Ciclo B. XXXII Domingo del Tiempo Ordinario
Alfonso Berrade, C.M.
Dos maneras de mirar y leer la letra pequeña
En el mundo actual hay corrientes de arte que tratan lo pequeño, lo cotidiano, más el detalle
que las grandes visiones. Pero por el contrario, nosotros parece que andamos por la vida
fijándonos siempre en los grandes acontecimientos, en los paisajes espectaculares, en las
personas importantes por sus puestos en las tareas públicas, en la gente de grandes
donaciones que hacen sonar las trompetas o hacen ruido de cascadas en las grandes
alcancías cuando depositan allí su dinero. No miramos a los otros, a los que van actuando con
sencillez, con humildad. O sea que no leemos la letra chiquita ni las notas al pie de página. Lo
que no resalta fuertemente lo dejamos pasar como inexistente. Luego nos damos cuenta lo que
hemos perdido o a qué nos hemos comprometido sin saber, por no tener paciencia y serenidad
para mirar. Esa es nuestra rara mirada en la vida.
La mirada de Dios es muy distinta. Mira el corazón, mira el esfuerzo y la generosidad con que
se dan las cosas. Dios capta la alegría del que da pensando en el bien del otro sin engaño ni
soberbia. En el evangelio de hoy nos imaginamos a los apóstoles mirando extasiados cómo la
gente poderosa echaba sonoras monedas en las alcancías del templo. Pero había otra mirada,
era Jesús quien miraba con ternura a la ancianita que sacaba dos pequeñas monedas
envueltas en el pañuelo y ponerlas en la alcancía del templo. La ancianita que amaba a Dios
sin medida, dejaba lo que necesitaba para comer.
Jesús convoca con rapidez a los apóstoles y les dice: ¡Miren, miren a esa abuelita, ha dado
todo lo que tenía, no se ha quedado nada, ni para comer hoy! Recién se dan cuenta los
apóstoles. Estaban delante de ella y no la veían. Estamos delante de tanta gente buena y no la
vemos, no nos fijamos en que su vida no es como la de la mayoría. Tiene que venir alguien a
ayudarnos a mirar la bondad de tantas personas sencillas, actos de generosidad, cercanía a los
pobres, vivencia del cristianismo sin exquisiteces teológicas de libros, experiencia de Dios
monda y lironda en el trabajo de cada día, en la lucha por llevar el pan de cada día a la familia,
en esa parejita que viene con sus dos hijitos a pasear por el Parque Kennedy y saltan y ríen
compartiendo una bolsita de canchita….
Me alegra saber que hoy se está orientando la mirada y la reflexión a los 30 años de vida
sencilla y normal de Jesús en Nazareth. La solemos llamar “vida oculta”, pero no tuvo nada de
oculta. Fue carpintero, trabajador en el pueblo, parece que lo conocían como activo religioso en
la sinagoga del pueblo, algún amigo lo invitó a la boda en Caná. Sin duda debemos ir
aprendiendo a mirar lo sencillo y lo animante de la vida como Jesús lo miraba. Pero ya no se
trata sólo de mirar, hay que vivir lo bueno que se va viendo. No dejemos de leer la letra chiquita
de la vida.
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)