado ya. Curiosamente, los que viven así tienen esa
felicidad que imposiblemente pretenden alcanzar aquellos que se resisten a darlo todo. Y
aquí resalta la paradoja evangélica: quien entrega, tiene, quien retiene se quedará sin
nada. Lo habremos experimentado tantas veces a propsito del perdn: quien se resiste a
perdonar, quien quiere seguir siendo rico de sus razones, acaba frecuentemente en la
soledad, en el resentimiento y en la amargura, mientras que quien aun teniendo razones
las sabe “perder”, resulta que encuentra una alegría inusitada, una paz inesperada. Darlo
todo, gratuitamente, como gratis lo hemos recibido, y también nosotros
experimentaremos que las promesas de Jesús no son vacías. Es la riqueza de quien todo
lo da.
Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo
Corrada del Obispo 1. 33003 Oviedo